miércoles, 14 de octubre de 2009

La reparación al Corazón de Jesús. María Josefina Llach, aci. (IVparte. extraído de la revista Umbrales)

DE JESÚS
Que Dios tiene corazón nos lo dice la Biblia; aunque el Antiguo Testamento "814 veces se refiere al corazón del hombre y sólo 26 veces habla del corazón de Dios. Pocas veces, es verdad, pero son siempre textos muy significativos que tienen una relación directa con el hombre" (ver Díaz Mateos, Manuel: "Dios tiene corazón"). Vamos a recordar sólo dos, que nos pueden ayudar:


* "Les pactaré alianza eterna de hacerles bien, y pondré mi temor en sus corazones, de modo que no se aparten de junto a mí; me dedicaré a hacerles bien, y los plantaré en esta tierra firmemente, con todo mi corazón y con toda mi alma" (Jer 32,40-41).
Este texto describe algo de "lo que hay en el corazón de Dios". Él quiere el bien del hombre. Lo quiere con su corazón: el corazón es la sede de los deseos, y los deseos son lo que mueve a la persona, y muchas veces lo que mueve también a otros que entran en esos deseos de una persona. Los deseos tienen su propia eficacia. El amor por el hombre, el deseo de comunicarle el bien, residen en el corazón de Dios. Y es deseo intenso, por eso el Señor implica en esto todo su corazón: un corazón unificado por el amor.
En el mismo salmo dice: "el plan de Yavé subsiste para siempre, los proyectos de su corazón por todas las edades... Él forma el corazón de cada uno (de cada persona)" (Sal 33,11.15).Dios proyecta con el corazón. En continuidad con lo anterior, hace planes de bien sobre el hombre, y no tanto los piensa cuanto los "corazonea". Y el otro versículo nos habla de que el corazón de Dios hace al hombre, lo da a luz, lo forma; es una imagen de creación: Dios va dando forma a cada uno.Él no sólo ha creado "al hombre" sino que se detiene en la creación de cada uno, en pensar amando la concreta personalidad de cada uno.Con esta pequeña muestra vemos que la Biblia está cargada de la idea de que Dios tiene corazón.Pero acá hablamos de "corazón de Jesús". Que no es lo mismo, aunque va a lo mismo. "Corazón de Jesús" significa que Dios se acercó tanto al corazón roto del hombre, que se hizo hombre. Para estar cerca; porque, como decíamos, el método concreto que usó Dios para salvarnos y hacernos hijos fue la Encarnación. De eso se trata.
Cuando decimos "el corazón de Dios", esto no es una pura idea, ni una pura entelequia... ni siquiera un puro espíritu. Sino que Dios, que tiene corazón, se encarnó en Jesús de Nazaret, Jesucristo; y el significado central del misterio de la Encarnación está resumido en el corazón de Jesús. En el corazón de este hombre concreto está el corazón de Dios. Y "no otro camino hay" (Sta Rafaela María PDH 1025) para acceder al corazón de Dios que el corazón de Cristo. El corazón de este hombre es el corazón de Dios.
Pero, ¿cómo reparar algo tan sublime? ¿Puede ser que este corazón de Dios que es el de Jesús esté lastimado? Sí: "uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua; y el que vio es el que lo asegura, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean" (Jn 19,33-35). Ésta es la historia. Una historia de amor, pero no de amor fácil: porque "nadie tiene amor mayor que el que da la vida por los que ama" (Jn 15,13).Es un acontecimiento que ha inspirado a místicos muy grandes -no sólo de los conocidos, sino también a cristianos muy anónimos y muy profundos-, y que no se resuelve en una alegoría. Es un hecho que contiene todo el espesor de la historia. La mística cristiana sólo puede nutrirse de historia y de fe.Podríamos pensar que con la resurrección terminó toda herida, toda muerte; pero que no es así lo sabemos gracias a la necesidad de certezas de Tomás: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré". Una necesidad que Jesús no sólo comprendió, sino que también, a su manera, respaldó, compartió: "Trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente".Para nosotros será mejor "creer sin haber visto", pero esta fe nuestra se apoya en la historia: justamente en el testimonio de los apóstoles, que tiene como finalidad certificarnos que "el Verbo se hizo carne". Para que nosotros creamos, otros vieron, tocaron, palparon (Jn 20,25.27.29, Cf. 1Jn 1,1).
La resurrección ha respetado la herida del corazón de Cristo. Es un hecho y un símbolo. Primero, de que la vida sale del corazón, del corazón herido. La herida no es una desgracia, sino una gracia, una fuente de vida. Segundo, de que hay que seguir curando. Hay que seguir extendiendo, en el espacio y en el tiempo, la reparación del corazón de Cristo. Porque su corazón sigue estando herido y sin resucitar en miles y miles de hermanos -suyos y nuestros-, otros Cristos que sufren pobreza, opresión, desamor.
En esto consiste la misión de la Iglesia. Es una manera de vivir la misión de la Iglesia que Dios da como carisma a quienes Él elige: un estilo solidario y esperanzado.

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