lunes, 29 de junio de 2009

SAN PEDRO Y SAN PABLO


HOMILÍA DE BENEDICTO XVI EN LA CELEBRACIÓN DE LAS PRIMERAS VÍSPERAS DE LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

CELEBRACIÓN DE LAS PRIMERAS VÍSPERAS DE LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLOHOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVIBasílica Papal de San Pablo extramurosJueves 28 de junio de 2007"Señores Cardenales;venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;queridos hermanos y hermanas: En estas primeras Vísperas de la solemnidad de San Pedro y San Pablo recordamos con gratitud a estos dos Apóstoles, cuya sangre, junto con la de tantos otros testigos del Evangelio, ha fecundado la Iglesia de Roma. En su recuerdo, me alegra saludaros a todos vosotros, queridos hermanos y hermanas: al señor cardenal arcipreste y a los demás cardenales y obispos presentes, al padre abad y a la comunidad benedictina a la que está encomendada esta basílica, a los eclesiásticos, a las religiosas, a los religiosos y a los fieles laicos aquí reunidos.Dirijo un saludo particular a la delegación del Patriarcado ecuménico de Constantinopla, que devuelve la visita de la delegación de la Santa Sede a Estambul, con ocasión de la fiesta de San Andrés. Como dije hace unos días, estos encuentros e iniciativas no constituyen sólo un intercambio de cortesía entre Iglesias, sino que quieren expresar el compromiso común de hacer todo lo posible para apresurar el tiempo de la plena comunión entre el Oriente y el Occidente cristianos.Con estos sentimientos, saludo con deferencia a los metropolitas Emmanuel y Gennadios, enviados por el querido hermano Bartolomé I, al que dirijo un saludo agradecido y cordial. Esta basílica, donde han tenido lugar acontecimientos de profundo significado ecuménico, nos recuerda cuán importante es orar juntos para implorar el don de la unidad, la unidad por la que san Pedro y san Pablo entregaron su vida hasta el supremo sacrificio de su sangre.Una antiquísima tradición, que se remonta a los tiempos apostólicos, narra que precisamente a poca distancia de este lugar tuvo lugar su último encuentro antes del martirio: los dos se habrían abrazado, bendiciéndose recíprocamente. Y en el portal mayor de esta basílica están representados juntos, con las escenas del martirio de ambos. Por tanto, desde el inicio, la tradición cristiana ha considerado a san Pedro y san Pablo inseparables uno del otro, aunque cada uno tuvo una misión diversa que cumplir: san Pedro fue el primero en confesar la fe en Cristo; san Pablo obtuvo el don de poder profundizar su riqueza. San Pedro fundó la primera comunidad de cristianos provenientes del pueblo elegido; san Pablo se convirtió en el apóstol de los gentiles. Con carismas diversos trabajaron por una única causa: la construcción de la Iglesia de Cristo.En el Oficio divino, la liturgia ofrece a nuestra meditación este conocido texto de san Agustín: "En un solo día se celebra la fiesta de dos apóstoles. Pero también ellos eran uno. Aunque fueron martirizados en días diversos, eran uno. San Pedro fue el primero; lo siguió san Pablo. (...) Por eso, celebramos este día de fiesta, consagrado para nosotros por la sangre de los Apóstoles" (Disc. 295, 7. 8). Y san León Magno comenta: "Con respecto a sus méritos y sus virtudes, mayores de lo que se pueda decir, nada debemos pensar que los oponga, nada que los divida, porque la elección los hizo similares, la prueba semejantes y la muerte iguales" (In natali apostol., 69, 6-7).En Roma, desde los primeros siglos, el vínculo que une a san Pedro y san Pablo en la misión asumió un significado muy específico. Como la mítica pareja de hermanos Rómulo y Remo, a los que se remontaba el nacimiento de Roma, así san Pedro y san Pablo fueron considerados los fundadores de la Iglesia de Roma. A este propósito, dirigiéndose a la ciudad, san León Magno dice: "Estos son tus santos padres, tus verdaderos pastores, que para hacerte digna del reino de los cielos, edificaron mucho mejor y más felizmente que los que pusieron los primeros cimientos de tus murallas" (Homilías 82, 7).Por tanto, aunque humanamente eran diversos, y aunque la relación entre ellos no estuviera exenta de tensiones, san Pedro y san Pablo aparecen como los iniciadores de una nueva ciudad, como concreción de un modo nuevo y auténtico de ser hermanos, hecho posible por el Evangelio de Jesucristo. Por eso, se podría decir que hoy la Iglesia de Roma celebra el día de su nacimiento, ya que los dos Apóstoles pusieron sus cimientos. Y, además, Roma comprende hoy con mayor claridad cuál es su misión y su grandeza. San Juan Crisóstomo escribe: "El cielo no es tan espléndido cuando el sol difunde sus rayos como la ciudad de Roma, que irradia el esplendor de aquellas antorchas ardientes (san Pedro y san Pablo) por todo el mundo... Este es el motivo por el que amamos a esta ciudad... por estas dos columnas de la Iglesia" (Comm. a Rm 32).Al apóstol san Pedro lo recordaremos particularmente mañana, celebrando el divino sacrificio en la basílica vaticana, edificada en el lugar donde sufrió el martirio. Esta tarde nuestra mirada se dirige a san Pablo, cuyas reliquias se custodian con gran veneración en esta basílica. Al inicio de la carta a los Romanos, como acabamos de escuchar, saluda a la comunidad de Roma presentándose como "siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación" (Rm 1, 1). Utiliza el término siervo, en griego doulos, que indica una relación de pertenencia total e incondicional a Jesús, el Señor, y que traduce el hebreo 'ebed, aludiendo así a los grandes siervos que Dios eligió y llamó para una misión importante y específica.San Pablo tiene conciencia de que es "apóstol por vocación", es decir, no por auto-candidatura ni por encargo humano, sino solamente por llamada y elección divina. En su epistolario, el Apóstol de los gentiles repite muchas veces que todo en su vida es fruto de la iniciativa gratuita y misericordiosa de Dios (cf. 1 Co 15, 9-10; 2 Co 4, 1; Ga 1, 15). Fue escogido "para anunciar el Evangelio de Dios" (Rm 1, 1), para propagar el anuncio de la gracia divina que reconcilia en Cristo al hombre con Dios, consigo mismo y con los demás.Por sus cartas sabemos que san Pablo no sabía hablar muy bien; más aún, compartía con Moisés y Jeremías la falta de talento oratorio. "Su presencia física es pobre y su palabra despreciable" (2 Co 10, 10), decían de él sus adversarios. Por tanto, los extraordinarios resultados apostólicos que pudo conseguir no se deben atribuir a una brillante retórica o a refinadas estrategias apologéticas y misioneras. El éxito de su apostolado depende, sobre todo, de su compromiso personal al anunciar el Evangelio con total entrega a Cristo; entrega que no temía peligros, dificultades ni persecuciones: "Ni la muerte ni la vida —escribió a los Romanos— ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm 8, 38-39).De aquí podemos sacar una lección muy importante para todos los cristianos. La acción de la Iglesia sólo es creíble y eficaz en la medida en que quienes forman parte de ella están dispuestos a pagar personalmente su fidelidad a Cristo, en cualquier circunstancia. Donde falta esta disponibilidad, falta el argumento decisivo de la verdad, del que la Iglesia misma depende.Queridos hermanos y hermanas, como en los inicios, también hoy Cristo necesita apóstoles dispuestos a sacrificarse. Necesita testigos y mártires como san Pablo: un tiempo perseguidor violento de los cristianos, cuando en el camino de Damasco cayó en tierra, cegado por la luz divina, se pasó sin vacilaciones al Crucificado y lo siguió sin volverse atrás. Vivió y trabajó por Cristo; por él sufrió y murió. ¡Qué actual es su ejemplo!Precisamente por eso, me alegra anunciar oficialmente que al apóstol san Pablo dedicaremos un año jubilar especial, del 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009, con ocasión del bimilenario de su nacimiento, que los historiadores sitúan entre los años 7 y 10 d.C. Este "Año paulino" podrá celebrarse de modo privilegiado en Roma, donde desde hace veinte siglos se conserva bajo el altar papal de esta basílica el sarcófago que, según el parecer concorde de los expertos y según una incontrovertible tradición, conserva los restos del apóstol san Pablo.Por consiguiente, en la basílica papal y en la homónima abadía benedictina contigua podrán tener lugar una serie de acontecimientos litúrgicos, culturales y ecuménicos, así como varias iniciativas pastorales y sociales, todas inspiradas en la espiritualidad paulina. Además, se podrá dedicar atención especial a las peregrinaciones que, desde varias partes, quieran acudir de forma penitencial a la tumba del Apóstol para encontrar beneficio espiritual.Asimismo, se promoverán congresos de estudio y publicaciones especiales sobre textos paulinos, para dar a conocer cada vez mejor la inmensa riqueza de la enseñanza contenida en ellos, verdadero patrimonio de la humanidad redimida por Cristo. Además, en todas las partes del mundo se podrán realizar iniciativas análogas en las diócesis, en los santuarios y en los lugares de culto, por obra de instituciones religiosas, de estudio o de ayuda que llevan el nombre de san Pablo o que se inspiran en su figura y en su enseñanza.Por último, durante la celebración de los diversos momentos del bimilenario paulino, se deberá cuidar con singular atención otro aspecto particular: me refiero a la dimensión ecuménica. El Apóstol de los gentiles, que se dedicó particularmente a llevar la buena nueva a todos los pueblos, se comprometió con todas sus fuerzas por la unidad y la concordia de todos los cristianos. Que él nos guíe y nos proteja en esta celebración bimilenaria, ayudándonos a progresar en la búsqueda humilde y sincera de la plena unidad de todos los miembros del Cuerpo místico de Cristo. Amén".

Mensaje de la Virgen. Mesujorge. 25-6-09

María y su suave voz nos acercan a Dios

La Virgen pone en estos mensajes el acento en la trascendencia de su presencia en este mundo, la enviada de Dios. Jesús, conocedor de nuestras necesidades, envía a Su Madre como recurso extraordinario y apelación apremiante a nuestra conversión. Y María, Madre nuestra, nos invita a tener la alegría de los hijos de Dios, reforzada por la extraordinaria presencia suya en Medjugorje, que se prolonga desde hace tantos años. Hoy, y siempre, busquemos la conversión como misión de nuestra vida.
Mensaje del 25 de Junio 2009
“¡Queridos hijos! Alégrense conmigo, conviértanse en alegría y agradezcan a Dios por el don de mi presencia entre ustedes. Oren para que en sus corazones Dios esté en el centro de su vida y con su propia vida, hijitos, testimonien para que cada criatura pueda sentir el amor de Dios. Sean mis manos extendidas para que cada criatura pueda acercarse al Amor de Dios. Yo los bendigo con mi bendición maternal. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”
2 Junio de 2009
(Mensaje dado a la vidente Mirjana )
"Queridos hijos, mi amor busca vuestro amor total e incondicionado que no los dejará iguales más los cambiará y les enseñará la confianza en Mi Hijo. Hijos míos, con mi amor yo los salvo y los vuelvo testigos verdaderos de la bondad de Mi Hijo...

jueves, 25 de junio de 2009

Fiesta del Corazón Eucarístico de Jesús. Jueves después del 3ºdomingo de Pentecostés.


“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.” (San Juan)

domingo, 21 de junio de 2009

Marcha Corpus 2009. Buenos Aires

Mensaje del Cardenal Bergoglio a los Jóvenes en la Marcha de Corpus 2009



Queridos jóvenes, hoy le han mostrado a la gente que todavía en Buenos Aires se sueña. Que se viven sueños en Buenos Aires. Sueños capaces de hacer caminar a los jóvenes atravesando la ciudad. Sueños capaces de meterse en la vida de la ciudad y decir “esto puede cambiar”. Son capaces de meterse en los corazones y decir “vení, el Señor te ama, amá vos también”. Sueños capaces de proclamar que vale la pena jugarse la vida por Jesús. Yo creo en esos sueños. Yo les quiero decir que nosotros necesitamos de sus sueños.

¡Necesitamos de sus sueños! Una sociedad donde los jóvenes no sueñan está muerta. Necesitamos que ustedes siembren sus sueños en la sociedad. Necesitamos de sus utopías, que las planten en el tejido social, y hagan reverdecer aquello que estamos viendo tan alicaído. Necesitamos que los sueños de ustedes se metan en todos los rincones de la ciudad. Porque los sueños de ustedes no son solamente de ustedes, son de aquellos que ya se están jugando la vida.

Anímense a soñar, no se duerman. Los jóvenes dormidos no sirven. Anímense a soñar, anímense a caminar y, entonces sí, a jugarse la vida por el Señor.

Jesús caminó con ustedes, y va a seguir caminando hasta la plaza. Jesús tiene un mensaje, que es el sueño más grande, que somos todos hermanos, el mensaje del amor. Y eso ustedes lo pueden dar. Anímense a soñar esos sueños. No tengan miedo de soñar, si se les va la mano, ya los van a bajar de un hondazo, no se preocupen.

¡Pero sueñen, por favor! Necesitamos de los sueños de ustedes. No pierdan sus sueños. Y así como una vez les dije esto “que no les metan la mano en el bolsillo y les roben la esperanza”. Hoy les digo “ojo, que no les tiren un baldazo de agua y les apaguen los sueños”. ¡No se dejen robar los sueños! Por ninguna propuesta que parezca más fascinante en el momento, pero que termina en dos minutos. No te dejés robar el sueño que tenés en tu corazón. Ese sueño te lo opuso Dios para sembrarlo, para convencer a otros, para llevar a otros, para jugarte la vida por el Señor.

Ahora, soñando, estas cuadras que nos faltan, vamos hasta la plaza y ahí nos vamos a encontrar con Jesús. Soñando, cantando, llenos de vida, con ganas de decirle a Jesús “Jesús, me quiero jugar la vida por Vos”. Y créanme que necesitamos de esos sueños, y toda la ciudad, que ustedes, soñando, se jueguen la vida por Jesús. ¡Adelante entonces!



miércoles, 17 de junio de 2009

María, mujer eucarística.

“¿Cómo imaginar los sentimientos de María al escuchar de la boca de Pedro, Juan, Santiago y los otros Apóstoles, las palabras de la Última Cena: « Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros » (Lc 22, 19)?

Aquel cuerpo entregado como sacrificio y presente en los signos sacramentales, ¡era el mismo cuerpo concebido en su seno! Recibir la Eucaristía debía significar para María como si acogiera de nuevo en su seno el corazón que había latido al unísono con el suyo y revivir lo que había experimentado en primera persona al pie de la Cruz”
(Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n. 56).

domingo, 14 de junio de 2009

Vida eucarística plena e integrada

"Nuestra respuesta al amor de Cristo por nosotros en la Santa Eucaristía es vivir una vida eucarística plena y bien integrada. En una vida así, la comunión, la adoración, la caridad fraterna y la participación activa en la liturgia no han de verse como "prácticas" separadas y sin relación unas con otras. Deberán reunirse en un foco supremo sobre el misterio central de nuestra fe: nuestra participación en la muerte y resurrección de Jesucristo. Cuando de verdad empecemos a rastrear el significado de este gran Misterio, ya no nos preocuparemos con la aparente contradicción entre la devoción litúrgica y la no litúrgica a Cristo en el Santísimo Sacramento. La una fluirá de la otra, y cada una ocupará con respecto a la otra su puesto adecuado. Las llamadas devociones "extralitúrgicas" al Santísimo Sacramento se verán como una prolongación fructífera de la liturgia, y nuestra meditación ante el tabernáculo nos ayudará a entrar más profundamente en la verdad de la presencia real de Cristo bajo los velos sacramentales: una presencia sin la cual no podría cumplirse el misterio ritual de la misa."p.62 de "El pan vivo", T. Merton. (Ed Patmos 1956)

Jóvenes y batucada para celebrar Corpus Christi


Silvina Premat
LA NACION(14 de junio 2009)


El cardenal Jorge Bergoglio pidió a los jóvenes porteños que se animaran a soñar y, a todos, que desestimaran "toda propuesta de resentimiento, odio, desunión, egoísmo y rencor". Lo hizo ayer, durante la tradicional procesión y misa de Corpus Christi, realizada en la Plaza de Mayo, ante unos 20.000 fieles.

A diferencia de otros años, entre quienes acompañaron la ceremonia, que conmemora la institución de la Eucaristía, prevalecieron los rostros juveniles, mientras las batucadas de dos murgas se intercalaron con la centenaria canción que ruega al Sagrado Corazón que "salve al pueblo argentino".

Antes de esa misa, el arzobispo de Buenos Aires saludó a los jóvenes que habían llegado a plaza Once caminando desde cuatro diferentes puntos de la capital. "Créanme que los mayores, y toda la ciudad, necesitamos que ustedes, soñando, se jueguen la vida por Jesús", les dijo. Y, en clara alusión a las drogas, les sugirió: "No se dejen robar los sueños por ninguna propuesta que parezca más fascinante en el momento y que termina a los diez minutos". Los alentó a que tuvieran utopías, "las planten en el tejido social y hagan reverdecer a aquellos que estamos viendo tan alicaídos".

Luego, en la homilía de la misa que concelebró con los obispos auxiliares y casi todos los sacerdotes de la arquidiócesis, Bergoglio invitó a los católicos a renovar su compromiso cristiano con el amor, el perdón y la disponibilidad para "perdonar y dejarse perdonar", "no bajar los brazos pese a tantas pálidas" y "echar las redes en nombre de Jesús".

Como es costumbre desde hace siglos, la misa de Corpus terminó con una procesión en torno a la Plaza de Mayo encolumnada detrás del Santísimo Sacramento. Pero esta vez fue necesario sortear las vallas que no se habían retirado y dejaban libres sólo unos pocos metros sobre Hipólito Yrigoyen, a la altura del Ministerio de Economía.

Durante esa caminata, los rezos fueron acompañados por el baile y el ritmo de las murgas de las parroquias Nuestra Señora de la Misericordia, de Mataderos, y Nuestra Señora de Caacupé, de la villa 21-24 de Barracas. El párroco de esta última, el padre José María Di Paola, amenazado de muerte recientemente por su compromiso público contra la droga, fue uno de los más saludados por la gente.

Pero la presencia de los murgueros no fue bien recibida por todos. "¿No se dan cuenta de que se está celebrando una misa?", dijo un joven, sin reconocer que los que tocaban participaban de la misma celebración. Uno de los sacerdotes presentes, que notó la molestia de algunos, dijo a LA NACION: "Puede resultar extraño para quien no tiene incorporado este ritmo, pero, en realidad, estas procesiones se caracterizaron antaño justamente por las murgas de los negros, que eran un 40% de la población de Buenos Aires".

En representación del gobierno porteño, participó la ex vicejefa y candidata a diputada Gabriela Michetti, acompañada por el legislador Santiago de Estrada.

Si bien Bergoglio se cuidó de hacer referencias a las próximas elecciones, se rezó durante la misa por ese acto electivo y, cuando la procesión pasó frente a la Casa Rosada, los cerca de 20.000 católicos oraron por los gobernantes y recitaron la "Oración por la Patria" que pide a "Jesucristo, Señor de la historia", su "alivio y fortaleza" porque "nos sentimos heridos y agobiados".

Hoy se hace la colecta de Cáritas


Lo recaudado hoy en las misas de todo el país se destinará a la Colecta Nacional de Cáritas, con la que se puede colaborar también a través de depósitos bancarios o haciendo donaciones por teléfono. Por informes se puede consultar www.caritas.org.ar o llamar al 4342-7936/8650.




jueves, 11 de junio de 2009

CARITAS

Mons. Fernando Bargalló. Obispo de Merlo-Moreno y Presidente de Cáritas de Argentina, en el IX Encuentro Nacional de Referentes de Colecta.

En Cáritas queremos que la Colecta Anual sea un acontecimiento de gracia, distinto de lo que son los eventos. Un evento es algo que se realiza una vez, empieza y termina en sí mismo. Los acontecimientos de gracia tienen una historia de preparación, un momento fuerte y después, siguen fecundando como el rocío mañanero, la vida de las personas.
Queremos que la Colecta sea un acontecimiento de gracia para toda la comunidad eclesial, para que asumamos cada vez más, la conciencia de que la pastoral caritativa no es algo especial de algunos que tienen un sentimiento de mayor proximidad con los más pobres, con los más sufrientes, sino que es algo que pertenece a toda la realidad eclesial y a toda la sociedad. La pastoral de la caridad es uno de los elementos esenciales de la vida de la Iglesia. Si ella faltara, le estaría faltando a nuestro seguimiento de Jesús y a nuestra vida como familia suya, un elemento fundamental.

De manera muy clara lo explica Benedicto XVI en su encíclica “Deus caritas est”: La acción evangelizadora de la Iglesia tiene tres grandes líneas de realización. Una es la martyria, el testimonio. La segunda, es la liturgia, que quiere decir la celebración de un Cristo vivo y resucitado que obra en la historia de muchas maneras pero de una manera especial y cierta, con los Sacramentos. Y la tercera gran acción, es la diaconía, que arranca en el comienzo mismo de la Iglesia, cuando la primera comunidad cristiana descubre que esa comunión que Jesús provoca entre ellos, porque comparten al Maestro, no puede quedarse al nivel de mente o de corazón, sino que tiene también que tocar la vida para hacernos cercanos de los hermanos más pobres; “que no pase ninguno miseria entre ustedes”.

Y así, los primeros cristianos vieron con mucha claridad que la fe en Jesús llevaba a un compartir los bienes del espíritu y los bienes materiales. Hacían colectas. Y Pablo recorría Asia para hacer colectas por la comunidad de Jerusalén, o ponían a disposición de los Apóstoles bienes para que los distribuyeran entre los más pobres. La diaconía, el servicio de caridad hacia el más sufriente está en el arranque mismo de la Iglesia y es parte fundamental de ella. Por eso, la comunidad que no tuviera esta apertura y servicio hacia los más pobres, estaría rengueando.

El servicio de caridad hacia los más pobres no es sólo acción, es también anuncio, y muchas veces, anuncio profético. En el sentido de interpretar la realidad de nuestro tiempo y obrar en ella, discerniendo el de qué modo Dios quisiera que obráramos. Vivir la pastoral caritativa supone una actitud en la que uno no es el rico y tiene, y el otro es sólo pobre y recibe. En la caridad, todos salimos enriquecidos. La asistencia será siempre necesaria en la vida de la sociedad y de la Iglesia, pero busquemos erradicar el asistencialismo, que supone, juntar, por ejemplo, cosas y darle al otro que viene con la mano tendida, sin reconocer su dignidad y sin darle oportunidad a que crezca. Que siga siempre con la mano tendida, pronta a recibir, no lo ayuda a crecer, y nosotros tampoco crecemos cuando empleamos esa manera de interpretar la caridad.

Que la colecta sea un fuerte despertador que suene en la Iglesia y en la sociedad. Si nuestro corazón se ha endurecido, que el mensaje de Cáritas sea de golpear el corazón para volver a conmovernos y poder ver y reconocer la realidad de tantos hermanos y hermanas que por distintas causas y motivos no pueden vivir dignamente. La pobreza, la soledad, la enfermedad, la marginación, la falta de oportunidades para la educación, para la salud, son dolores grandes que nos han de conmover, porque desde Jesús descubrimos que no es posible que hermanos nuestros padezcan esa situación. Existen hermanos y hermanas que padecen, que están en la lucha cotidiana por la supervivencia, cuya voz muchas veces no se oye, cuyas realidades muchas veces no se ven, pero que necesitamos poner sobre el candelero para que nos conmuevan a todos y desde el amor que Dios inspira en nuestros corazones, salir al encuentro.

Acontecimiento de gracia en la Iglesia y para la Iglesia, pero también, anuncio a la sociedad toda. La colecta de Cáritas, justamente, no se realiza sólo en la Misa del sábado a la tarde y del domingo, poco a poco hemos salido a la calle, y a quien no profesa la fe, queremos llegar con un mensaje que le ayude a ahondar su condición de persona humana, y por tanto, miembro de una sociedad, que nosotros sabemos por la mirada creyente que es familia de hermanos. Pero aún quien no tiene fe, tiene que descubrir que la sociedad es interdependencia mutua en la que todos nos necesitamos. Entonces, que la colecta ayude a la Iglesia a ahondar en la pastoral de la caridad, en la apertura y conmoción, en la cercanía y camino conjunto con nuestros hermanos más pobres y sufrientes. Anuncio y conmoción, también a la sociedad, para que no se desentienda tampoco de la realidad del sufrimiento, y reactive interiormente esa capacidad que tenemos todos los hombres de hacernos cercanos los unos a los otros, de tendernos la mano, generosa y solidariamente.■


VICARIA PASTORAL
ARZOBISPADO DE BUENOS AIRES
LITURGIA:
EL SANTISIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
SOLEMNIDAD - CICLO B
…Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre…

Lectura del libro del Éxodo 24,3-8 En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: "Haremos todo lo que dice el Señor."
Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: "Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos."
Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: "Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos."

Palabra de Dios.

SALMO Sal 115
R. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro de los Hebreos 9,11-15

Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.
Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Palabra de Dios.

SECUENCIA
Esta secuencia es optativa y puede decirse íntegra desde * Este es el pan de los ángeles.

Glorifica, Sión, a tu Salvador,
aclama con himnos y cantos
a tu Jefe y tu Pastor.

Glorifícalo cuanto puedas,
porque él está sobre todo elogio
y nunca lo glorificarás bastante.

El motivo de alabanza
que hoy se nos propone
es el pan que da la vida.

El mismo pan que en la Cena
Cristo entregó a los Doce,
congregados como hermanos.

Alabemos ese pan con entusiasmo,
alabémoslo con alegría,
que resuene nuestro júbilo ferviente.

Porque hoy celebramos el día
en que se renueva la institución
de este sagrado banquete.

En esta mesa del nuevo Rey,
la Pascua de la nueva alianza
pone fin a la Pascua antigua.

El nuevo rito sustituye al viejo,
las sombras se disipan ante la verdad,
la luz ahuyenta las tinieblas.

Lo que Cristo hizo en la Cena,
mandó que se repitiera
en memoria de su amor.

Instruidos con su enseñanza,
consagramos el pan y el vino
para el sacrificio de la salvación.

Es verdad de fe para los cristianos
que el pan se convierte en la carne,
y el vino, en la sangre de Cristo.

Lo que no comprendes y no ves
es atestiguado por la fe,
por encima del orden natural.

Bajo la forma del pan y del vino,
que son signos solamente,
se ocultan preciosas realidades.

Su carne es comida, y su sangre, bebida,
pero bajo cada uno de estos signos,
está Cristo todo entero.

Se lo recibe íntegramente,
sin que nadie pueda dividirlo
ni quebrarlo ni partirlo.

Lo recibe uno, lo reciben mil,
tanto éstos como aquél,
sin que nadie pueda consumirlo.

Es vida para unos y muerte para otros.
Buenos y malos, todos lo reciben,
pero con diverso resultado.

Es muerte para los pecadores y vida para los justos;
mira como un mismo alimento
tiene efectos tan contrarios.

Cuando se parte la hostia, no vaciles:
recuerda que en cada fragmento
está Cristo todo entero.

La realidad permanece intacta,
sólo se parten los signos,
y Cristo no queda disminuido,
ni en su ser ni en su medida.

* Este es el pan de los ángeles,
convertido en alimento de los hombres peregrinos:
es el verdadero pan de los hijos,
que no debe tirarse a los perros.

Varios signos lo anunciaron:
el sacrificio de Isaac,
la inmolación del Cordero pascual
y el maná que comieron nuestros padres.

Jesús, buen Pastor, pan verdadero,
ten piedad de nosotros:
apaciéntanos y cuídanos;
permítenos contemplar los bienes eternos
en la tierra de los vivientes.

Tú, que lo sabes y lo puedes todo,
tú, que nos alimentas en este mundo,
conviértenos en tus comensales del cielo,
en tus coherederos y amigos,
junto con todos los santos.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 14,12-16.22-26

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?" Él envió a dos discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad, encontrarán un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y, en la casa en que entre, díganle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Les enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparen allí la cena." Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: "Tomen, esto es mi cuerpo." Tomando una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: "Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios." Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor.

ü Para reflexionar
· No sólo de pan vive el hombre. Si bien lo afirmamos muchas veces, la realidad que contemplamos a diario es que el hombre se ha empeñado en vivir sólo de pan. Siendo algo aparentemente bueno y necesario, los resultados no son siempre los más justos. Mientas que las calles están llenas de carteles luminosos y de fabulosas vidrieras, donde se ofrecen los exponentes más tentadores de la sociedad de consumo, simultáneamente cientos de manos extendidas de chicos han cambiado sus juegos o escuela por una petición lastimosa, triste y muchas veces impuesta.
· En la búsqueda del propio "pan" nos hemos encerrado en nuestro propio egoísmo desconociendo el derecho de los demás hombres, que se han transformado en competencia. Y así, en el mundo se ha instalado el hambre y la muerte. Millones de personas, miran asombradas como otros millones, viven magníficamente. Millones de hombres viven excluidos, víctimas de la ambición, verdadero flagelo de un mundo moderno, soberbio por su ciencia y su técnica, pero, que está olvidando la solidaridad entre los hombres mientras se preocupa de sistemas económicos y curvas de oferta y demanda.
· Y todo porque el hombre, busca sólo y por encima de todo, el "pan"; acaparándolo todo y olvidando aquello que lo coloca en su auténtico lugar, y le da su verdadero sentido.
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· Moisés, bajando del monte, comunica la experiencia que había tenido de Dios, de sus palabras, que son como las palabras de la Alianza que había sellado anteriormente con su pueblo con el Decálogo. Se organiza un banquete, que quiere significar la ratificación de la Alianza que Dios ha hecho con el pueblo, al que ha sacado de la esclavitud. Ya que, según se pensaba, la vida estaba en la sangre, la aspersión de la sangre expresa el misterio de comunión de vida entre Dios y su pueblo.
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· La carta a los Hebreos pone de manifiesto que los sacrificios de la Antigua Alianza no pudieron conseguir lo que Jesucristo realiza con el suyo, con la entrega de su propia vida. Y esto lo ha realizado «de una vez por todas» en la cruz, de tal manera que los efectos de la muerte de Jesús, la redención y su amor por los hombres, se hacen presentes en la celebración de cada Eucaristía.
· El sacrificio de la propia vida logra una Alianza eterna. Cristo no viene a instaurar nuevos sacrificios para Dios, sino a revelar que, la propia vida entregada a los hombres vale más que cualquier sacrificio.
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· El evangelio nos ubica en la última cena de Jesús con los suyos. Sus palabras sobre el pan y sobre la copa, expresan la dimensión de lo que quería hacer en la cruz: entregarse por los suyos, por todos los hombres, por el mundo, con un amor sin medida.
· Con sus gestos y sus palabras en aquella noche pretende que su muerte no es sin sentido, ni un asesinato horrible e injusto. Sabe que va a morir, para que los hombres comprendamos que solamente desde el amor hay futuro.
· Jesús siguiendo la tradición toma el lugar del cabeza de familia que pronunciaba la bendición, partía el pan sin levadura, e interpretaba su sentido como "pan de aflicción", el pan de Egipto. Jesucristo hace el mismo gesto pero en una nueva clave: en aquel pan se concentra la intensidad de su vida misma, en el momento en que llega su Pascua.
· Después de comer el cordero, el cabeza de familia levantaba la "copa de la bendición", en acción de gracias por la Pascua celebrada. Jesucristo , pasando la copa, recoge el recuerdo de la alianza del Sinaí. La entrega de la sangre de Cristo como sangre personal, es para una alianza personal que toca a todos, y a cada uno de los hombres. La sangre derramada de Cristo sella una nueva y definitiva alianza entre Dios y la humanidad. Ya no harán falta la sangre de los animales sacrificados. Jesús, el Hijo de Dios, es la sangre "derramada... por todos los hombres para el perdón de los pecados”. Es un sacrificio definitivo, de una vez por todas y para todos. El sacrificio de Jesús no se repetirá, sólo se actualizará ininterrumpidamente en la eucaristía.
· Según la tradición bíblica "la vida está en la sangre" de modo que la entrega de la sangre es entrega de la vida, la eucaristía es comunión con la vida glorificada de Jesús; comunión con el Resucitado, con su vida.
· Lo absoluto de la afirmación: "Es mi cuerpo... es mi sangre" es la declaración de que la Eucaristía nos hace participar a sus discípulos, de la Alianza de un modo vivo, real, como comunión con aquella unión entre los hombres, realizada definitivamente en la vida y la muerte de Jesús de Nazaret.
· Esta nueva alianza supone una novedad radical en las relaciones entre los hombres y Dios, porque nueva es la relación de Dios con los hombres por Jesucristo. En esta relación lo que nos liga es el amor . Porque lo que nos redime no es ni su muerte ni su sangre, sino lo que esta muerte y esta sangre significan: la entrega perfecta por amor al Padre en el cumplimiento de su voluntad.
· Toda la vida de Jesús, todas sus obras y sus palabras no tuvieron otra intención que la de darnos a conocer el misterio insondable de Dios, que es amor, amor a los hombres. Y el momento culminante de la vida de Jesús , su muerte en la cruz, fue la demostración suprema de que "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida".
· En el pan y el vino entregados, está la presencia de una vida vivida como don, dada y rota por todos, que obliga necesariamente a tomar parte en ella. Jesús en ese gesto recoge todo lo que Él ha hecho: Él ha ido rompiendo el pan de su vida hasta la muerte. Ha compartido con la gente su pan, su vida, su fe en el reino del Padre. Ahora comparte su cuerpo-pan para la vida, y su sangre será el sello de la Alianza, que constituya el nuevo pueblo de Dios.
· En cada eucaristía, hacemos memoria de Jesús para comprender que el jueves santo y el viernes santo están inseparablemente unidos, como lo están la misa y la misión cristiana, el amor de Dios y el amor al prójimo.
· Por la comunión, nos incorporamos a Cristo y a su Iglesia, y nos convertimos en hijos de Dios y consanguíneos suyos. La eucaristía es como una transfusión de la sangre, de la vida, del espíritu de Cristo para entrar así en su misión y en su causa. Jesús nos dice: “hagan esto en memoria mía”. No nos dice “mediten”, “escriban”, reflexionen”, “hagan congresos”, sino, sencillamente “hagan”.
· La misa no se termina con la misa, sino con la misión. No somos cristianos para ir a misa. La Eucaristía es la expresión de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestra caridad, y es siempre una exigencia para hacer operativa y eficaz nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad . Por eso, la finalización de la celebración reclama hacerse realidad en la vida; cuando termina la misa, debe recomenzar la misión.
· Al celebrar hoy la festividad del Cuerpo y de la Sangre de Jesús, no sólo adoramos el cuerpo y la sangre de Jesús materialmente tomados, sino que adoramos el gesto de Jesús de ofrecerlos por nuestra liberación . No se trata de una adoración estática, sino una adoración activa que nos mueve a celebrar ese mismo "culto del Dios vivo", en la entrega generosa, para que hoy este mundo concreto, este país concreto, esta comunidad concreta alcancen la ansiada liberación y vida en abundancia.
· Necesitamos que la hostia que hoy adoramos en custodias brillantes, sea la expresión de una vida efectivamente entregada en la custodia cotidiana del trabajo, de la familia, del estudio, de la profesión, del arte, de la política, etc.
· Corpus Christi es una fiesta de alianza con el Señor; una fiesta en la que hacemos memoria de su compromiso de amor y entrega; una fiesta en la que recordamos que el culto y la celebración cristiana, van unidos siempre a la justicia, al amor y a la fraternidad. Por eso, si no llevamos adelante su voluntad de vida y justicia, vaciamos de contenido nuestra participación en la celebración de la Eucaristía.
· Cada Eucaristía pone de manifiesto el derroche del amor de Dios por sus Hijos. Jesús se da como alimento y comida, en una alianza, al estilo de lo que nosotros podemos comprender, para darnos vida, para hacernos partícipes de su vida y para que partiendo y compartiendo nuestra vida, demos vida y vida en abundacia.

ü Para discernir
· ¿Qué experimento al recibir el cuerpo del Señor?
· ¿Me siento unido por la eucaristía al proyecto de Jesús?
· ¿Vivo la unidad con el resto del Cuerpo de Cristo?

ü Repitamos a lo largo de este día
…Tu carne es la verdadera comida, y tu sangre, la verdadera bebida…

ü Para la lectura espiritual
…”Cuando veas que está sobre el altar el cuerpo de Cristo, di a ti mismo: por este cuerpo no soy ya en adelante tierra y ceniza; ya no soy cautivo sino libre; por este cuerpo, espero los cielos y estoy seguro de que obtendré los bienes que hay en ellos: la vida inmortal, la suerte de los apóstoles, la conversación con Cristo. Éste es aquel cuerpo que fue ensangrentado, traspasado con lanza y que manó fuentes saludables, la de la sangre, la del agua para toda la tierra... Este cuerpo se nos dio para que lo tuviéramos y comiéramos, lo cual fue de amor intenso”…
S.Juan Crisóstomo, In epist. 1 ad Cor 24, 4: PG 61, 203; R1195.

ü Para rezar
"Mi Cuerpo es Comida"Mis manos, esas manos y Tus manoshacemos este Gesto, compartidola mesa y el destino, como hermanos. Las vidas en Tu muerte y en Tu vida. Unidos en el pan los muchos granos, iremos aprendiendo a ser la unidaCiudad de Dios, Ciudad de los humanos. Comiéndote sabremos ser comida, El vino de sus venas nos provoca. El pan que ellos no tienen nos convocaa ser Contigo el pan de cada día. Llamados por la luz de Tu memoria, marchamos hacia el Reino haciendo Historia, fraterna y subversiva Eucaristía.
Pedro Casaldáliga
MO CUERPO Y SANGRE

martes, 9 de junio de 2009

Misa de san Pío de Pietrelcina

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"ESTO ES MI CUERPO
QUE SE ENTREGA
POR USTEDES".

Benedicto XVI y la opción por el pobre

Por Gustavo Gutiérrez.

El discurso inaugural de la quinta Conferencia del episcopado latinoamericano y caribeño ha sido la ocasión para que Benedicto XVI haga una importante afirmación sobre la opción preferencial por el pobre, poniéndola en relación con la condición de discípulo y, por consiguiente, de misionero de todo cristiano.

Estas páginas se limitan a tratar ese punto del discurso. Veremos, en primer lugar, cómo es considerada la relación entre la fe en Cristo y la opción mencionada, luego nos preguntaremos de qué pobre se está hablando, y siguen, a modo de conclusión, algunos apuntes sobre el vínculo entre evangelización y promoción humana.& Es significativo que esta intervención ocurra en su primera visita al continente -y en una relevante asamblea eclesial- en que esa expresión nació a fines de la década de 1960. Desde entonces esa formulación y esa perspectiva, de clara raigambre bíblica, fueron acogidas en comunidades cristianas, en planes pastorales, en documentos episcopales -incluso de más allá de América Latina-, en textos de diferentes confesiones cristianas y en el magisterio de Juan Pablo II. Pero, en este itinerario, no han estado ausentes incomprensiones y tergiversaciones, arreglos de la frase –con añadidos y supresiones, con el ánimo de precisar su contenido- así como resistencias veladas o intentos de amortiguar sus exigencias.

En esta oportunidad, en un discurso llamado a tener una gran influencia en la reunión a la que fue dirigido, Benedicto XVI habla de ese compromiso haciendo ver su alcance teológico: “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor.8,9)” (Discurso n.3). De ahí vienen sus dimensiones evangelizadoras y de compromiso social. En efecto, su fuente teológica es transparente; en última instancia, es la opción por el Dios que se revela en Jesús. Por eso la hemos llamado una opción teocéntrica. Pero conviene decir resueltamente que afirmarlo no sólo no olvida que se trata de una solidaridad concreta y capilar con personas que padecen una situación de injusticia y de insignificancia social, sino que, más bien, le da un sólido fundamento y una radicalidad evangélica.

Creemos en un Dios que se hace presente en la historia y valora todo lo humano. En ese sentido, Karl Barth podía decir que el ser humano es la medida de todas las cosas en la medida en que Dios se hizo hombre. Apelando a uno de los textos más interesantes de su encíclica Deus Caritas est, el Papa Benedicto recuerda que “amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios” (n.15) (ibid). Un poco más lejos, la encíclica dice: “Amor de Dios y amor al prójimo son inseparables, es un único mandamiento” (n.18). Es evidente en estos asertos la inspiración del texto capital de Mt. 25, 31-46 (mencionado explícitamente en Deus Caritas n.15). Pasaje evangélico central en la reflexión teológica hecha en Latinoamérica y el Caribe. En Puebla inspiró el texto de los rostros de los pobres en los que debemos reconocer el rostro de Jesús. Santo Domingo prolongó el listado y sería valioso que la quinta Conferencia lo retomara, teniendo en cuenta las nuevas situaciones de pobreza y exclusión. Estaríamos ante una manera fecunda y abierta al futuro de manifestar la continuidad entre las conferencias episcopales latinoamericanas.

La opción por el pobre es un camino, a través de Jesucristo, hacia el Dios amor, un componente fundamental del seguimiento de Jesús, un signo que anuncia la presencia del Reino y manifiesta sus demandas. Es una opción prioritaria, preferencial, porque el amor de Dios es universal; nadie está excluido de él. Sin embargo, no es una universalidad abstracta, vacía de contenido: en ella los últimos, aquellos que viven una situación de marginación y de injusticia, contraria a la voluntad de Dios, deben ser los primeros. De ese modo amamos como Jesús amó (cf. Jn.13,34) y hacemos de su testimonio la pauta de nuestras vidas y de nuestros compromisos.

Con insistencia el Papa alude a la perspectiva específicamente cristiana de la encarnación como última palabra de lo afirmado. Así, líneas antes de la mención de la opción por el pobre, dice que “Dios es la realidad fundante, no un Dios pensado o hipotético, sino el Dios de rostro humano; el Dios con nosotros, el Dios del amor hasta cruz”. El Dios encarnado que se entrega “hasta el extremo” (ibid.) y acepta el precio del sufrimiento por fidelidad a la tarea de proclamación del Reino. Un “Dios cercano a los pobres y a los que sufren” (n.1).

Hablando de los valores necesarios para forjar una sociedad justa, vuelve sobre el asunto, y sostiene “donde Dios está ausente -el Dios del rostro humano de Jesucristo- estos valores no se muestran con toda su fuerza, ni se produce un consenso sobre ellos” (id. n.4). Se trata del Emmanuel, otro gran tema mateano, el Dios con nosotros, a quien reconocemos caminando, día a día, tras sus huellas. En ese orden de ideas, el Papa asevera -con una expresión que curiosamente fue acusada, en años pasados, de inmanentista por algunas personas- que “el Verbo de Dios, haciéndose carne en Jesucristo, se hizo también historia y cultura” (n.1). Uno de nosotros, miembro de la historia humana y de una cultura. Como nosotros. Su amor y su entrega total, su anuncio del Reino y su obediencia al Padre lo revela, al mismo tiempo, como el Hijo, como el Verbo de Dios.

En la historia se revela el amor del Padre. El Espíritu Santo, Espíritu de verdad, enviado a los seguidores de Jesús por el Padre en nombre del Verbo encarnado, debe llevarnos “hasta la verdad completa” (cf. Jn 14,26 y 16, 13). Esa presencia en la historia es el basamento del discernimiento de los signos de los tiempos. Este es el marco y el sentido del ver la realidad social e histórica con los ojos de la fe, presente, desde un inicio, en el llamado el método ver, juzgar, actuar acogido en la Gaudium et Spes, y muchos otros documentos eclesiales.

Es importante precisar que la perspectiva de fe no aparece recién en el juzgar; la visión de fe acompaña todo el proceso, lo que no quiere decir que no se respete la legítima autonomía y consistencia de las realidades temporales. Actitud que está presente, y es reclamada, en la práctica y textos de la Iglesia. En esa línea la Gaudium et Spes habla de “conocer y comprender el mundo en que vivimos” (n.4). Las perspectivas que abre la fe cristiana -transcendentes e históricas- no pueden ser puestas entre paréntesis en la visión de la realidad cuando se trata de examinar las interpelaciones a la vivencia y la comunicación del evangelio. Esto es el ABC del método, pero eso mismo nos conduce a un análisis serio y respetuoso de las situaciones examinadas.

Por el pobre y contra la injusticia

Según se ha precisado desde hace tiempo, estamos ante una opción firme y libre, como todas las grandes decisiones de nuestra vida; especialmente aquellas que están animadas por la búsqueda del Reino y la justicia. Y no frente a algo opcional, como el adjetivo derivado del sustantivo opción lo puede hacer pensar.

Una decisión que debe ser hecha por todo cristiano, incluso por los pobres mismos. Es una opción por los pobres e insignificantes y contra la injusticia y la pobreza que los agobia. Son los dos lados de una misma medalla. Sin embargo, las cosas no quedan allí; es, asimismo, un compromiso que debe ser asumido por el conjunto de la Iglesia. En ese sentido, Benedicto XVI se refiere a la Iglesia como “abogada de la justicia y de los pobres” (n.4) y unas líneas después reafirma: “formar las conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, educar en las virtudes individuales y políticas, es la vocación fundamental de la Iglesia en este sector” (n.4). Nótese la alusión a las virtudes políticas; “sociales”, dirá en otro lugar (n.3).

Pero hay más, y el discurso lo trae a la memoria igualmente. ¿De quién se habla cuando se menciona al pobre? El discurso es claro al respecto. Se trata aquellos que viven en la pobreza real, material, condición calificada como “inhumana” en Medellín, y como “antievangélica” en Puebla. Ella constituye un reto de envergadura a la conciencia humana y cristiana. El Papa se pregunta, por eso, cómo puede la Iglesia “responder al gran desafío de la pobreza y de la miseria” (n.4).. Se apoya en una cita de Populorum Progressio, cuyo cuadragésimo aniversario se celebra este año y que estuvo muy presente en la Conferencia de Medellín, para decir que “los pueblos latinoamericanos y caribeños tienen derecho a una vida plena, propia de los hijos de Dios, con unas condiciones más humanas: libres de las amenazas del hambre y de toda forma de violencia”. Recuerda, en seguida, que la encíclica “invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes” (n.4; cf. PP n.21).

Situación particularmente grave que conocemos bien, y que hace de América Latina y el Caribe, el continente más desigual del planeta. Grave y, además, escandalosa, dada la amplia mayoría católica que vive en él. Es un desafío a la credibilidad de la Iglesia católica que, desgraciadamente, sigue vigente. Se requiere una gran firmeza en el anuncio del evangelio y sus ineludibles consecuencias para todo creyente; así como una gran dosis de humildad para reconocer nuestras propias deficiencias y limitaciones y entrar en diálogo con personas de otros horizontes en vistas a unirse en una tarea que “invita a todos” en la búsqueda de la justicia social y en el respeto a la libertad de la persona humana.

El enfoque no da lugar a equívocos, los pobres que reclaman nuestra solidaridad son los que carecen de lo necesario para satisfacer sus necesidades básicas y que no ven valorada su condición de personas y de hijas e hijos de Dios. Al inicio del discurso, avanzando hacia las causas de esa situación, advierte que “la economía liberal de algunos países latinoamericanos ha de tener presente la equidad, pues siguen aumentando los sectores sociales que se ven probados cada vez más por una enorme pobreza o incluso expoliados de los propios bienes naturales” (n.2).

Expoliados muchas veces, también, de su dignidad humana y de sus derechos. La pobreza, la insignificancia social, no es un infortunio, es una injusticia. Constituye una realidad con varias vertientes, complejidad que está ya presente en la noción bíblica de la pobreza, y que comprobamos cotidianamente en nuestros días. Diversos factores -y no sólo el económico- intervienen en el asunto. Es resultado del modo como se ha construido la sociedad, a partir de estructuras económicas claro está; pero también de categorías mentales y culturales, atavismos sociales, prejuicios raciales, culturales (olvido de los pueblos indígenas y afroamericanos), y de género (la mayor parte de las personas pobres son mujeres) y religiosos acumulados a lo largo de la historia. Estamos hablando de una situación que es fruto de nuestras manos, por eso en ellas está, igualmente, la posibilidad de su abolición. Desde el punto de la fe las causas de la marginación de tantos reflejan un rechazo al amor la solidaridad, es eso lo que llamamos un pecado. Hasta esa raíz, y sus consecuencias, hay que ir para comprender la liberación total en Cristo.

La enorme pobreza y lo que la provoca, la creciente desigualdad e injusticia, es lo que está en cuestión. Esto pone las cosas en su debido nivel: describir y denunciar una situación de carencia que no permite vivir dignamente es importante, pero no es suficiente, hay que ir a las causas de ella, si se quiere superarla. Es un asunto de honestidad y de eficacia en el “combate por la justicia”, para retomar la conocida expresión de Pío XI. De no superarse la desigualdad social, el leve crecimiento económico que se experimenta en algunos países del continente no llegará a los más pobres.

Llegado a este punto, Benedicto XVI considera que frente a esa situación, y desde una perspectiva de fe, “la cuestión fundamental” consiste en “el modo cómo la Iglesia, iluminada por la fe en Cristo, deba reaccionar ante estos desafíos”. Ahora bien, “en este contexto es inevitable –agrega- hablar del problema de las estructuras, sobre todo de las que crean injusticia”. Un largo párrafo del discurso está, justamente, dedicado al punto. Dicho de un modo positivo, las estructuras justas “son una condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad”. Tanto “el capitalismo como el marxismo” las prometieron, pero, dice el Papa, esas promesas se revelado falsas porque olvidaron a la persona y a los valores morales (n.4). Sin lo cual no hay convivencia social humana y justa.

No toca a la Iglesia establecer esas estructuras, pero eso no le impide tener una palabra que decir sobre cuestiones económico-sociales. Su tarea es “formar las conciencias”, lo recordábamos más arriba, se trata de una posición clásica que toda teología que trata de estos asuntos debe tener en cuenta. No es retraerse y escapar de la responsabilidad en materias sociales y políticas. Por el contrario, insistir en que los seres humanos y sus derechos como personas y como pueblos constituyen el meollo, y la finalidad, de la vida en sociedad social es algo que tiene incidencias concretas y precisas. Lo prueban las dificultades que la palabra evangélica encuentra, allí donde es pronunciada, de parte de quienes ven afectados sus intereses. Las reacciones que provocó la predicación de Mons. Romero, y muchos otros casos en el continente, dan fe de ello.

Entre las causas de la pobreza el Papa apunta, igualmente, al papel que juega la globalización. Reconoce que dicho fenómeno tiene lados positivos que pueden significar logros para la humanidad; pero previene que ella “comporta también el riesgo de grandes monopolios y convertir el lucro en valor supremo” (n.2). Una denuncia presentada por muchos en este tiempo. La situación internacional condiciona, e incluso determina, numerosas cosas al interior de cada nación, su análisis resulta por eso imprescindible.

Evangelización y promoción humana

La experiencia de la solidaridad con el pobre que vive en una condición inhumana y de exclusión, hace ver hasta que punto el Evangelio es un mensaje que libera y humaniza y, por lo mismo, representa un reclamo de justicia. Benedicto XVI lo expresa así: “la evangelización ha ido siempre unida a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana” (n.3). Lo que sigue en el discurso es el texto, ya citado, de la Deus Caritas est acerca de la ‘fusión’ entre el amor a Dios y el amor al prójimo. La promoción humana no es una etapa previa a la evangelización, ni va por cuerda separada de ella. En las últimas décadas ha crecido la conciencia del estrecho vínculo que las liga. En ese orden de ideas, Juan Pablo II decía en Puebla decía que la misión evangelizadora de la Iglesia “tiene como parte indispensable la acción por la justicia y la promoción humana” (Juan Pablo II, Discurso inaugural, III,2)

Benedicto XVI, citando el episodio de Emaús, recuerda que la Eucaristía es “el centro de la vida cristiana” (n.4).. En la fracción del pan hacemos memoria de la vida, el testimonio, la muerte y la Resurrección de Jesús. Por ello la Eucaristía no es un acto privado e intimista, ella nos convoca al testimonio y al anuncio de Aquél que es “camino, verdad y vida” para todos. Ella “suscita el compromiso de la evangelización y el impulso a la solidaridad; despierta en el cristiano el fuerte deseo de anunciar el Evangelio y testimoniarlo en la sociedad para que sea más justa y humana” (ibid.)Es signo de comunión, y anticipación de su realización plena.

La unión con Cristo, reconocernos en él hijas e hijos de Dios nos convoca necesariamente a forjar la fraternidad y la justicia. Como se puede comprobar, lo manifestado en el discurso sobre la opción preferencial por los pobres no es una frase al paso, constituye un punto central de él. Está ubicado en un entramado pastoral, social y teológico y de espiritualidad que hace ver su hondura, alcance y exigencias. Nos permite también releer otros temas tocados en el discurso -brevemente por razones de tiempo y de coyuntura- que llaman a profundizaciones y precisiones. Es una tarea por hacer.

El tema está planteado y puesto sobre la mesa de la Conferencia de Aparecida, es, como decíamos al inicio, uno de los ejes de la continuidad con las anteriores conferencias episcopales, en la que el Papa y los obispos han insistido en estos días. Su presencia, colocada en la actual situación que se vive en América Latina y el Caribe, será de mucha importancia en la asamblea que acaba de comenzar.

Sea lo que fuere de esto, profundizar la perspectiva cristológica de la opción por el pobre es una importante contribución para ahondar nuestra condición de discípulos y misioneros y percibir la radicalidad evangélica del sentido que tiene la práctica cristiana de la opción y la solidaridad con el pobre y del rechazo de la injusticia, en tanto camino hacia el Padre de todos.

Cita de Pablo que se encuentra, también el documento Pobreza de la Iglesia n.18, de Medellín.

hemos tenido ocasión de estudiar con cierto detalle este texto de Mateo en “Donde está el pobre está Jesucristo”, en Páginas 201 (oct. 2001) 6-21..

“Fuera del seguimiento no se tiene la suficiente afinidad con el objeto de la fe para saber de que se está hablando, al confesarlo como Cristo” (Jon Sobrino, Jesús liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret (San Salvador, UCA, 1991) 104.

Al respecto ver las consideraciones, sustentadas en la práctica del método, de Luis Fernado Crespo Revisión de vida y Seguimiento de Jesús (Lima, UNEC-CEP, 1991)

Como dice M. Díaz Mateos “es una opción no opcional, pues es verificación de nuestra identidad eclesial y cristiana” (“El grito del pobre atraviesa las nubes”, en El rostro de Dios en la historia 159).

Ver al respecto, Felipe Zegarra, “La quinta Conferencias del episcopado de América Latina y el Caribe”, en Páginas 200 (agosto 2006), sobre todo páginas 16-17.

Entre esos bienes naturales se debe contar hoy -además de los que esa frase nos hace pensar espontáneamente- el agua y el aire, si pensamos en la polución, el calentamiento del planeta, y en general el daño causado al medio ambiente por una explotación sin freno. La cuestión ecológica interesa a toda la humanidad, pero afecta especialmente a los más frágiles de ella, a los pobres.

No es la primera vez, sin embargo, que Benedicto XVI toca el tema de las causas de la pobreza, en su encíclica decía: “Desde ese momento [el del surgimiento de la sociedad industrial], los medios de producción y el capital eran el nuevo poder que, estando en manos de pocos, comportaba para las masas obreras una privación de derechos contra la cual había que rebelarse” (Deus caritas est (2005) n.26).

Poco antes, Benedicto XVI había manifestado su preocupación por estos temas en una carta a Angela Merkel, canciller de Alemania. En ella propone que la unión europea se empeñe en “lograr el objetivo de eliminar la pobreza extrema antes del año 2015”, que “es una de las tareas más importantes de nuestro tiempo”; y añade una tarea inmediata: ”hacer todo lo posible para proveer a una rápida cancelación completa e incondicional de la deuda externa de los países pobres fuertemente endeudados y de los países menos desarrollados” (Carta del 16 de diciembre de 2006).

Bajo forma de una pregunta retórica, el discurso había anotado -antes del párrafo que estamos citando- que esta posición no significa “una fuga hacia el intimismo, hacia el individualismo religioso, un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del mundo, y una fuga de la realidad hacia un mundo espiritual” (n.3).

En este plano ético sitúa, asimismo, a la doctrina social de la Iglesia.

Antes, el Sínodo romano sobre Justicia en el mundo (1971) sostenía que la misión de la Iglesia “incluye la defensa y la promoción de la dignidad y de los derechos fundamentales de la persona humana” (n.37).

Celebrar la Eucaristía nos lleva a “trabajar por un mundo más justo y fraterno” (Sacramentum Caritatis n.88).

Pastoral Popular.

Revista del Centro Ecuménico Diego de Medellín. Santiago de Chile, Martes 9 de Junio de 2009

viernes, 5 de junio de 2009

Comunicado de grupo "Curas en la Opción por los pobres"

Comunicado ante la situación en Bolivia del grupo argentino "Curas en la Opción por los Pobres", tomado de Adital: http://www.adital.com.br/site/notic...ng=ES&cod=17213 Ante la situación de Bolivia, los Curas en la Opción por los Pobres queremos decir una palabra a nuestras comunidades y a la sociedad. "La hermana república de Bolivia está en la calle". El descontento con las autoridades vuelve a poner varias preguntas en el ambiente: la democracia, ¿debe ser representativa o participativa? El pueblo en la calle ¿podría ser antidemocrático? ¿Tienen algo que ver países extranjeros o bolivianos con mentalidad extranjera, en la situación que se está viviendo? La democracia occidental, capitalista neoliberal, ¿no es acaso un modo de organización extraño a las raíces de nuestros pueblos originarios de América Latina, pero que es impuesto con sangre y represión? (1) Quisiéramos tener respuestas, aunque nos faltan elementos; sin embargo queremos expresar nuestra reflexión: 1. No nos parece casual que el conflicto en Bolivia, tenga elementos semejantes al que hace unos meses vivió el Ecuador, y al que parece pretenderse para Venezuela. Y no podemos ignorar que en todos los casos hay un elemento común: Energía. Gas y Petróleo son motivos más que suficientes para que poderes oscuros pretendan apoderarse de ellos. Los intentos del Imperio de monitorear democracias (¿quién monitorea Guantánamo?), o de declarar "repúblicas fallidas" (¿quién asegura que sea "acertado" el modo de gobierno bélico-terrorista del Norte?), y sus guerras "preventivas", no parecen inocentes en esta situación. 2. Mirar la actitud de la gente en las calles bolivianas, nos recuerda otras del Perú, o de Ecuador, y esto nos invita a pensar otro elemento en común: no es casualidad que los que alzan la voz del clamor popular, sean comunidades mayoritariamente aborígenes. Comenzando por el levantamiento de Chiapas, y siguiendo por muchos otros, los hermanos de los pueblos originarios levantaron su grito silencioso diciendo "basta". Basta de saquear a la "Madre Tierra", basta de expolio, y de muerte. 3. Y entre opresores y oprimidos, tampoco resulta extraño ver a los sectores del poder económico siendo fieles a su histórica alianza con los explotadores, desentendiéndose de la vida, el dolor y la muerte de los hermanos caídos al costado del camino. Ayer lo llamaron "barbarie", hoy "autonomía" o "secesión", lo cierto es que las víctimas de sangre que reclama el dios dólar o el dios mercado siguen siendo siempre las mismas. 4. No nos queda clara la actitud del Gobierno argentino, quien en las palabras parecía buscando colaborar en la pacificación, pero en la práctica parece aliado de Repsol y de Techint, que no son ajenos a las políticas de expolio y sangre. En nombre del Dios de la Vida, como comunidad de hermanos, queremos solidarizarnos con el pueblo boliviano, queremos repudiar la violencia y el expolio, y hasta la "acumulación preventiva" de energía. Y en esta solidaridad con nuestras hermanas y hermanos bolivianos, abrazamos también a los miles de bolivianos que residen en nuestro país. Con ellos nos unimos a la oración a la Virgen de Copacabana para que con justicia y dignidad, el pueblo hermano alcance la paz. *Marcos Alemán, Marcelo Ciaramella, Eduardo De La Serna, delegados de ‘Curas en la Opción por los Pobres’ Argentina
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(1) Recordamos las palabras de los Obispos Latinoamericanos en Medellín: "Esta falta de adaptación a la idiosincrasia y a las posibilidades de nuestra población, origina, a su vez, una frecuente inestabilidad política y la consolidación de instituciones puramente formales. A todos ellos debe agregarse la falta de solidaridad, que lleva, en el plano individual y social, a cometer verdaderos pecados, cuya cristalización aparece evidente en las estructuras injustas que caracterizan la situación de América Latina" (Promoción Humana Nº 2)

jueves, 4 de junio de 2009

El Papa de Fátima

Entrevista a Renzo Allegri, autor del libro «El Papa de Fátima» Fátima y el atentado al «obispo vestido de blanco», 25 años después (I)

Eran las 17, 19 del 13 de mayo de 1981, cuando en la plaza de San Pedro de Roma, el turco Alí Agca trató de asesinar a Juan Pablo II, disparándole varios tiros desde poca distancia, con una pistola.
El Papa polaco, herido gravemente en el abdomen, estuvo a punto de morir desangrado antes de llegar al hospital Gemelli, donde fue operado urgentemente.
Entre la incredulidad general, el Papa sobrevivió a aquel atentado y atribuyó la salvación de su vida a la intercesión de Nuestra Señora de Fátima –«…una mano materna guió la trayectoria de la bala...»–, cuya fiesta se celebra el 13 de mayo, en recuerdo de su primera aparición, en 1917, a tres pastorcillos portugueses.
En 2000, Juan Pablo II hizo pública la tercera parte del secreto de Fátima en el que se hablaba del atentado contra un «obispo vestido de blanco», y reveló al mundo que era él mismo.
Veinticinco años después del atentado, el periodista y escritor Renzo Allegri ha reconstruido con una investigación rigurosa todo el suceso, y el resultado ha sido publicado en italiano con el título «El Papa de Fátima» («Il Papa di Fatima», editorial Mondadori». ROMA, jueves, 11 mayo 2006 (ZENIT.org).¿Por qué Juan Pablo II es el Papa de Fátima? Antes que nada porque él mismo se reconoció en aquel «obispo vestido de blanco» que los tres niños, Lucía, Francisco y Jacinta, «vieron» durante la aparición del 13 de julio de 1917, cuando la Señora les confió el llamado «secreto de Fátima». Y además porque, tras tomar conciencia de aquel suceso misterioso, Juan Pablo II vivió empeñado en realizar las peticiones y deseos contenidos en el mensaje de Fátima. Se entregó a esta misión con todo su ser, ofreciéndose como víctima por la salvación del mundo, promoviendo una «cruzada» mundial de oraciones, sobre todo entre los jóvenes, y obteniendo los resultados históricos que todos conocen: la caída del comunismo en los países del Este, la vuelta de la libertad religiosa en aquellos países y, quizá, contribuyó también a evitar un tremendo conflicto nuclear que, según los historiadores, se divisaba en el horizonte. La relación entre Fátima y Juan Pablo II es, en mi opinión, muy grande y está todavía por descubrir. En su libro, usted afirma que, aunque Karol Wojtyla fuera todavía poco conocido, el padre Pío ya se había dado cuenta de que se convertiría en un hombre muy importante. Usted que conoce bien la vida del padre Pío, ¿puede explicarnos a qué se refería el santo de Pietrelcina? En las biografías de los santos, sucede a menudo que tienen «canales» de comunicación fuertes y precisos, que escapan al control de la racionalidad. Este fenómeno se verificó también entre el padre Pío y Karol Wojtyla, y hay dos episodios concretos, relacionados entre sí, que lo demuestran. En 1948, el joven sacerdote Karol Wojtyla, estudiante en Roma, había oído hablar del padre Pío y quería conocerlo. Viajó a San Giovanni Rotondo en las vacaciones de Pascua y se quedó una semana. Nunca se ha sabido de qué hablaron. Parece que el santo de Pietrelcina lo «vio» vestido de Papa y con manchas de sangre en la sotana blanca. De esta especie de profecía, difundida rápidamente tras la elección de Wojtyla como Papa, nunca hubo confirmación. Sin embargo es irrefutable el hecho de que aquel encuentro marcó profundamente a Wojtyla, suscitando en él una gran veneración por el padre Pío. En 1962, Wojtyla volvió a Italia como obispo para participar en el Concilio Vaticano II. En Roma, le llegó una dramática noticia: una colaboradora suya, Wanda Poltawska, médica y psiquiatra, tenía un grave tumor. Los médicos decidieron intentar una operación pero la esperanza de salvarla era casi nula. Wojtyla escribió inmediatamente una carta al padre Pío pidiéndole oraciones por la doctora Poltawska. El padre Pío, en aquellos años, estaba sometido a gravísimas acusaciones. El Santo Oficio decretó serias restricciones disciplinarias contra él, prohibiendo a sacerdotes y religiosos que le contactaran. Wojtyla estaba ciertamente informado de esta situación pero no hizo caso porque, por motivos que ignoramos, tenía un «conocimiento» del padre Pío por encima de cualquier insinuación. Hizo llegar la carta al padre Pío con urgencia, a mano, a través de Angelo Battisti, empleado de la Secretaría de Estado y colaborador del padre Pío. Battisti me contó, entregándome copia de aquella carta, que el padre Pío quiso que se la leyera y, al final, tras algún instante de silencio, dijo: «Angiolino, a esto no se puede decir que no». Sabiendo que cada palabra del padre Pío tenía una repercusión misteriosa y concreta en la realidad, Battisti se quedó muy sorprendido de aquella frase. «¿Quién será este Wojtyla?», se preguntaba. Pidió información pero en el Vaticano nadie lo conocía, excepto los polacos para los que era sólo un joven obispo. Once días después, Battisti recibió el encargo de llevar otra carta de Wojtyla al padre Pío. Y en esta carta el obispo polaco le daba las gracias al padre porque la doctora Poltawska «se había curado de repente antes de entrar en el quirófano». Estos son los hechos ciertos que conocemos y que demuestran que el padre Pío, como en muchas otras ocasiones, «intuyó» los designios de Dios sobre Wojtyla con una desconcertante precisión. ¿Cómo entra en la historia de Juan Pablo II la tercera parte del secreto de Fátima? De modo misterioso, como sucede siempre con los acontecimientos del Espíritu. En teoría, Juan Pablo II formó parte de aquel «secreto» desde que nació. La misión le fue confiada incluso antes de nacer y la historia de su existencia se ha desarrollado libremente en sintonía con los designios de la Providencia. Pero, de hecho, quizá tomó conciencia de su misión sólo tras el atentado de 1981. No tenemos pruebas científicas, documentos explícitos que demuestren la relación entre Wojtyla y el secreto de Fátima. Sólo la convicción del mismo Papa que, tras el atentado, reflexionando sobre lo que sucedió y leyendo el texto de sor Lucía sobre la tercera parte del famoso secreto, se reconoció en aquel relato. Sor Lucía escribió que, durante la aparición del 13 de julio de 1917, ella, Francisco y Jacinta habían visto a un obispo vestido de blanco que, medio tembloroso, con paso vacilante, afligido por el dolor y la pena, atraviesa, junto a otros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, una gran ciudad en ruinas, rezando por las almas de los muertos que encuentra en su camino y sube por una montaña escarpada, en cuya cima hay una cruz a cuyos pies es asesinado. Wojtyla, a la luz de lo que sucedió, estaba convencido de que la visión tenía las características de una auténtica «profecía». Y, con el pasar del tiempo, su convicción se fue fortificando hasta convertirse en «certeza». Es lícito pensar que tuviera, por parte de sor Lucía, otras informaciones y aclaraciones que no conocemos. En el año 2000, 19 años después del atentado, Juan Pablo II estaba tan seguro de su convicción que quiso darla a conocer al mundo entero. Lo que se hizo realidad en Fátima, al final de la ceremonia de beatificación de Francisco y Jacinta, mediante un discurso del cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, ante más de un millón de peregrinos, e incontables millones de fieles conectados por televisión en directo. También la voluntad de Wojtyla de hacer pública su convicción es un argumento lleno de significado.