miércoles, 11 de noviembre de 2009

Conferencia: Anselm Grüm. 2006-BA(parte II)


Antes de desplegar esta espiritualidad quisiera relatar una breve historia monacal del siglo IV. Una persona llegó a un conocido padre y quería hablar con el sobre la experiencia espiritual, el cielo. El monje no le da ninguna respuesta, y entonces el otro monje se aparta del discípulo de Pimen, está muy enojado y le pregunta ¿por qué no ha respondido? Y entonces Pimen le dice: “este padre es del cielo pero Pimen vive en la tierra. Si hubiese hablado acerca de las pasiones humanas entonces yo habría hablado”. Entonces el discípulo le sigue al visitante y le pide regresar, y entonces sí hay un diálogo sobre las pasiones humanas y de pronto sí están hablando acerca de Dios y el diálogo se vuelve verdaderamente importante. Para mí esto es un símbolo de la espiritualidad desde abajo. Eso no significa que yo rechace la espiritualidad desde arriba porque nosotros necesitamos ejemplos, modelos, es importante que uno se encamine hacia lo más alto, y nosotros necesitamos la Biblia que nos saque de lo cotidiano, pero también siempre necesitamos el polo opuesto, la propia realidad, de lo contrario, y a eso lo veo en muchos acompañamientos espirituales que la gente tiene buenas intenciones pero finalmente están sobre exigidos, finalmente están desesperados porque ven que siguen moviéndose dentro de sus viejos problemas y no pueden avanzar.



El objetivo de esta espiritualidad es uno típicamente cristiano, es la transformación, la metamorfosis, un tema central en la Biblia. Dios transforma al hombre y eso se ve también en Jesús. Jesús brilla en su cara, todo su ser brilla. El objetivo de la espiritualidad es que todos sean transformados en la imagen única y singular que Dios se ha hecho de ellas. Romano Guardini, un teólogo muy conocido, dijo alguna vez: “Dios habla sobre cada persona una palabra original que solamente vale para esta persona y toda nuestra tarea es encontrar y transmitir esta palabra que sólo está indicada para una persona. Bíblicamente esta es la palabra de profeta. Profeta no es solamente el que predice sino aquel que de una forma singular puede señalar algo acerca de Dios que sólo el puede expresar. Pero para comprender qué es lo que quiere Dios que yo exprese de el y lo reconozca, tengo que escuchar la voz de Dios en mi vida y eso es lo que yo ahora quiero pasar a desarrollar.
El primer ámbito al que debemos prestar atención son entonces nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Los monjes han escrito mucho de los pensamientos, de los sentimientos. Hablé ayer de este tema y no quiero volver sobre lo mismo hoy sino simplemente relatar algunos ejemplos. Muchas veces veo a cristianos que, como cristianos, creen que no pueden tener miedo, que deben tener siempre confianza, pero eso no les ayuda porque el miedo sigue presente, y entonces intentan pedirle a Dios que los libere del miedo, pero ellos no miran al miedo, utilizan a Dios como si fuese un mago que mágicamente los libere del miedo, pero eso no ayuda. Para mí, una ley fundamental de la espiritualidad es que si por la fuerza lucho contra algo, me va a perseguir siempre, en ese caso siempre me voy a ver confrontado con mi miedo. Espiritualidad desde abajo quiere decir que desciendo hasta mi miedo, que lo permito, que el miedo puede estar, si no tuviese miedo entonces carecería de medida, sería desmedido, pero obviamente también hay miedos que me paralizan, y en ese caso es necesario admitir el miedo, hablar con Dios acerca de ese miedo y entonces el miedo me puede llevar a Dios, descendiendo al miedo me lleva a Dios. ¿Cómo puede ser eso? Una persona, por ejemplo, tiene miedo del grupo, miedo de equivocarse, de cometer un error. Yo acompañé a una hermana que tenía miedo de trabarse en la lectura y que si se trababa en la lectura sus compañeras la iban a considerar de loca. No tiene sentido decir que ese miedo es irracional sino aceptar ese miedo y entonces preguntar ¿cómo me defino yo?, ¿me defino a partir del juicio de mis hermanos o me defino a partir de Dios? Es decir que el diálogo acerca del miedo me lleva a Dios. Algunas otras personas tienen miedo de la enfermedad, de que puedan enfermarse de cáncer. Yo no puedo sacar ese miedo, pero si hablo de ese miedo y logro decir sí, me puedo enfermar, entonces puedo preguntar ¿a qué apuesto?, ¿solamente valgo algo si soy sano?, entonces yo me voy a entregar con todo mi ser a Dios y así el miedo puede ser una invitación a confiar en Dios y no a confiar en mí mismo.
Y he acompañado a una mujer que a la edad de doce años tuvo un accidente, fue arrollada en bicicleta por un camión y vio como esas enormes ruedas pasaban al lado de ella, fue internada en un hospital, pero luego como joven superó bien ese accidente. Aprendió un oficio, trabajó como asistente social, pero a la edad de cuarenta años de pronto no podía salir de la casa, tenía miedo de cruzar la calle. Llegó entonces al Recolectia House, al hogar nuestro, y a pesar de que son caminos rurales y no hay tráfico alrededor del monasterio, tenía miedo de salir, y yo le pregunté por qué tenía miedo y ella me dijo que tenía miedo de caerse muerta. Obviamente uno puede decir que eso no tiene sentido, que es irracional, pero eso no le va a ayudar a la mujer si le digo así, sino que le dije: “sí, está bien, puede caerse muerta, permítase caer muerta porque es un recuerdo”. La pregunta sí me voy a morir pero voy a morir hacia Dios, es decir, hablando con el miedo me lleva a cosas esenciales. Otra respuesta puede ser “sí, puedo morir, pero en este momento que pienso, estoy vivo, por eso ahora quiero vivir concientemente”, agradecer lo que he podido vivir, entonces ese miedo ante la muerte es una posibilidad de recordar y de aceptar lo que la vida me da. Eso significa que el miedo no va a desaparecer pero va a ser una acompañante que me va a recordar siempre el camino hacia Dios, me va a guiar hacia Dios. En general solemos pensar que la muerte es desagradable, entonces tratamos de esquivarla pero lo que es desagradable también puede convertirse en nuestra compañía que nos lleve a Dios.
Otro ejemplo es la depresión. En Alemania la depresión se ha convertido en la segunda causa más frecuente que hace que la gente no pueda ir a trabajar. Es decir que es más frecuente que todas las demás enfermedades. Y esa depresión aumenta cada vez más y en los Estados Unidos es mucho peor aún. Entonces, la pregunta que se plantea es ¿cómo puedo manejar esto? Mucha gente no se anima a decir que tiene sentimientos depresivos, lo reprime y tiene miedo de ser depresivo y nuevamente tenemos que plantearnos qué quiere decirnos la depresión. Yo he acompañado a una hermana que hizo terapia, hizo acompañamiento espiritual y pensó que finalmente había manejado su depresión y se había liberado de ella. Pero luego otra hermana la llamó, la criticó un poco y súbitamente volvió a caer en el pozo de la depresión entonces se dijo “nada tuvo sentido, la terapia no tuvo sentido, simplemente yo soy depresiva”. En ese caso yo le dije: “¿tú crees que Dios te tiene que liberar de la depresión, y tu vida hacia Dios esquiva la depresión?, pero yo te digo que el camino a Dios pasa por la depresión, tienes que aceptar que sos sensible, que sos impotente frente a esa depresión, pero si admito la depresión entonces esa depresión me va a decir que la vida no es tan superficial, que hay una profundidad dentro mío y entonces voy a sentir también esa profundidad.
Daniel Hell, psiquiatra, dijo alguna vez que la depresión hoy es un grito de auxilio del alma frente a una excesiva movilidad, a excesivos cambios, a una excesiva sobre exigencia desde afuera y entonces en la depresión se expresa el anhelo de volver a sanarse. ¿Cómo puedo hacerlo? Puede hacer buenos rituales, puede hacer una vida cristiana, que y encuentre sostén en mí mismo y en Dios.


La espiritualidad desde abajo dice para mí no ser irascible contra mí mismo sino confiar en que Dios, a través de todo lo que me causa problema está hablando conmigo y que eso puede ser mi acompañante hacia Dios. Eso es para mí una devoción que me mantiene vivo. He visto a muchos cristianos que durante muchos años han luchado contra su depresión, su sensibilidad, y luego se muestran defraudados porque nada les ha ayudado y en ese caso muchas veces veo que ellos se apartan de la fe porque dicen que la fe tampoco les ha ayudado, pero ese es un abordaje equivocado. Yo tengo que realizar mi ideal de no tener miedo y que la gente me tiene que ayudar, y ese no es el camino, el camino es abordarlo de manera delicada y entonces todos estos sentimientos me van a ayudar a descender más profundamente a mí mismo. Este es el primer ámbito.