martes, 13 de octubre de 2009

La reparación al Corazón de Jesús. María Josefina Llach, aci. (IIIparte) )extraído de la revista Umbrales)

AL CORAZÓN

No es éste el lugar de hacer un tratado sobre lo que significa este término, en la Escritura o en el lenguaje filosófico. Karl Rahner lo llamó "protopalabra". Es decir, una "palabra primera" que alude a una experiencia de la persona que siente que es una, y que expresa su experiencia usando un concepto de origen corporal.El corazón, para la doctrina sobre el hombre, es el centro que unifica la totalidad de la persona, y en el cual resuenan todos sus aspectos. Centro de la persona que es el nudo por donde pasan todos los hilos que nos van tejiendo, y que luego alcanzan otras dimensiones de nuestro ser y de nuestra actividad; éstos encuentran en el corazón su coherencia, su trabazón original.El corazón es, sobre todo, aquello con lo cual pronunciamos los profundos "quiero", que no son ni pura voluntad, ni puro afecto, ni puro pensamiento, sino compuestos de lo más nuclear de todo lo que somos; con el corazón pronunciamos esos "quiero" que determinan el sentido de nuestra vida. En el corazón discernimos qué es lo que vale de todo lo que recibimos, porque recibimos con el corazón: las cosas profundas que los otros nos dan caen en el corazón, y el corazón las recibe, y las elabora, y las acepta o las rechaza.Por eso en el corazón se decide el sentido de nuestra propia vida. Es ese "lugar" de nuestro ser que descubre la luz que da sentido a toda la vida y que la acepta o no. Es también la sala del alma donde accede casi únicamente Dios, donde a Él le gusta "entrar y salir como en casa propia"1, y donde libremente damos acceso a aquellas personas en quienes confiamos. Pero el corazón no queda totalmente en secreto. Se manifiesta, se muestra en lo que hacemos, en los gestos, en las palabras. De ese centro inasible, misterioso, que ni nosotros mismos podemos manejar del todo, salen fuerzas que se despliegan en nuestras capacidades afectivas, volitivas, intelectuales..., buenas o malas, según cómo sea el sentido que hemos elegido para nuestra vida, y las decisiones que vayamos tomando, acordes o no con ese sentido.
1. Rafaela Maria, Santa (Fundadora de la Congregación de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús): Apuntes espirituales. Tomado de Palabras a Dios y a los hombres, A.C.I., Madrid, 1987, p. 1051 (en adelante citados como PDH).
No todo en el ser humano es corazón. Pero todo lo que tiene algo de importancia, y mucho de lo que no la tiene, se relaciona con "lo que hay en el corazón": "de la abundancia del corazón habla la boca". Aunque quisiéramos sujetar en un manojo apretado todos los hilos del alma, no lo lograríamos: el corazón se expresa, a la corta o a la larga, siempre. Nuestros manotazos para tapar la luz -que bien puede ser luz oscura- que sale del corazón, resultan casi siempre inútiles. Es centro el corazón. Y el centro tiene siempre periferias:


* "Del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios...: esto es lo que hace impuro al hombre" (Mt 15,19).
* "Lo que cae en buena tierra son los que... conservan la Palabra con corazón bueno y recto" (Lc 8,15).
* "Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón" (Mt 22,37; Dt 6,5).
* "Esto mismo hará con ustedes mi Padre, si no perdonan de corazón cada uno a su hermano" (Mt 18,35).
* "Donde está tu tesoro está tu corazón" (Mt 6,20).
* "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8). (¿Habrá sacado de acá el Principito: "sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos"? Sí, el corazón ve; pero ve más lejos y mejor un corazón limpio).


O sea, corazón: fuente y cumbre de "lo que en el hombre hay".
Pero hablamos de "reparar el corazón" o "reparar al corazón". Y sí, porque el corazón se rompe de mil maneras distintas. Sufre, se desconcierta, se desorienta, se angustia, se siente incapaz de construir, no siempre ama sino que odia y destruye, o bien queda sepultado bajo las preocupaciones de la vida o el ruido y el tráfago o las meras sensaciones que acallan sus gemidos profundos; o se rompe cuando es insultado o degradado el hombre o la mujer, cuando es oprimido "por cosas de dentro o de fuera" (GS 17); y sobre todo cuando no alcanza el cumplimiento de sus deseos.
Entonces, hay que reparar el corazón para reparar a la persona rota, o reparar sus vínculos fundantes con Dios, o con los más amigos, o los más amados, o reparar su enganche con la vida cuando todo le hace preferir la muerte. O sea, que es lícito y justo y necesario reparar el corazón: reparar el propio corazón, y ayudar a reparar la persona de los hermanos, o los vínculos que nos hacen ser familia y no extranjeros. Tan importante es esto de reparar los vínculos entre los hombres, y de éstos con Dios, que es el encargo que Él va a dar a su profeta, y que es en realidad una promesa:


* "Reconstruirás las ruinas antiguas,
restaurarás los cimientos seculares,
y te llamarán ‘Reparador de brechas’."
* "Restaurador de moradas en ruinas" (Is 58,12)
Reparar el corazón del hombre: en esto consiste el proyecto de Dios. Y para hacerlo, Él va a elegir, un método particular: ponerse cerca, para lo cual va a exponer su propio corazón:
* "Yavé está cerca de los que tienen roto el corazón"
(Sal 33,19).


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