jueves, 10 de septiembre de 2009

LA NOCHE DE LOS POBRES ESTÁ EN VELA. Pedro Casaldáliga y José María Vigil.

Los motivos de esta crisis mayor de la opción por los pobres y, consecuentemente, de la solidaridad con ellos, son muchos, estruendosos, totales.



•El crac del Este Europeo y la caída del socialismo real. El fracaso de algunas revoluciones populares. El supuesto triunfo del nuevo imperio del liberalismo y la hegemonía omnímoda del mercado.


•Porque no se «ve» un proyecto histórico de los pobres, alternativo, que sea viable en este momento globalizado de la política y la economía. Hoy la opción por los pobres ha de hacerse más a contramano, sin el respaldo sensible de un organigrama que lo respalde, sin la fuerza manejable de una esperanza mecanicista que le dé credibilidad de facticidad histórica próxima. La opción por los pobres y por sus Causas, en esta hora nocturna, ha de hacerse como en el aire de la fe, como al viento de la utopía .


Hablando en cristiano eso no es novedad, sino la verdad de siempre. Nuestra «esperanza contra toda esperanza» es una esperanza contra toda apariencia, la fe contra toda evidencia, el amor contra toda imposibilidad. O sea: la opción por los pobres y la solidaridad con ellos ha de ser hoy más teologal que nunca.


•La posmodernidad, que en cierta medida es el cansancio de la modernidad o su autodecepción, proclama la renuncia a los «grandes relatos» y al sonambulismo de las «Grandes Causas», porque los cree inviables o inútiles, y porque opta sistemáticamente po r el pragmatismo palpable y por el consumismo diario.


•La hora psicológica -convergencia de todos estos factores- es de un cierto agotamiento o depresión, de un cansancio de fin de día, de alergia a lo que tanto nos ha hecho sufrir y por lo que tantos y tantas, compañeros de camino, lo han dado todo, hast a la vida. De decepción también, porque muchos, compañeros igualmente, nos han fallado. Pasado el soplo fuerte de las banderas en alto, son tantos y tantas los que se han acomodado al ritmo del oportunismo o de la seguridad.


Hoy día hablar de análisis social, de coyuntura sociopolítica, de crítica racional, de evaluación ética, de juicio teológico, encima de la prepotencia y de la evidencia del sistema, resulta uno de aquellos «lenguajes duros» que le atribuían a Jesús de Nazaret los que no estaban muy decididos a seguirle radicalmente (cfr Jn 6, 60).


No hay que comulgar con ruedas de molino


Con frecuencia nos dejamos abatir porque magnificamos lo negativo y comulgamos gregariamente con las ruedas de molino que todo el mundo se traga en esta hora de la caída «del socialismo» y de la euforia neoliberal. También nosotros podemos acabar r econociendo, más o menos atolondradamente, que «la historia ya no va más allá».


La fe es esa luz que brilla en un lugar tenebroso, como decía el apóstol Pedro (cfr 2 Pe 1, 19). Y hay que usarla para iluminar críticamente las tinieblas de la historia, la mentira del poder y la fascinación de los ídolos.


•Se impone un mejor análisis de «lo que pasó», sea en el socialismo real (o «nominal») del Este, sea en nuestras revoluciones latinoamericanas, sea en el «triunfo» del neoliberalismo. Mucha gente, aun de la que hace poco tiempo era crítica del proyecto capitalista y de la dominación imperialista, ahora -introyectando la visión del opresor- acepta las versiones que el capital y el imperio dan de «lo que pasó»: lo que pasó -piensan- es que el proyecto de los pobres -sea cual sea su nombre o su modalidad- se colapsó por sí mismo, internamente; porque era y es y será siempre un proyecto inviable; en la historia sólo sale a flote el proyecto de los ricos.


La guerra fría y, en nuestro caso, la guerra de baja (alta) intensidad, llevada a cabo por la potencia más agresiva de la tierra; las condenas internacionales, incluso por la Corte de la Haya; la violación de los derechos de los Pueblos que suponen las invasiones de Dominicana, Grenada, Panamá; la creciente deuda externa que nos imposibilita toda salida al sol de la normalidad_, todo eso, o no existió, al parecer, o ya no existe. Todo fue simplemente el autocolapso interno del proyecto «imposible» de los pobres.


•Se impone también un rechazo crítico del supuesto «triunfo» del capitalismo neoliberal. Porque nosotros, por los menos, no vemos por ninguna parte ese triunfo, si nos referimos a la inmensa mayoría de la humanidad. Con la añadidura de que el mismo capitalismo neoliberal triunfante no se siente tan seguro de sí, frente a sus contradicciones internas. Pero es que aunque se hubiese dado ese triunfo del egoísmo estructural, sería un fracaso ético de la familia humana; pues se estaría evidenciando, una vez más, la imposibilidad de una política y de una economía honestamente fraternas; se habría impuesto otra vez, como única posible, la «ética de los lobos».


•Hay que saber rechazar las falsas certezas que se nos están introyectando casi inconscientemente por la hegemonía del poder en alza. Nuestra «década perdida», por ejemplo, de hecho ha sido para ellos la década mejor ganada. Wall Street tiene los datos convincentes: ésa fue la década de mayores ingresos sostenidos en la banca mundial.


•No podemos creer en el dios de la guerra, aquel dios que siempre gana, aquel que aplasta al otro, que está siempre del lado de los vencedores. En la misma Biblia Dios ha ido «corrigiendo a Dios». El Señor de los ejércitos, el bendecidor de los grandes rebaños y cosechas plenas, fue haciéndose cada vez más el «go’el» de los injusticiados y la madre de las entrañas de misericordia, hasta hacerse el Dios pobre, niño, marginado, perseguido, crucificado y derrotado en Jesús de Nazaret.


•Tampoco podemos perder nunca la memoria histórica, fundamento de la identidad de un pueblo y autoconciencia de su viabilidad futura. Los triunfos y las caídas de los sucesivos imperios forman la rueda de la historia de la humanidad. Hoy estamos vivien do simplemente una nueva hora de un nuevo imperio, una más nomás. Aquí, en casa, la historia de los 500 años, sobre los pueblos indígenas y sobre el pueblo negro, en particular, nos puede iluminar oportunamente. Hoy esos pueblos están empezando a forjar u nos 500 años «otros», muy diferentes, de su lado.


•No es verdad que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Ni el pasado remoto, ni el pasado inmediato. En primer lugar, porque el mejor tiempo para cada uno de nosotros, es el tiempo que Dios nos concede forjar con nuestra vida. Los cristianos y cristianas, sobre todo, debemos vivir siempre el hoy de Dios en nuestro hoy humano. Alguien incluso ha clasificado la Biblia entera como «un tiempo llamado hoy».


•La prepotencia del mal aparece más fácilmente que la escondida fuerza de las semillas del bien. Hay mucha más vitalidad alternativa de lo que parece, en la Sociedad y en la Iglesia, en nuestro Tercer Mundo y en el Primer Mundo también. Son muchas las voces y las fuerzas que se están conjugando, en contestación, en profecía, en solidaridad. El que nos sintamos bajo la noche no significa que no haya muchas estrellas y un nuevo sol a la puerta del alba. Hoy, ciertamente, la conciencia, la autocrítica, la voluntad de cambio es más generalizada en el mundo porque es más realista y está más intercomunicada. Además de la CNN, o Televisa o la Globo hay otras muchos canales, gracias a Dios.


Nuestro Dios es solidaridad

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