jueves, 31 de diciembre de 2009

Sacramentum Caritatis. Benedicto XVI

ESCASEZ DEL CLERO


"El Sínodo se ha detenido sobre la escasez de sacerdotes que ocurre no sólo en algunos países de misión sino también en muchos países de larga tradición cristiana".

 Benedicto XVI sugiere una "distribución del clero más ecuánime", involucrar "a los Institutos de Vida Consagrada y a los nuevos movimientos eclesiales y a todos los miembros del clero para que tengan una mayor disponibilidad para servir a la Iglesia allí donde sea necesario, aunque comporte sacrificio".

Advierte a los obispos para que, a causa de la escasez de sacerdotes, no dejen de realizar un "adecuado discernimiento vocacional" y no admitan candidatos "sin los requisitos necesarios para el servicio sacerdotal.

Un clero no suficientemente formado, difícilmente podrá ofrecer un testimonio adecuado para suscitar en otros el deseo de corresponder con generosidad al llamado de Cristo.

La pastoral vocacional tiene que involucrar a toda la comunidad cristiana en todos sus ámbitos..., teniendo la valentía de proponer a los jóvenes la radicalidad del seguimiento de Cristo, mostrando su atractivo" (n. 25).


miércoles, 30 de diciembre de 2009

MEDJUGORJE


2 Diciembre 2009
(Mensaje dado a la vidente Mirjana)
"Queridos hijos, en este tiempo de preparación y de alegre espera, yo como Madre deseo indicarles aquello que es lo más importante: su alma. ¿Puede nacer en ella mi Hijo?¿ Está purificada de la mentira con el amor, de la soberbia, del odio, de la maldad? ¿Su alma ama sobre todas las cosas a Dios como Padre y al hermano en Cristo? Yo les indico el camino que elevará sus almas a la unión completa con mi Hijo. Deseo que mi Hijo nazca en ustedes. Qué alegría me daría ello, como Madre. Les agradezco."

domingo, 20 de diciembre de 2009




"Me consta su grandísimo amor para conmigo, más que de madre tierna, y sus ansias porque siempre en El me refugie fiándolo todo de su cura amorosa". Santa Rafaela María

viernes, 18 de diciembre de 2009

La Eucaristía resume todas las maravillas que Dios realizó por nuestra salvación.

Homilía, Misa de clausura del XVII Congreso Eucarístico Internacional, JPII
domingo 25 de junio del 2000
1. «Tomad, esto es mi cuerpo (...); esta es mi sangre» (Mc14, 22-23). Las palabras que pronunció Jesús durante la última Cena resuenan hoy en nuestra asamblea, mientras nos disponemos a clausurar el Congreso eucarístico internacional. Resuenan con singular intensidad, como una renovada consigna: «¡Tomad!».
Cristo nos confía su Cuerpo entregado a su Sangre derramada. Nos los confía como hizo con los Apóstoles en el Cenáculo, antes de su supremo sacrificio en el Gólgota. Pedro y los demás comensales acogieron estas palabras con asombro y profunda emoción. Pero ¿podían comprender entonces cuán lejos los llevarían?
Se cumplía en aquel momento la promesa que Jesús había hecho en la sinagoga de Cafarnaúm:«Yo soy el pan de vida,(...) El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo» (Jn 6, 48.51). La promesa se cumplía en víspera de la pasión, en la que Cristo se entregaría a sí mismo por la salvación de la humanidad.
2. «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por muchos» (Mc 14,24). En el Cenáculo Jesús habla de alianza. Es un término que los Apóstoles comprenden fácilmente, porque pertenecen al pueblo con el que Yahveh, como nos narra la primera lectura, había sellado la antigua alianza, durante el éxodo de Egipto (cf. Ex 19-24). Tienen muy presentes en su memoria el monte Sinaí y Moisés, que había bajado de ese monte llevando la Ley divina grabada en dos tablas de piedra.
No han olvidado que Moisés, después de haber tomado el «libro de la alianza», lo había leído en voz alta y el pueblo había aceptado, respondiendo: «Obedeceremos y haremos todo cuanto ha dicho el Señor» (Ex 24, 7). Así, se había establecido un pacto entre Dios y su pueblo, sellado con la sangre de animales inmolados en sacrificio. Por eso Moisés había rociado al pueblo diciendo: «Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con vosotros, según todas estas palabras» (Ex 24,8).
Así pues, los Apóstoles comprendieron bien la referencia a la antigua alianza. Pero ¿qué comprendieron de la nueva? Seguramente muy poco. Deberá bajar el Espíritu santo a abrirles la mente. Sólo entonces comprenderán el sentido pleno de las palabras de Jesús. Comprenderán y se alegrarán.
Se percibe claramente un eco de esa alegría en las palabras de la carta a los Hebreos que acabamos de proclamar:«Si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza de vaca santifica con su aspersión a los contaminados, en orden a la purificación de la carne, ¡cuánto más la sangre de Cristo!» (Hb 9,13-14). Y el autor de la carta concluye: «Por eso Cristo es mediador de una nueva alianza; para que (...) los que han sido llamados reciban la herencia eterna prometida» (Hb 9, 15).
3.- «Este es el cáliz de mi sangre». La tarde del Jueves Santo, los Apóstoles les llegaron hasta el umbral del gran misterio. Cuando, terminada la cena, salieron con él hacia el huerto de los Olivos, no podían saber aún que las palabras que había pronunciado sobre el pan y el cáliz se cumplirían dramáticamente al día siguiente, en la hora de la cruz. Quizá ni siquiera en el día tremendo y glorioso que la Iglesia llama feria sexta in parasceve -el Viernes santo-, se dieron cuenta de que lo que Jesús les había transmitido bajo las especies del pan y del vino contenía la realidad pascual.
En el evangelio de San Lucas hay un pasaje iluminador. Hablando de los dos discípulos de Emaús, el evangelista describe su desilusión: «Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel»(Lc 24, 21). Este debió de ser también el sentimiento de los demás discípulos, antes de su encuentro con Cristo resucitado. Sólo después de la resurrección comenzaron a comprender que en la pascua de Cristo se había realizado la redención del hombre. El Espíritu Santo los guiaría luego a la verdad completa, revelándoles que el Crucificado había entregado su cuerpo y había derramado su sangre como sacrificio de expiación por los pecados de los hombres, por los pecados de todo el mundo (cf. 1 Jn 2, 2).
También el autor de la carta a los Hebreos nos ofrece una clara síntesis del misterio:«Cristo(...) penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna» (Hb 9, 11-12)
4. Hoy reafirmamos esta verdad en la Statio orbis de este Congreso eucarístico internacional, mientras, obedeciendo al mandato de Cristo, volvemos a hacer «en conmemoración suya» cuanto él realizó en el Cenáculo la víspera de su pasión.
«Tomad, esto es mi cuerpo(....) Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos» (Mc 14, 22, 24). Desde esta plaza queremos repetir a los hombres y a las mujeres del tercer milenio este anuncio extraordinario; el Hijo de Dios se hizo hombre por nosotros y se entregó en sacrificio por nuestra salvación. Nos da su cuerpo y su sangre como alimento para una vida nueva, una vida divina, ya no sometida a la muerte.
Con emoción recibamos nuevamente este don de manos de Cristo, para que, por medio de nosotros, llegue a todas las familias y a todas las ciudades, a los lugares del dolor y a los centros de la esperanza de nuestro tiempo. La Eucaristía es don infinito de amor; bajo los signos del pan y del vino reconocemos y adoramos el sacrifico único y perfecto de Cristo, ofrecido por nuestra salvación y por la de toda la humanidad. La Eucaristía es realmente «el misterio que resume todas las maravillas que Dios realizó por nuestra salvación» (cf.santo Tomás de Aquino, De sacr. Euch., cap.1)
En el Cenáculo nació y renace continuamente la fe eucarística de la Iglesia. Al terminar el Congreso eucarístico queremos volver espiritualmente a los orígenes, a la hora del Cenáculo y del Gólgota, para dar gracias por el don de la Eucaristía, don inestimable que Cristo nos ha dejado, don del que vive la Iglesia.
5. Dentro de poco concluirá nuestra asamblea litúrgica, enriquecida con la presencia de fieles procedentes de todo el mundo, y que es más sugestiva aún gracias a este extraordinario adorno floral. A todos os saludo con afecto y os doy las gracias de corazón.
Salgamos de este encuentro fortalecidos en nuestro compromiso apostólico y misionero. Qué la participación en la Eucaristía os lleve a ser pacientes en la prueba a vosotros, enfermos, fieles en el amor a vosotros, esposos; perseverantes en los santos propósitos a vosotros, consagrados; fuertes y generosos a vosotros, queridos niños de primera comunión, y, sobre todo, a vosotros, queridos jóvenes, que os disponéis a asumir personalmente la responsabilidad del futuro. Desde esta Statio orbis mis pensamiento va ahora a la solemne celebración eucarística con la que se concluirá la Jornada mundial de la juventud. A vosotros, jóvenes de Roma, de Italia y del mundo, os digo: preparaos esmeradamente para ese encuentro internacional de la juventud, en el que se os llamará a confrontaros con los desafíos del nuevo milenio.
6. Y Tú, Cristo, nuestro Señor, que «con este sacramento alimentas y santificas a tus fieles, para que una misma fe ilumine y un mismo amor congregue a todos los hombres que habitan un mismo mundo» (Prefacio II de la Santísima Eucaristía), haz que tu Iglesia, que celebra el misterio de tu presencia salvadora, sea cada vez más firme y compacta.
Infunde tu Espíritu en cuantos se acercan a la sagrada mesa, y dales mayor audacia para testimoniar el mandamiento de tu amor, a fin de que el mundo crea en ti, que un día dijiste: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre» (Jn 6,51)
Tú, Señor Jesucristo, Hijo de la Virgen María, eres el único Salvador del hombre, «ayer, hoy y siempre».

miércoles, 9 de diciembre de 2009

El mendigo que confesó a Juan Pablo II

El mendigo que confesó a Juan Pablo II

Hace un tiempo, en el programa de televisión de la Madre Angélica en Estados Unidos (EWTN), relataron un episodio poco conocido de la vida Juan Pablo II.
Un sacerdote norteamericano de la diócesis de Nueva York se disponía a rezar en una de las parroquias de Roma cuando, al entrar, se encontró con un mendigo. Después de observarlo durante un momento, el sacerdote se dio cuenta de que conocía a aquel hombre. Era un compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él. Ahora mendigaba por las calles. El cura, tras identificarse y saludarle, escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su vocación. Quedó profundamente estremecido.
Al día siguiente el sacerdote llegado de Nueva York tenía la oportunidad de asistir a la Misa privada del Papa al que podría saludar al final de la celebración, como suele ser la costumbre. Al llegar su turno sintió el impulso de arrodillarse ante el santo Padre y pedir que rezara por su antiguo compañero de seminario, y describió brevemente la situación al Papa.
Un día después recibió la invitación del Vaticano para cenar con el Papa, en la que solicitaba llevara consigo al mendigo de la parroquia. El sacerdote volvió a la parroquia y le comentó a su amigo el deseo del Papa. Una vez convencido el mendigo, le llevó a su lugar de hospedaje, le ofreció ropa y la oportunidad de asearse.
El Pontífice, después de la cena, indicó al sacerdote que los dejara solos, y pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, les respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa contestó: "una vez sacerdote, sacerdote siempre". "Pero estoy fuera de mis facultades de presbítero", insistió el mendigo. "Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar de eso", dijo el Papa.
El hombre escuchó la confesión del Santo Padre y le pidió a su vez que escuchara su propia confesión. Después de ella lloró amargamente. Al final Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado mendigando, y le designó asistente del párroco de la misma, y encargado de la atención a los mendigos
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martes, 8 de diciembre de 2009

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

Ángelus: Benedicto XVI invita a encomendarle a la Inmaculada a cada uno de nosotros, nuestras familias y toda la Iglesia y al mundo entero

Martes, 8 dic (RV).- En ésta que es “una de las fiestas más bellas de la Virgen María” -la solemnidad de su Inmaculada Concepción-, Benedicto XVI ha reflexionado, en el Ángelus de hoy, sobre el significado de este título de la Madre del Redentor, “la mujer que aplasta la cabeza de la serpiente que representa a Satanás”. Mediante Jesucristo nacido de Ella, “Dios mismo vencerá. El bien vencerá”. Con la liturgia de hoy, evocando el Libro del Génesis y el Evangelio de Lucas, el Papa ha destacado el ‘sí’ de María, la nueva Eva, “verdadera ‘madre de todos los vivientes’, es decir de “cuantos por la fe en Cristo reciben la vida eterna”.
"¡Queridos amigos, qué alegría inmensa tener como Madre a María Inmaculada! Cada vez que experimentamos nuestra fragilidad y las sugestiones del mal, podemos dirigirnos a Ella. Y nuestro corazón recibe luz y consuelo. También en las pruebas de la vida, en las tempestades que hacen vacilar la fe y la esperanza, pensemos que somos hijos suyos y que las raíces de nuestra existencia ahondan en la infinita gracia de Dios”.
Benedicto XVI ha exhortado a rogar a la Virgen Inmaculada su amparo por cada uno de nosotros, por la Iglesia y por el mundo, tal como hará él mismo esta tarde: “La Iglesia misma, aún expuesta a los influjos negativos del mundo, encuentra en Ella la estrella para orientarse y seguir la ruta que le indica Cristo. María es en efecto la Madre de la Iglesia, como han proclamado solemnemente el Papa Pablo VI y el Concilio Vaticano II. Por lo tanto, mientras rendimos gracias a Dios por este signo estupendo de su bondad, encomendemos a la Virgen Inmaculada a cada uno de nosotros, nuestras familias y las comunidades, a toda la Iglesia y al mundo entero. Lo haré yo también esta tarde, según la tradición, a los pies del monumento dedicado a Ella, en la Plaza de España”.En sus palabras en nuestra lengua, Benedicto XVI ha recordado también esta fiesta y la profunda devoción a la Virgen tan arraigada en España y América Latina: “Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana y a quienes se unen a ella a través de la radio y la televisión. La Iglesia celebra hoy la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María Santísima, tan arraigada en España y en los países latinoamericanos. La Purísima, como es denominada la Virgen en la liturgia de este día, fue preservada de toda mancha de pecado para ser digna morada del Cordero Inocente, abogada de gracia y ejemplo de santidad.
Que el Señor nos conceda el don, por intercesión de la “llena de gracia”, de purificarnos interiormente en este tiempo de Adviento para acoger con prontitud la venida de Cristo a nuestras vidas. Muchas gracias”.
Como cada año, el Papa ha saludado con especial alegría a la Pontificia Academia de la Inmaculada, encabezada por el Card. Andrea María Deskur.

domingo, 6 de diciembre de 2009

LA EUCARISTíA Y EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIóN



"Los Padres sinodales han afirmado que el amor a la Eucaristía lleva también a apreciar cada vez más el sacramento de la Reconciliación... Una cultura que hoy tiende a borrar el sentido del pecado, lleva a olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios para acercarse dignamente a la comunión sacramental" (n. 20). "Es cometido particular del obispo recuperar la pedagogía de la conversión que nace de la Eucaristía y fomentar entre los fieles la confesión frecuente.

Todos los sacerdotes deben dedicarse con generosidad, empeño y competencia a la administración del sacramento de la Reconciliación. Se debe procurar que los confesionarios sean bien visibles y sean expresión del significado de este sacramento. Pido a los Pastores que vigilen atentamente sobre la celebración del sacramento de la Reconciliación, limitando la praxis de la absolución general exclusivamente a los casos previstos y siendo la celebración personal la única forma ordinaria" (n. 21). SACRAMENTUM CARITATIS.

sábado, 5 de diciembre de 2009

La Eucaristía, sacramento de unidad

Catequesis de Juan Pablo II
1. "¡Sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad!". Esta exclamación de san Agustín en su comentario al evangelio de san Juan (In Johannis Evangelium 26, 13) de alguna manera recoge y sintetiza las palabras que san Pablo dirigió a los Corintios y que acabamos de escuchar: "Porque el pan es uno, somos un solo cuerpo, aun siendo muchos, pues todos participamos de ese único pan" (1 Co 10, 17). La Eucaristía es el sacramento y la fuente de la unidad eclesial. Es lo que ha afirmado desde el inicio la tradición cristiana, basándose precisamente en el signo del pan y del vino. Así, la Didaché, una obra escrita en los albores del cristianismo, afirma: "Como este fragmento estaba disperso por los montes y, reunido, se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino" (9, 4).
2. San Cipriano, obispo de Cartago, en el siglo III haciéndose eco de estas palabras, dice: "Los mismos sacrificios del Señor ponen de relieve la unidad de los cristianos fundada en la sólida e indivisible caridad. Dado que el Señor, cuando llama cuerpo suyo al pan compuesto por la unión de muchos granos de trigo, indica a nuestro pueblo reunido, que él sustenta; y cuando llama sangre suya al vino exprimido de muchos racimos y granos de uva reunidos, indica del mismo modo a nuestra comunidad compuesta por una multitud unida" (Ep. ad Magnum 6). Este simbolismo eucarístico aplicado a la unidad de la Iglesia aparece frecuentemente en los santos Padres y en los teólogos escolásticos. "El concilio de Trento, al resumir su doctrina, enseña que nuestro Salvador dejó en su Iglesia la Eucaristía "como un símbolo (...) de su unidad y de la caridad con la que quiso estuvieran íntimamente unidos entre sí todos los cristianos" y, por lo tanto, "símbolo de aquel único cuerpo del cual él es la cabeza"" (Pablo VI, Mysterium fidei, n. 23: Ench. Vat., 2, 424; cf. concilio de Trento, Decr. de SS. Eucharistia, proemio y c. 2). El Catecismo de la Iglesia católica sintetiza con eficacia: "Los que reciben la Eucaristía se unen más íntimamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo los une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia" (n. 1396).
3. Esta doctrina tradicional se halla sólidamente arraigada en la Escritura. San Pablo, en el pasaje ya citado de la primera carta a los Corintios, la desarrolla partiendo de un tema fundamental: el de la koinon
a, es decir, de la comunión que se instaura entre el fiel y Cristo en la Eucaristía. "El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión (koinoía)con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es la comunión (koinonía) con el cuerpo de Cristo?" (1 Co 10, 16). El evangelio de san Juan describe más precisamente esta comunión como una relación extraordinaria de "interioridad recíproca": "él en mí y yo en él". En efecto, Jesús declara en la sinagoga de Cafarnaúm: "El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él" (Jn 6, 56).
Es un tema que Jesús subraya también en los discursos de la última Cena mediante el símbolo de la vid: el sarmiento sólo tiene vida y da fruto si está injertado en el tronco de la vid, de la que recibe la savia y la vitalidad (cf. Jn 15, 1-7). De lo contrario, solamente es una rama seca, destinada al fuego: aut vitis aut ignis, "o la vid o el fuego", comenta de modo lapidario san Agustín (In Johannis Evangelium 81, 3). Aquí se describe una unidad, una comunión, que se realiza entre el fiel y Cristo presente en la Eucaristía, sobre la base de aquel principio que san Pablo formula así: "Los que comen de las víctimas participan del altar" (1 Co 10, 18).
4. Esta comunión-koinonía, de tipo "vertical" porque se une al misterio divino engendra, al mismo tiempo, una comunión-koinonía, que podríamos llamar "horizontal", o sea, eclesial, fraterna, capaz de unir con un vínculo de amor a todos los que participan en la misma mesa. "Porque el pan es uno -nos recuerda san Pablo-, somos un solo cuerpo, aun siendo muchos, pues todos participamos de ese único pan" (1 Co 10, 17). El discurso de la Eucaristía anticipa la gran reflexión eclesial que el Apóstol desarrollará en el capítulo 12 de esa misma carta, cuando hablará del cuerpo de Cristo en su unidad y multiplicidad. También la célebre descripción de la Iglesia de Jerusalén que hace san Lucas en los Hechos de los Apóstoles delinea esta unidad fraterna o koinon
a, relacionándola con la fracción del pan, es decir, con la celebración eucarística (cf. Hch 2, 42). Es una comunión que se realiza de forma concreta en la historia: "Perseveraban en oír la enseñanza de los Apóstoles y en la comunión fraterna (koinonía), en la fracción del pan y en la oración (...). Todos los que creían vivían unidos, teniendo todos sus bienes en común" (Hch 2, 42-44).
5. Por eso, reniegan del significado profundo de la Eucaristía quienes la celebran sin tener en cuenta las exigencias de la caridad y de la comunión. San Pablo es severo con los Corintios porque su asamblea "no es comer la cena del Señor" (1 Co 11, 20) a causa de las divisiones, las injusticias y los egoísmos. En ese caso, la Eucaristía ya no es ágape, es decir, expresión y fuente de amor. Y quien participa indignamente, sin hacer que desemboque en la caridad fraterna, "come y bebe su propia condenación" (1 Co 11, 29). "Si la vida cristiana se manifiesta en el cumplimiento del principal mandamiento, es decir, en el amor a Dios y al prójimo, este amor encuentra su fuente precisamente en el santísimo Sacramento, llamado generalmente sacramento del amor" (Dominicae coenae, 5). La Eucaristía recuerda, hace presente y engendra esta caridad.

Así pues, acojamos la invitación del obispo y mártir san Ignacio, que exhortaba a los fieles de Filadelfia, en Asia menor, a la unidad: "Una sola es la carne de nuestro Señor Jesucristo y un solo cáliz para unirnos con su sangre; un solo altar, así como no hay más que un solo obispo" (Ep. ad Philadelphenses, 4). Y con la liturgia, oremos a Dios Padre: "Que, fortalecidos con el cuerpo y la sangre de tu Hijo, y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu" (Plegaria eucarística III).
©L'Osservatore Romano - 10 de noviembre de 2000

conociendo a santa Rafaela



jueves, 3 de diciembre de 2009

La vocación..

En el comienzo la vocación siempre es un descubrimiento. Una presencia ignorada se hace presente en la vida a partir de una multitud de ocasiones diferentes: una suma de coincidencias que no parecen tener explicación, una atracción súbita hacia la gratuidad y la desproporción, un estremecimiento casi sensorial ante un suceso que parece fortuito, pero que se descubre como especialmente sucedido para uno mismo.
Entendámonos bien: no es sino una sacudida, un golpe imprevisto, una reacción desmesurada, algo que rompe la rutina y nos hace detener el ritmo de la vida. Así es la vocación: se produce en un lugar del corazón con la imperiosa y súbita presencia del Ignorado. Más aún, en sus comienzos, lo normal es que persista la indeterminación, lo borroso de la presencia, las fronteras difusas del encuentro. Por eso se hace tan necesario el primer acompañamiento.

Xavier Quinzá, sj


Modular deseos, vertebrar sujetos
(del blog de pastoral vocacional:jesuítas

miércoles, 2 de diciembre de 2009

"Como fuego que arde". El consagrado abierto al fuego del Espíritu. Amedeo Cencini. (I)

Ed. san Pablo, pag. 42

Unidad y diversidad.
"Apertura a la acción del Espíritu quiere decir asimismo no una salida cualquiera hacia el otro, sino la libertad interior de trabajar por la unidad y al mismo tiempo promover la alteridad  y la diversidad, a imagen del Espíritu y de su acción dentro de la Trinidad y en la Iglesia.
Se dice que hoy existe una gran necesidad de unidad en la Iglesia y en la sociedad, pero también en nuestras comunidades y en los movimientos. Y sin embargo muy a menudo este anhelo corre el peligro de ser desatendido, tanta es la fragmentación e incluso la división que todavia existe entre nosotros, entre hombre y mujer, entre Iglesia y mundo, entre Iglesias diversas, entre Iglesia y vida consagrada, entre diversos institutos, entre diferentes grupos, dentro de nuestras fraternidades, tal vez también dentro de nosotros mismos..."

domingo, 29 de noviembre de 2009

ADVIENTO.

1 Tes 3,12-4,2

"Hermanos: que el Señor les haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con ustedes, para que se consoliden sus corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la Venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos.
Por lo demás, hermanos, les rogamos y los exhortamos en el Señor Jesús a que , a partir de lo que aprendieron de nosotros sobre cómo comportarse y agradar a  Dios, así lo hagan y que continúan progresando. Saben, en efecto, las intrucciones que les dimos de parte del Señor Jesús".

Adviento: para crecer en un mismo amor a Dios y a los hermanos, tiempo de esperanza.


jueves, 26 de noviembre de 2009

El arte de dar lo que no se tiene. José Luis Martín Descalzo s.j.

A Gerard Bessiere le ha preguntado alguien cómo se las arregla para estar siempre contento. Y Gerard ha confesado cándidamente que eso no es cierto, que también él tiene sus horas de tristeza, de cansancio, de inquietud, de malestar. Y entonces, insisten sus amigos, ¿cómo es que sonríe siempre, que sube y baja las escaleras silbando infaliblemente, que su cara y su vida parecen estar siempre iluminadas?. Y Gerard ha confesado humildemente que es que, frente a los problemas que a veces tiene dentro, él "conoce el remedio, aunque no siempre sepa utilizarlo: salir de uno mismo", buscar la alegría donde está (en la mirada de un niño, en un pájaro, en una flor) y, sobre todo, interesarse por los demás, comprender que ellos tienen derecho a verle alegre y entonces entregarles ese fondo sereno que hay en su alma, por debajo de las propias amarguras y dolores. Para descubrir, al hacerlo, que cuando uno quiere dar felicidad a los demás la da, aunque él no la tenga, y que, al darla, también a él le crece, de rebote, en su interior.


Me gustaría que el lector sacara de este párrafo todo el sabroso jugo que tiene. Y que empezara por descubrir algo que muchos olvidan: que ser feliz no es carecer de problemas, sino conseguir que estos problemas, fracasos y dolores no anulen la alegría y serenidad de base del alma. Es decir: la felicidad está en la "base del alma", en esa piedra sólida en la que uno está reconciliado consigo mismo, pleno de la seguridad de que su vida sabe adónde va y para qué sirve, sabiéndose y sintiéndose nacido del amor. Cuando alguien tiene bien construida esa base del alma, todos los dolores y amarguras quedan en la superficie, sin conseguir minar ni resquebrajar la alegría primordial e interior.

Luego está también la alegría exterior y esa depende, sobre todo, del "salir de uno mismo". No puede estar alegre quien se pasa la vida enroscado en sí mismo, dando vueltas y vueltas a las propias heridas y miserias, autocomplaciéndose. Lo está, en cambio, quien vive con los ojos bien abiertos a las maravillas del mundo que le rodea: la Naturaleza, los rostros de sus vecinos, el gozo de trabajar.
Y, sobre todo, interesarse sinceramente por los demás. Descubrir que los que nos rodean "tienen derecho" a vernos sonrientes cuando se acercan a nosotros mendigando comprensión y amor.

¿Y cuando no se tiene la menor gana de sonreír? Entonces hay que hacerlo doblemente:


 porque lo necesitan los demás y lo necesita la pobre criatura que nosotros somos. Porque no hay nada más autocurativo que la sonrisa. "La felicidad -ha escrito alguien- es lo único que se puede dar sin tenerlo". La frase parece disparatada, pero es cierta: cuando uno lucha por dar a los demás la felicidad, ésta empieza a crecernos dentro, vuelve a nosotros de rebote, es una de esas extrañas realidades a las que sólo podemos acercarnos cuando las damos. Y éste puede ser uno de los significados de la frase de Jesús: "Quien pierde su vida, la gana", que traducido a nuestro tema podría expresarse así: "Quien renuncia a chupetear su propia felicidad y se dedica a fabricar la de los demás, terminará encontrando la propia". Por eso sonriendo cuando no se tienen ganas, termina uno siempre con muchísimas ganas de sonreír.
Este es Juan reportándose!
Una vez un sacerdote estaba dando un recorrido por la Iglesia al mediodía... al pasar por el altar decidió quedarse cerca para ver quién había venido a rezar. En ese momento se abría la puerta, el sacerdote frunció el entrecejo al ver a un hombre acercándose por el pasillo; el hombre estaba sin afeitarse desde hace varios días, vestía una camisa rasgada, tenía el abrigo gastado cuyos bordes habían comenzado a deshilacharse.
El hombre se arrodilló, inclinó la cabeza, luego se levantó y se fué. Durante los siguientes días el mismo hombre, siempre al mediodía, estaba en la Iglesia cargando una maleta... se arrodillaba brevemente y luego volvía a salir.
El sacerdote, un poco temeroso, empezó a sospechar que se tratase de un ladrón, por lo que un día se puso en la puerta de la Iglesia y cuando el hombre se disponía a salir le preguntó: "¿Qué haces aquí?"
El hombre dijo que trabajaba en una fábrica camino de la iglesia y tenía media hora libre para comer y aprovechaba ese momento para rezar, "Solo me quedo unos instantes, sabe, porque la fábrica queda un poco lejos, así que solo me arrodillo y digo: "Señor, solo vine nuevamente para contarte cuán feliz me haces cuando me liberas de mis pecados... no se muy bien rezar, pero pienso en ti todos los dias... así que Jesús, este es Juan reportándose".


El sacerdote, sintiéndose un tonto, le dijo a Juan que estaba bien y que era bienvenido a la Iglesia cuando quisiera. El sacerdote se arrodilló ante el altar, sintió derretirse su corazón con el gran calor del amor y encontró a Jesús. Mientras sus lágrimas corrían por sus mejillas, en su corazón repetía la plegaria de Juan:

"SOLO VINE PARA DECIRTE, SEÑOR, CUAN FELIZ FUI DESDE QUE TE ENCONTRE A TRAVES DE MIS SEMEJANTES Y ME LIBERASTE DE MIS PECADOS... NO SE MUY BIEN COMO REZAR, PERO PIENSO EN TI TODOS LOS DIAS... ASI QUE JESUS, SOY YO REPORTANDOME".


Cierto día el sacerdote notó que el viejo Juan no había venido. Los días siguieron pasando sin que Juan volviese para rezar. Continuaba ausente, por lo que el sacerdote comenzó a preocuparse, hasta que un día fue a la fábrica a preguntar por él; allí le dijeron que Juan estaba enfermo, que pese a que los médicos estaban muy preocupados por su estado, todavía creían que tenía una posibilidad de sobrevivir. La semana que Juan estuvo en el hospital trajo muchos cambios, él sonreía todo el tiempo y su alegría era contagiosa.
La Jefe de enfermeras no podía entender por qué Juan estaba tan feliz, yaque nunca había recibido ni flores, ni tarjetas, ni visitas. El sacerdote se acercó al lecho de Juan con la enfermera y ésta le dijo, mientras Juan escuchaba: "Ningún amigo ha venido a visitarlo, él no tiene a dónde recurrir". Sorprendido, el viejo Juan dijo con una sonrisa: La enfermera está equivocada... pero ella no puede saber que todos los días, desde que llegue aquí, al mediodía, un querido amigo mío viene, se sienta aquí en la cama, me agarra de las manos, se inclina sobre mí y me dice:


"SOLO VINE PARA DECIRTE, JUAN, CUAN FELIZ SOY DESDE QUE ENCONTRE TU AMISTAD Y TE LIBERE DE TUS PECADOS. SIEMPRE ME GUSTO OIR TUS PLEGARIAS, PIENSO EN TI CADA DIA... ASI QUE JUAN, ESTE ES JESUS REPORTANDOSE".


PD: No debemos perder la oportunidad de cada día de decirle a Jesús:
Aquí estoy reportándome..

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Rueguen al dueño de la viña que envíe obreros para la cosecha...



¡Oh Dios!, envíanos locos, de los que se comprometen a fondo, de los que se olvidan de sí mismos, de los que aman con algo más que con palabras, de los que entregan su vida de verdad y hasta el fin.


Danos locos, chiflados, apasionados, hombres capaces de dar el salto hacia la inseguridad, hacia la incertidumbre sorprendente de la pobreza; danos locos, que acepten diluirse en la masa sin pretensiones de erigirse un escabel, que no utilicen su superioridad en su provecho.


Danos locos, locos del presente, enamorados de una forma de vida sencilla, amantes de la paz, puros de conciencia, resueltos a nunca traicionar, capaces de aceptar cualquier tarea, de acudir donde sea, libres y obedientes, espontáneos y tenaces, dulces y fuertes. Danos locos, Señor; danos locos.


creado por Comisión Interprovincial de Pastoral

Benedicto XVI



La belleza, un camino hacia lo trascendente
 “Si aceptamos que la belleza nos toque íntimamente, nos hiera, nos abra los ojos, entonces redescubrimos la alegría de la visión, de la capacidad de comprender el sentido profundo de nuestro existir, el misterio del cual somos parte y del cual podemos obtener la plenitud, la felicidad, la pasión del compromiso cotidiano.

La belleza, desde la que se manifiesta en el cosmos y en la naturaleza hasta la que se expresa a través de las creaciones artísticas, a causa de su característica de abrir y ampliar los horizontes de la conciencia humana, de llevarla más allá de sí misma, de asomarla al abismo de lo infinito, puede convertirse en un camino hacia lo trascendente, hacia el misterio último, hacia Dios. El arte, en todas sus expresiones, en el momento en el que se confronta con las grandes interrogantes de la existencia, con los temas fundamentales de los cuales deriva el sentido de vivir, puede asumir una validez religiosa y transformarse en un recorrido de profunda reflexión interior y de espiritualidad”

(Discurso de Papa en el encuentro con los 250 artistas en la Capilla Sixtina. Sábado 21 de noviembre de 2009).

martes, 24 de noviembre de 2009

Ofertorio de la Misa sobre el Mundo. T. de Chardin.

Ya que, una vez más, Señor, ahora ya no en los bosques

del Aisne, sino en las estepas de Asia, no tengo ni
pan, ni vino, ni altar, me elevaré por encima de los símbolos
hasta la pura majestad de lo real, y te ofreceré,
yo, tu sacerdote, sobre el altar de la tierra entera, el trabajo
y el dolor del mundo.

El sol acaba de iluminar, allá lejos, la franja extrema
del horizonte. Una vez más, la superficie viviente de la
tierra se despierta, se estremece y vuelve a iniciar su
tremenda labor bajo la capa móvil de sus fuegos. Yo colocaré
sobre mi patena, ¡oh, Dios mío!, la esperada cosecha
de este nuevo esfuerzo. Derramaré en mi cáliz la
savia de todos los frutos que serán molidos hoy.

Mi cáliz y mi patena son las profundidades de un alma
ampliamente abierta a todas las fuerzas que, en un instante,
van a elevarse desde todos los puntos del globo y
a converger hacia el Espíritu. ¡Que vengan, pues, a mí
el recuerdo y la mística presencia de aquellos a quienes
la luz despierta para un nuevo día!

Señor, voy viendo y los voy amando, uno a uno, a
aquellos a quienes tú me has dado como sostén y como
encanto naturales de mi existencia. También uno a uno
voy contando los miembros de esa otra y tan querida familia
que se han ido juntando poco a poco en torno a mí,
a partir de los elementos más dispares, las afinidades
del corazón, de la investigación científica y del pensamiento.

Más confusamente, pero a todos sin excepción,
evoco a aquellos cuya multitud anónima constituye la
masa innumerable de los vivientes; a aquellos que me
rodean y me soportan sin que yo los conozca; a los que

vienen y los que se van; a aquellos, sobre todo, que, en
la verdad o a través del error, en su despacho, en su laboratorio
o en su fábrica creen en el progreso de las cosas
y perseguirán apasionadamente hoy la luz.

Quiero que en este momento mi ser resuene acorde
con el profundo murmullo de esa multitud agitada, confusa
o diferenciada, cuya inmensidad nos sobrecoge; de
ese océano humano cuyas lentas y monótonas oscilaciones
introducen la turbación en los corazones más creyentes.

Todo lo que va a aumentar en el mundo, en el
transcurso de este día, todo lo que va a disminuir –todo
lo que va a morir, también–, he aquí, Señor, lo que trato
de concentrar en mí para ofrecértelo; he aquí la materia
de mi sacrificio, el único sacrificio que a ti te gusta.
Antiguamente se depositaban en tu templo las primicias
de las cosechas y la flor de los rebaños. La ofrenda
que realmente estás esperando, aquélla de que tienes
misteriosamente necesidad todos los días para saciar tu
hambre, para calmar tu sed, es nada menos que el acrecentamiento
del mundo arrastrado por el universal devenir.

Recibe, Señor, esta hostia total que la creación, atraída
por tus gracias, te presenta en esta nueva aurora.
que este pan, nuestro esfuerzo, no es en sí mismo más
que una desagregación inmensa. Este vino, nuestro dolor,
no es todavía, ¡ay!, más que un brebaje disolvente.
Mas tú has puesto en el fondo de esta masa informe
–estoy seguro de ello, porque lo siento– un irresistible y
santificante deseo que nos hace gritar a todos, desde el
impío hasta el fiel: “¡Señor, haz de todos nosotros uno!”.

Porque a falta del celo espiritual y de la sublime pureza
de tus santos, tú me has dado, Dios mío, una simpatía
irresistible por todo lo que se mueve en la materia
oscura –porque, irresistiblemente, reconozco en mí más
que a un hijo del cielo a un hijo de la tierra–, subiré esta
mañana, con mi pensamiento, a los lugares altos, cargado
con las esperanzas y las miserias de mi madre, y
allí –fuerte, con un sacerdocio que sólo tú has podido
darme, estoy seguro– invocaré al fuego sobre todo lo
que, en la carne humana, está pronto para nacer o para
perecer bajo el sol que asciende.
Ofertorio de la Misa sobre el Mundo.
(Texto escrito en el desierto de Ordos, China,
en 1923 y publicado en Himno del universo, 1961)

Benedicto XVI

"El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la Palabra"

La responsabilidad principal del sacerdote es anunciar la Palabra de Dios hecha carne, hombre, historia, convirtiéndose así en signo de esa comunión que Dios realiza con el hombre. La eficacia de este ministerio requiere, por tanto, que el sacerdote viva una relación íntima con Dios, radicada en un amor profundo y en un conocimiento vivo de las Sagradas Escrituras, “testimonio” escrito de la Palabra divina.
El Mensaje para la Jornada Mundial de la 44a de las Comunicaciones Sociales quiere invitar de modo particular a los sacerdotes, en el transcurso de este Año Sacerdotal y después de la celebración de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos, a considerar los nuevos medios como un poderoso recurso para su ministerio al servicio de la Palabra y quiere decir una palabra de aliento para afrontar los retos que nacen de la nueva cultura digital.
Los nuevos medios, de hecho, si se conocen y valoran adecuadamente, pueden ofrecer a los sacerdotes y a todos los agentes de pastoral una riqueza de datos y contenidos que antes eran de difícil acceso, y facilitan formas de colaboración y de crecimiento de comunión impensables en el pasado..
Gracias a los nuevos medios, los que predican y dan a conocer el Verbo de la vida pueden llegar, con palabras, sonidos e imágenes –verdadera y expresiva gramática expresiva de la cultura digital- a individuos y a comunidades enteras de cada continente, para crear nuevos espacios de conocimiento y de diálogo y llegar a proponer y a realizar itinerarios de comunión.
Si se usan sabiamente, con la ayuda de expertos en tecnología y cultura de la comunicación, los nuevos medios pueden así convertirse para los sacerdotes y para todos los agentes de pastoral en un válido y eficaz instrumento de verdadera y profunda evangelización y comunión. Serán una nueva forma de evangelización para que Cristo llegue lejos en los caminos de nuestras ciudades y, ante las puertas de nuestras casas, diga nuevamente “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20)”.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Cristo, Rey del Universo. Solemnidad.


Del Prefacio de la Misa:
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque consagraste Sacerdote eterno
y Rey del universo
a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
ungiéndolo con óleo de alegría,
para que , ofreciéndose a sí mismo
como víctima perfecta y pacificadora
en el altar de la cruz,
consumara el misterio de la redención humana;
y , sometiendo a su poder la creación entera,
entregara a tu majestad infinita
un reino eterno y universal;
el reino de la verdad y la vida,
el reino de la santidad y la gracia,
el reino de la justicia, el amor y la paz.
...

Corazón de Jesús. Benedicto XVI.

Con motivo del 50 aniversario de la publicación de la encíclica "Haurietis aquas", de Pío XII, sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús, el Papa Benedicto XVI escribe:

Las palabras del profeta Isaías, «sacaréis agua con gozo de los hontanares de salvación» (Isaías 12, 3), que dan inicio a la encíclica con la que Pío XII recordaba el primer centenario de la extensión a toda la Iglesia de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, no han perdido nada de su significado hoy, cincuenta años después. Al promover el culto al Corazón de Jesús, la encíclica «Haurietis aquas» exhortaba a los creyentes a abrirse al misterio de Dios y de su amor, dejándose transformar por él. Cincuenta años después, sigue en pie la tarea siempre actual de los cristianos de continuar profundizando en su relación con el Corazón de Jesús para reavivar en sí mismos la fe en el amor salvífico de Dios, acogiéndolo cada vez mejor en su propia vida.
El costado traspasado del Redentor es el manantial al que nos invita a acudir la encíclica «Haurietis aquas»: debemos recurrir a este manantial para alcanzar el verdadero conocimiento de Jesucristo y experimentar más a fondo su amor. De este modo, podremos comprender mejor qué significa «conocer» en Jesucristo el amor de Dios, experimentarlo, manteniendo fija la mirada en Él, hasta vivir completamente de la experiencia de su amor, para poderlo testimoniar después a los demás. De hecho, retomando una expresión de mi venerado predecesor, Juan Pablo II, «junto al Corazón de Cristo, el corazón humano aprende a conocer el auténtico y único sentido de la vida y de su propio destino, a comprender el valor de una vida auténticamente cristiana, a permanecer alejado de ciertas perversiones del corazón, a unir el amor filial a Dios con el amor al prójimo. De este modo --y ésta es la verdadera reparación exigida por el Corazón del Salvador-- sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia podrá edificarse la civilización del Corazón de Cristo» («Insegnamenti», vol. IX/2, 1986, p. 843).
Conocer el amor de Dios en Jesucristo.
En la encíclica «Deus caritas est» he citado la afirmación de la primera carta de san Juan: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» para subrayar que en el origen de la vida cristiana está el encuentro con una Persona (Cf. n. 1). Dado que Dios se ha manifestado de la manera más profunda a través de la encarnación de su Hijo, haciéndose «visible» en Él, en la relación con Cristo podemos reconocer quién es verdaderamente Dios (Cf. encíclica «Haurietis aquas», 29-41; encíclica «Deus caritas est», 12-15). Es más, dado que el amor de Dios ha encontrado su expresión más profunda en la entrega que Cristo hizo de su vida por nosotros en la Cruz, al contemplar su sufrimiento y muerte podemos reconocer de manera cada vez más clara el amor sin límites de Dios por nosotros: «tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3, 16).
Por otro lado, este misterio del amor de Dios por nosotros no constituye sólo el contenido del culto y de la devoción al Corazón de Jesús: es, al mismo tiempo, el contenido de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana. Por tanto, es importante subrayar que el fundamento de esta devoción es tan antiguo como el mismo cristianismo. De hecho sólo se puede ser cristiano dirigiendo la mirada a la Cruz de nuestro Redentor, «a quien traspasaron» (Juan 19, 37; Cf. Zacarías 12, 10). La encíclica «Haurietis aquas» recuerda que la herida del costado y las de los clavos han sido para innumerables almas los signos de un amor que ha transformado cada vez más incisivamente su vida (Cf. número 52). Reconocer el amor de Dios en el Crucificado se ha convertido para ellas en una experiencia interior que les ha llevado a confesar, junto a Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20, 28), permitiéndoles alcanzar una fe más profunda en la acogida sin reservas del amor de Dios (Cf. encíclica «Haurietis aquas», 49).
Experimentar el amor de Dios dirigiendo la mirada al Corazón de Jesucristo El significado más profundo de este culto al amor de Dios sólo se manifiesta cuando se considera más atentamente su contribución no sólo al conocimiento sino también y sobre todo a la experiencia personal de ese amor en la entrega confiada a su servicio (Cf. encíclica «Haurietis aquas», 62). Obviamente, experiencia y conocimiento no pueden separarse: la una hace referencia a la otra. Además, es necesario subrayar que un auténtico conocimiento del amor de Dios sólo es posible en el contexto de una actitud de oración humilde y de generosa disponibilidad. Partiendo de esta actitud interior, la mirada puesta en el costado traspasado de la lanza se transforma en silenciosa adoración. La mirada en el costado traspasado del Señor, del que salen «sangre y agua» (Cf. Jn. 19, 34), nos ayuda a reconocer la multitud de dones de gracia que de ahí proceden (Cf. encíclica «Haurietis aquas», 34-41) y nos abre a todas las demás formas de devoción cristiana que están comprendidas en el culto al Corazón de Jesús.
La fe, comprendida como fruto del amor de Dios experimentado, es una gracia, un don de Dios. Pero el hombre podrá experimentar la fe como una gracia sólo en la medida en la que él la acepta dentro de sí como un don, del que trata de vivir. El culto del amor de Dios, al que invitaba a los fieles la encíclica «Haurietis aquas» (Cf. ibídem, 72), debe ayudarnos a recordar incesantemente que Él ha cargado con este sufrimiento voluntariamente «por nosotros», «por mí». Cuando practicamos este culto, no sólo reconocemos con gratitud el amor de Dios, sino que seguimos abriéndonos a este amor de manera que nuestra vida quede cada vez más modelada por él. Dios, que ha derramado su amor «en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Cf. Romanos 5, 5), nos invita incansablemente a acoger su amor. La invitación a entregarse totalmente al amor salvífico de Cristo (Cf. ibídem, n. 4) tiene como primer objetivo la relación con Dios. Por este motivo, este culto totalmente orientado al amor de Dios que se sacrifica por nosotros, tiene una importancia insustituible para nuestra fe y para nuestra vida en el amor.
Vivir y testimoniar el amor experimentado Quien acepta el amor de Dios interiormente queda plasmado por él. El amor de Dios experimentado es vivido por el hombre como una «llamada» a la que tiene que responder. La mirada dirigida al Señor, que «El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades» (Mateo 8, 17), nos ayuda a prestar más atención al sufrimiento y a la necesidad de los demás. La contemplación en la adoración del costado traspasado de la lanza nos sensibiliza ante la voluntad salvífica de Dios. Nos hace capaces de confiar en su amor salvífico y misericordioso y al mismo tiempo nos refuerza en el deseo de participar en su obra de salvación, convirtiéndonos en sus instrumentos. Los dones recibidos del costado abierto, del que han salido «sangre y agua» (Cf. Juan 19, 34), hacen que nuestra vida se convierta también para los demás en manantial del que manan «ríos de agua viva» (Juan 7, 38) (Cf. encíclica «Deus caritas est», 7). La experiencia del amor surgida del culto del costado traspasado del Redentor nos tutela ante el riesgo de replegarnos en nosotros mismos y nos hace más disponibles a una vida para los demás. «En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Juan 3, 16) (Cf. encíclica «Haurietis aquas», 38).
La respuesta al mandamiento del amor se hace posible sólo con la experiencia que este amor ya nos ha sido dado antes por Dios (Cf. encíclica «Deus caritas est», 14). El culto del amor que se hace visible en el misterio de la Cruz, representado en toda celebración eucarística, constituye por tanto el fundamento para que podamos convertirnos en personas capaces de amar y entregarse (Cf. encíclica «Haurietis aquas», 69), convirtiéndonos en instrumentos en las manos de Cristo: sólo así podemos ser heraldos creíbles de su amor. Esta apertura a la voluntad de Dios, sin embargo, debe renovarse en todo momento: «El amor nunca se da por "concluido" y completado» (Cf. encíclica «Deus caritas est», 17). La contemplación del «costado traspasado por la lanza», en la que resplandece el voluntad sin confines de salvación por parte de Dios, no puede ser considerada por tanto como una forma pasajera de culto o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del «corazón traspasado» su expresión histórico-devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios (Cf. encíclica «Haurietis aquas», 62).
Con el deseo de que la quincuagésimo aniversario sirva para estimular en tantos corazones una respuesta cada vez más fervorosa al amor del Corazón de Cristo, le imparto a usted, reverendísimo padre, y a todos los religiosos de la Compañía de Jesús, siempre sumamente activos en la promoción de esta devoción fundamental, una especial bendición apostólica. Vaticano, 15 de mayo de 2006 BENEDICTUS PP. XVI

sábado, 21 de noviembre de 2009

Ecclesia de Eucharistia. Juan Pablo II

58. En la Eucaristía, la Iglesia se une plenamente a Cristo y a su sacrificio, haciendo suyo el espíritu de María. Es una verdad que se puede profundizar releyendo el Magnificat en perspectiva eucarística. La Eucaristía, en efecto, como el canto de María, es ante todo alabanza y acción de gracias. Cuando María exclama « mi alma engrandece al Señor, mi espíritu exulta en Dios, mi Salvador », lleva a Jesús en su seno. Alaba al Padre « por » Jesús, pero también lo alaba « en » Jesús y « con » Jesús. Esto es precisamente la verdadera « actitud eucarística ».

conociendo a santa Rafaela



viernes, 20 de noviembre de 2009

El dinamismo de la gracia. José María Castillo.

En los escritos del Nuevo Testamento, la gracia es el favor, la benevolencia, el cariño de Dios. Este favor y este cariño está por encima de nuestros comportamientos. De manera que lo que salva al hombre no es su conducta, sino la gracia de Dios. Por eso el creyente no debe concentrar sus esfuerzos en la propia conducta, que le proporciona satisfacción y orgullo, sino en el amor que se abre al servicio de los demás. Esta actitud debe ser tan radical que ha de llevar al cristiano a romper con el mundo, es decir con el orden establecido, siendo un inconformista frente al sistema. De esta manera, la gracia nos hace soportar las persecuciones y sufrimientos, como afirma la primera carta de Pedro (2, 11; 5, 10). Por otra parte, la misma gracia nos lleva a la solidaridad con los débiles. Es decir, la gracia es una experiencia que crea comunidad y cuyo dinamismo es esencialmente comunitario.José María Castillo
Fuente:
 http://www.mercaba.org/Fichas/GRACIA/631-10.htm

jueves, 19 de noviembre de 2009

Pobreza en el mundo

cepal

Pobreza en el mundo aumentará en nueve millones de personas
Los pobres en la región aumentaron a 189 millones, mientras los indigentes crecieron hasta 76 millones como consecuencia de la crisis económica, informó hoy la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
La crisis se reflejará también en la contracción que tendrán en su conjunto los países latinoamericanos y caribeños, que CEPAL estima preliminarmente fluctuará entre -1.5% y -1.8%. Y agregó que para el 2010 las tasas de crecimiento serán "modestas".
La secuela de la crisis implicó alterar el ritmo de reducción de la pobreza que se venía registrando en la región desde comienzos de la década. En relación al año anterior la pobreza aumentó 1,1%, en 9 millones, y la indigencia en 0,8%, en 5 millones. Eso significa que el 47,8% de la población latinoamericana y caribeña vive en condiciones de pobreza o indigencia.
"Este aumento de la pobreza nos obliga a actuar: debemos replantear los programas de protección social, con una visión estratégica de largo plazo y medidas que sepan aprovechar el capital humano y resguarden el ingreso de las familias y grupos vulnerables", dijo la mexicana Alicia Bárcena, la secretaria ejecutiva del organismo económico de Naciones Unidas con sede en esta capital.
Bárcena agregó que si bien los efectos han sido esta vez menos profundos que en anteriores crisis, se requiere de medidas para atacar el flagelo de la pobreza. "Hay espacio para una política más activa, pero hay países con semáforo en rojo y otros en amarillo por el deterioro del tejido social", afirmó.
La pobreza regional tiene cara de niño y de mujer. Según el estudio de CEPAL, los niños y las mujeres son los más afectados por la crisis. En menores de 15 años la pobreza ha golpeado 1,7 veces más que en adultos, mientras que en las mujeres es 1,15 veces superior. El análisis de CEPAL consigna que a diferencia de las crisis anteriores, la actual no produjo colapsos fiscales ni financieros, ni tampoco incidió en procesos inflacionarios. Bárcena señaló que México, a donde se expandió más rápidamente la crisis por su dependencia de la economía estadounidense, junto con Centroamérica, muestran las peores caras del aumento de la pobreza. Y entre los países centroamericanos el más complicado, según CEPAL, es Honduras.
Los pobres en México alcanzarán a los 37 millones y los indigentes a 12 millones. Ese país, además, liderará este año la mayor caída del Producto Interno Bruto, que se estima ascenderá al 7%.
Destacó que México, sin embargo, ha respondido a la crisis con un fuerte apoyo a los sectores más pobres y su inversión en el gasto social asciende a 800 dólares per cápita. Pero su recuperación en el 2010 dependerá de la velocidad con que Estados Unidos saldrá de la crisis.
Bárcena aseguró que para no perpetuar el círculo de la pobreza "urge aplicar políticas de largo plazo dirigidas a los niños y jóvenes, quienes son los futuros motores productivos de la sociedad, y facilitar la inserción laboral de las mujeres".
Entre las medidas sugeridas por el organismo se encuentran las destinadas a expandir la cobertura y calidad de las prestaciones asistenciales, mejorar los ingresos de los adultos mayores, aumentar los seguros de desempleo, aumentar la cobertura de la educación preescolar, incentivos estatales para un mayor y mejor empleo de las mujeres.
"Con prudencia fiscal no hay que descuidar a los más vulnerables", afirmó Bárcena.
AP
El País Digital

Ecclesia de Eucharistia. Juan Pablo II

53. Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación íntima que une Iglesia y Eucaristía, no podemos olvidar a María, Madre y modelo de la Iglesia. En la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, presentando a la Santísima Virgen como Maestra en la contemplación del rostro de Cristo, he incluido entre los misterios de la luz también la institución de la Eucaristía. Efectivamente, María puede guiarnos hacia este Santísimo Sacramento porque tiene una relación profunda con él.
A primera vista, el Evangelio no habla de este tema. En el relato de la institución, la tarde del Jueves Santo, no se menciona a María. Se sabe, sin embargo, que estaba junto con los Apóstoles, « concordes en la oración » (cf. Hch 1, 14), en la primera comunidad reunida después de la Ascensión en espera de Pentecostés. Esta presencia suya no pudo faltar ciertamente en las celebraciones eucarísticas de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos « en la fracción del pan » (Hch 2, 42).
Pero, más allá de su participación en el Banquete eucarístico, la relación de María con la Eucaristía se puede delinear indirectamente a partir de su actitud interior. María es mujer « eucarística » con toda su vida. La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio.

domingo, 15 de noviembre de 2009


Reparar es confiar en Jesús.
Reparar es perdonar y seguir perdonando.
Reparar es vencer el mal a fuerza de bien.
Reparar es amar la verdad.

Conferencia: Anselm Grüm. 2006-BA(parte VI)

Y la quinta área son justamente las relaciones. Relaciones quiere decir que con todo me adapto y me manejo con todo, pero si una persona no se maneja con nada, si no puede ingresar en comunión en conjunto esto también es una señal. En la casa de recogimiento, en donde trabajo hace 16 años, también aparecen sacerdotes que tienen un conflicto con la comunidad, dirigen esa comunidad, o con quienes dirigen esa comunidad. Un hombre o una mujer cuenta algo entonces uno primero piensa que el dirigente realmente es caótico, que está obsesionado con el poder, el sacerdote realmente se esforzó mucho, pero en una situación muy difícil ¿cómo encontrar una solución? Esta es la impresión que uno se lleva de esta reunión o charla y se lo di a trabajar durante una semana en el equipo de cocina, se habla mucho, todos se enojan con esta persona, y nos damos cuenta que probablemente se deba a el también un poco, que los conflictos se generen por la forma en que el trata a las personas, como se maneja con las mujeres. Esto del convivir, del estar juntos, muestra claramente como está el alma de esa persona. Un hermano hablaba siempre del gusto de Jesús. Se puede reconocer el gusto a Jesús en el acompañamiento, y este gusto no se reconoce únicamente en las palabras devotas sino en lo que se irradia de la persona. Si alguien está con gusto con esa persona, si hay algo agregado, si hay algo que sojuzga a los demás, que es amargo en el otro, a esto lo experimento muchas veces en las relaciones, no tiene que ser en el matrimonio o en la amistad sino en relaciones de trabajo por ejemplo. Hay algunos que sienten que de su jefe siempre aparece algo que evalúa al otro, siempre se siente evaluado por el jefe y uno no puede hablar con el jefe en forma normal, siempre hay un reproche, yo hago tanto por ustedes y ustedes no hacen nada a cambio, no hace nada por mi. ¿Qué irradio? Aparece el reproche, evalúo al otro, juzgo al otro o irradio otra cosa. Puedo hablar tanto de amor al prójimo. El amor al prójimo no es algo que debo proclamar sino que debo hacer, mostrar, y se muestra mucho en lo que yo irradio, algo que humilla al otro o hay personas que ingresan a un espacio e irradian un clima frío, otros lo que irradian es “ustedes no saben nada, yo soy el único que sabe todo”. Eso es una postura. ¿Qué es lo que irradian las personas? Es algo que se nota y puede ser algo desagradable, y el estar en conjunto es un muy buen test de la vida espiritual. Dios me habla a mí en este estar con otros.

Estas eran las cinco áreas a las que quería referirme y resumir ahora algunos pensamientos.

¿Qué significa la espiritualidad para mí? Significa que todo lo que tengo en mi interior, también mi vida muy concreta, mi trabajo, mis relaciones, lo cotidiano, que a esto lo llevo ante Dios, que lo vea, que lo analice a la luz de Dios y diga la luz de Dios está ahí, el espíritu de Jesús ingresó a todas las áreas de mi vida, en lo inconciente, en mis sueños, en mis sentimientos, en mis pensamientos, en mi cuerpo, en mi trabajo, en mis relaciones, o solo tengo una imagen exterior de la espiritualidad pero que no transforma al hombre realmente. La transformación es por supuesto un elevado ideal, que seamos permeables a Cristo. Esta probablemente sea la meta de nuestra vida espiritual y lo notamos en las personas, es decir, si pone a su ego en primer término o es más permeable a otra cosa y se deja en manos de Cristo, este es el objetivo de nuestra vida espiritual. Pero para eso tenemos que analizar todas las áreas y aquí nos encontramos otra vez con la humildad. Para mí la psicología cumple la función que lo teológico sea reducido, no es que lo teológico esté reduciendo todo a lo psicológico, en la casa de recogimiento tengo el acompañamiento terapéutico y psicológico y hablamos todas las semanas en el equipo sobre los diferentes aspectos de las diferentes personas que se alojan en esta casa de ejercicios. La persona tiene que poner todo en su relación con Dios, no es que lo psicológico y lo espiritual estén separados sino que es algo que debe confluir. Todo lo que está en mi interior, mi cuerpo, mis emociones, mis pasiones, mis necesidades, mis impulsos, mi vitalidad, mis relaciones, que mire todo esto y que a todo ello lo relacione con Dios y deje que sea entonces penetrado por el Espíritu Divino. El objetivo es que nos vayamos transformando cada vez más en aquello en el ser único, en el hombre único al cuál Dios nos ha llamado, la palabra única que ha pronunciado Dios en nosotros, es decir, que nos liberemos de algunas imágenes ideales. Hay algunas imágenes ideales que nos ponen en contacto con nuestros propios potenciales. Si leo las historias de los santos y estoy fascinado con ellos, o leo la Biblia y estoy fascinado por esta lectura, entonces esto me pone en contacto, me llega y digo que en Jesús hay un anhelo que siento que puede vivir en mí, siento que es mi vida. Pero también hay otros en los cuáles tengo una imagen ideal exterior y digo que tengo que copiar al otro, y en esos caso suelo huir de mi propia realidad. Es decir, yo tengo que representar mi manera espiritual de Jesús, tengo que respetar la de otros pero la tengo que vivir a mi manera, en ese caso la espiritualidad también tiene una tarea moldeadora, formadora. Es un gozo personal, privado, es decir que si yo entierro en este mundo mi propia huella de vida entonces estoy realizando una transformación. Hay mucha gente que dice que no podemos modificar nada porque los poderes son los que determinan el mundo, que cada uno de nosotros no es importante. Al contrario, cada uno de nosotros es personal, tiene una cara, un rostro, irradia algo. ¿Qué huella es la que quiero enterrar?, ¿Cuál es mi huella que no debo enterrar? ¿Cuál es mi rastro en la vida? Eso tiene que ver con mis heridas, con mi historia. Al mirar mi vida transformarla. Pero si yo entierro, sepulto mi propio rastro de vida, entonces encontraré algo cálido ahí.

Una imagen de los primeros monjes, ellos estaban convencidos que cuando iban al desierto, el desierto es el lugar de los demonios y donde está la mayor tiniebla, y dejan que esto aclare un poco y dejen entrar a Cristo en su corazón, entonces el mundo será más claro para ellos. Eso es una imagen. Uno de los monjes mayores decía que si vas al desierto y te haces monje entonces no te imagines que serás algo mejor o que eres algo mejor, sino imagínate que eres un perro que muerde, que está atado a una correa para que no muerda a otros. Vida espiritual quiere decir que si soy un perro que muerde entonces yo me ato a la correa para no dañar a los demás, al medio ambiente, al entorno, es decir que protejo a los otros de mis agresiones y de mi negatividad. Si yo me transformo, entonces de mi parte algo también.

La espiritualidad quiere también transformar a este mundo no por grandes acciones o campañas que tienen también este mandato en lo social, en lo político, iniciar proyectos en estas áreas, pero cada uno de nosotros tiene la misión de dejar sepultado, de dejar marcado su rastro, su señal. Dios a través de mí también quiere expresar algo en este mundo, entonces a través de su vida, este mundo será más cálido, más humano y más claro. Creo que este es el objetivo.

sábado, 14 de noviembre de 2009

conociendo a santa Rafaela


"No hay vida más santa que
aquella que nos hace más semejantes
 a Cristo y a su Santísima Madre"

Santa Rafaela María.





BODAS DE CANÁ
"HAGAN TODO LO QUE ÉL LES DIGA".

Conferencia: Anselm Grüm. 2006-BA(parte V)

La cuarta área es el trabajo. Se habla que debemos orar y trabajar lo suficiente. En San Benito lo vemos. El trabajo es una forma de testear si nuestra vida espiritual está bien o no. Benito testea a los monjes jóvenes en cuánto a si buscan realmente a Dios. El maestro debe reconocer si buscan a Dios realmente y lo hace con tres criterios: si tienen la edad suficiente para el oficio, si están dispuestos a entrar en comunión, y si están dispuestos a exigirse en el trabajo. Es decir que son los tres criterios de la sanidad psicológica de relación emocional, de relaciones y su desempeño. Para San Benito es una señal de la sana espiritualidad el que el trabajo fluya, y si a alguien realmente le sale todo mal no es porque es un inútil, esto demuestra de todas maneras que en su alma hay algo torcido, algo que no funciona bien. San Benito le dice al mayordomo que no debe ser lento. Hoy en la espiritualidad existen los nuevos inventos de la lentitud, que uno debe avanzar en forma lenta, si, esto está bien, pero en el trabajo se requiere que fluya, que todo salga. Una mujer me contó que quería trabajar pero todo funcionaba muy lentamente y en la charla se mencionó que esto no ocurría porque fuera perezosa sino porque necesitaba mucha energía para su propia alma, porque tenía miedo permanentemente de lo que otros podían pensar de ella y pudiesen reconocer en ella lo que pensaba. La forma en que trabajamos es muy importante y se muestra allí si estoy dispuesto a entregarme a Dios o no. Hay muchos hombres jóvenes que quieren ingresar al monasterio, entran dos o tres todos los años, pero muchas veces tenemos unas veinte solicitudes, algunos quieren ingresar al monasterio simplemente para estar como en un letargo. Es importante ver como trabajan, si trabajan por ejemplo en el jardín es un criterio este de evaluarlos, porque si viven soñando no funciona su vida espiritual. Para San Benito el trabajo es una señal. Si por ejemplo circulo alrededor mío en forma narcisita o si en la oración me refiero a Dios esto significa que en mi trabajo puedo ver a las personas y que no voy a girar en torno a mi en forma egocéntrica sino que estoy realmente libre, de liberarme de mi y ver a los otros. Ese es un criterio importante para la vida espiritual. Si en los monasterios se convive permanentemente entonces uno justamente logra conocer al otro muy bien en cuánto al trabajo. Por ejemplo en nuestra casa de recogimiento quedan tres meses, los monjes allí tienen que hacer incluso el trabajo de cocina, son personas que tienen que hacer la preparación de la comida, el servirla y lavar después. En este trabajo se experimenta mucho más sobre el alma que la charla individual. Hay personas que dominan todo el trabajo rápidamente, otros que hablan mucho pero que nunca hacen nada. Todas las semanas tenemos una reunión de dinámica de grupo sobre el equipo de cocina y realmente es muy terapéutico y aparece mucho sobre el alma de cada uno. En la charla con cada uno es bueno saber exponerse y puede hablar uno muy positivamente acerca de eso, pero en lo cotidiano es en donde se demuestra la realidad. Esto es importante, es una imagen importante. A esto también lo experimento en el acompañamiento espiritual, lo hice durante mucho tiempo en la juventud y lo he seguido haciendo con mucho gusto porque estaba muy agradecido con los jóvenes. En algunos también encontré una espiritualidad que era muy eufórica. Una joven de 19 años decía “yo al único que amo es a Jesús”. Entonces le pregunté ¿cómo es tu vida? ¿A qué hora te levantas? ¿Vas a la escuela? ¿Cuándo haces tus tareas?, y cuando hablaba en forma más concreta con ella sobre la vida, tanto más clara se veía que su devoción era una forma de huir de su caos en la vida, es decir, no manejaba su vida y entonces esto se derivó en una devoción eufórica, se imaginó una vida santa, pero no tenía su propia vida. Esto era un criterio importante, es decir, la espiritualidad tiene que transformar la vida, pero si la vida es caótica esto es una señal que en mi interior también hay caos y que yo me estoy refugiando en algo que no conduce a la vida sino que pasa de largo por la vida.