viernes, 8 de enero de 2016

Santa Rafaela María. Apuntes espirituales de los Ejercicios de 1890

"Vi con luz superior lo que mi Dios ha hecho por mí criándome y sobre todo dándome corazón capaz de amarle, pero veía que había otro móvil superior que impulsaba a éste del amor, más elevado, más grande y más capaz y que sin él éste no tendría vida: y entendía que era el alma. Veía al corazón como árbol que da frutos, pero este árbol recibía la savia toda del alma; el alma era la raíz de este árbol, más o menos robusta cuando la raíz estuviese más profunda, y como con más holgura en su divina tierra, que era el Corazón de Cristo Jesús. Que sin estar esta raíz profundamente arraigada, recibiendo todo su jugo en esta fecundísima tierra, este árbol ni podría crecer ni tampoco dar buenos frutos; y al contrario, si el alma crecía en conocimiento de Dios por la pureza de su vida en la práctica de las virtudes, daría no sólo hojas, sino flores y frutos; sería el árbol plantado en las corrientes de las aguas que dice el santo Evangelio. Y que estas raíces penetrarían o se unirían a Cristo Jesús por su dulcísimo Nombre, que siendo óleo derramado suaviza el alma para que pueda injerirse en El, como yo lo sentía en aquellos momentos que parecía sentir en mi alma lo que acabo de escribir. Y entendía también por la contemplación recibía la luz en el entendimiento, que era la raíz e este hermoso árbol, y por el conocimiento que adquiría comunicaba a la voluntad el amor, que era la savia que se comunicaba al corazón y le impulsaba a obrar. Pero sin el alma, el corazón, nada; por esto alguna vez lo había visto con alas, que significaban esto que llevo dicho. Si no es soberbia, estuvo mi alma como extática y se me fue la hora en un vuelo. Mejor lo entendí, pero pierdo las ideas".


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