viernes, 16 de octubre de 2009

A corazón abierto, Javier Albisu, sj. (IV)

Llorar con el corazón


Llorar con el corazón es amar hasta que duela.
Es sentir su exigencia cuando apura como espuela,
y apuntarse de aprendiz en su dura y fina escuela.
Llorar con el corazón es reforzar la paz cuando lo injusto se nos cuela.
Es devolver la memoria cuando algo no se aprenda.
Es ver partir las alas de un alma que ya vuela.

Llorar con el corazón es respetar el límite de aquello que no pueda.
Es aceptar que hay “sentido” cuando ya nada se vea.
Es saber que hay pecado; tiene firma, y es la nuestra.


Llorar con el corazón es invitar las entrañas a aflorar cuando quieran.
Es mantenerse fiel mientras sacudan las pruebas.
Es disponerse bien a lo crece y renueva.


Llorar con el corazón es asumir las edades y las épocas.
Es poder resumir lo que es dicho en pocas letras.
Es apostar por lo que vale, aún cuando esto, vaya a pérdida.


Llorar con el corazón es desprenderse de todo lo que un día será tierra.
Es ocuparse de la siembra, sin saber si habrá cosecha.
Es sufrir con el que sufre y soñar con quien no sueña.


Llorar con el corazón es saber lavar los pies de aquel que nos da ofensas.
Es ofrecer la mejilla y un porqué al que nos golpea.
Es llevar por corona la que hinca, pero no nos privilegia.


Llorar con el corazón es renunciar al capricho y aceptar lo que se deba.
Es saber llegar tan lejos cuanto el amor lo requiera.
Es escuchar a Dios que llora, porque quiere dar cobijo
y sus hijos no le dejan.

No hay comentarios: