martes, 7 de enero de 2014

Beato Pedro Fabro sj

idem.

6 de enero 1543
215. Tuve también un gran deseo, mientras estaba en la misa, que se cantaba en el altar de los tres Reyes; y era que se me diese gracia de dejar detrás de mí varias memorias, aun externas, de Dios y de sus santos; o que si ha de borrarse esta memoria en estas partes, yo primero deje de estar en la memoria de los vivos y en este mundo. Porque ¿qué habría para mí en la tierra (me parecía a mí), sino hubiera en ella memoria de Dios y de sus Santos?
Estas cosas me ocurrían con ocasión de las imágenes de los Santos y de las pinturas exteriores  de los misterios de Cristo, que entonces y otras veces siempre me han sugerido varios recuerdos e inteligencias de las cosas santas. Y por estas cosas crecía en mí el amor y reverencia hacia el Reverendísimo Señor Alberto, Arzobispo y príncipe de Maguncia, que tanto cudiado en toda su vida ha tenido y tiene con las reliquias de los Santos y recuerdo de ellos que han de ser conservados y transmitidos a los venideros; la cual exterior memoria tanto es más necesaria, cuanto menos la aprecian los hombres y están más fríos. Porque cuando esto sucede, si las imágenes y demás objetos, que son como muestra y figura de las realidades y las personas, divinas, no estuvieran muy adornadas, sería fácil que llegaran los hombres a despreciarlo todo. Porque ¿cómo no se despreciarían facilísimamente todas las cosas sagradas si sin dignidad y decoro fuesen tratadas, siendo así que se desprecian y casi del todo, aun cuando se administran con el mayor ornato?

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