"Toda su vida terrena fue una peregrinación de fe. Porque caminó como nosotros entre sombras y esperó en lo invisible. Conoció las mismas contradicciones de nuestra vida terrena. Se le prometió que a su hijo se le daría el trono de David, pero cuando nació no hubo lugar para Él ni en la posada. Y María siguió creyendo. El ángel le dijo que su hijo sería llamado Hijo de Dios; pero lo vio calumniado, traicionado y condenado, y abandonado a morir en la cruz cómo un ladrón. A pesar de ello, creyó María "que se cumplirían las palabras de Dios", y que "nada hay imposible para Dios".
S. Juan Pablo II