"Se refinan los sufrimientos de mi alma, pero Dios vive en ella y le da superabundantes fuerzas, cómo la savia a las plantas, para desarrollarse y crecer en robustez y frescura. Además parece que hay entre Dios y ella la unión estrecha del sacramento indisoluble, y por lo tanto, que no puede haber ya separación entre los dos. Pero me exige gran pureza de la misma, del alma, y como su mirada me esclarece, en ella me muestra la menor motilla y me exige la desaparición. Esto me asusta un poco, porque soy floja y veo los sacrificios que esto tiene que costarme, pero a la vez siento valor.
Apuntes Espirituales, p.1053
Año 1890