La vida consagrada encuentra su fecundidad no sólo en testimoniar el bien, sino en reconocerlo y saberlo indicar, especialmente donde no es normal verlo, en los "no ciudadanos", los "ciudadanos a medias", los "desechos urbanos", los sin dignidad. Pasar de las palabras de solidaridad a los gestos que acogen y regeneran: la vida consagrada está llamada a dicha verdad.
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