lunes, 28 de diciembre de 2020

APUNTES ESPIRITUALES DE SANTA RAFAELA MARÍA


 De los Apuntes Espirituales de Santa Rafaela María, página 1045.Ejercicios Espirituales año 1890.
De la huida a Egipto.
"Recogida y con mucho fervor, pero tuve miedo, puesto por el enemigo, y me enfrié; pero después volví a recogerme e hice por injerirme bien en la confianza tan grande y extrema que debo tener a imitación de María y José en esta huida, y debo meditarla después siquiera cinco días seguidos, si se me permite. Qué manera de ejercitar las virtudes todas un Dios a su divino Hijo y sus santísimos padres en quienes tenía su delicia, y no obstante les prueba la fe de manera espantosa, y todas las virtudes: y los amaba...y eran santísimos...para que nos quedase ejemplo..., ¡Cuánto me enseñan! en análogas circunstancias, estaré asida a este misterio, haré por imitar a esta santísima Familia y nada será capaz de bambolearme. Cuanto más apretada, más confiada y más abandonada en Dios y muy asida a El por la oración, la que debe ser siempre mi alimento y ni por nada ni por nadie abandonarla. Y si estoy como abandonada de Dios, colgarme más de El y rendirle a pura fuerza"

lunes, 30 de noviembre de 2020

adviento, espera, confianza


VEN, SEÑOR JESÚS! 

Antigua bendición irlandesa:

Que el camino venga a tu encuentro,
Que el viento sople siempre a tu espalda,
Que el sol te de siempre en la cara,
Que la lluvia caiga lentamente en tu campo y
hasta que volvamos a vernos...
Que Dios te tenga en la palma de su mano. Anónimo

domingo, 23 de agosto de 2020

APUNTES ESPIRITUALES DE SANTA RAFAELA

 


CONFIANZA

 

---De la huida a Egipto. Recogida y con mucho fervor, pero tuve miedo, puesto por el enemigo, y me enfrié; pero después volví a recogerme e hice por injerirme bien en la confianza tan grande y extrema que debo tener a imitación de María y José en esta huída…”. Apuntes Espirituales de Santa Rafaela María. Ejercicios Espirituales 1890. (2ª Semana).

---“…haré por imitar a esta santísima Familia y nada será capaz de bambolearme. Cuanto más apretada, más confiada y más abandonada en Dios y muy asida a Él por la oración, la que debe ser siempre mi alimento y ni por nada ni por nadie abandonarla. Y si estoy como abandonada de Dios, colgarme más de Él y rendirle a pura fuerza”. Apuntes Espirituales de Santa Rafaela María. Ejercicios Espirituales 1890.(2º Semana)

 

jueves, 23 de julio de 2020

FRASES DE SANTA RAFAELA

 


CONFIANZA

--“Confiar mucho, que a la medida de la 
confianza que se tiene en el Señor,  se muestra generoso”
 
--"El Señor me quiere como a la niña de sus ojos; 
Él verá lo que hace de mí; yo en Él confío”.
 
--"Ten tranquilidad, paz y alegría y gran 
confianza en el que tanto nos ama y tan poderoso es...“
 
-- Debo dejarme en manos de Dios 
con entera confianza”.
 
--Callar y fiarme siempre. 
No temer a nadie ni a nada”.

--“Debo fomentar la confianza en Dios”.

sábado, 11 de abril de 2020

Amo tanto al prójimo, porque amo en cada persona un poco de ti, Dios. Te busco por todas partes en los seres humanos, y a menudo encuentro un trozo de ti. Intento desenterrarte de los corazones de los demás.
Etty Hillesum

viernes, 10 de abril de 2020

"¿Por qué se confiesa quien no tiene pecado mortal? Pera recibir aumento de gracia, como abundantísima se recibe por la absolución sacramental". 

martes, 7 de abril de 2020

"Debo darlo todo por el todo para llegar donde Dios me quiere, que es una gran santidad".
santa Rafaela

lunes, 6 de abril de 2020

con Santa Rafaela

..."En la(parte) espiritual, o sea, interior, formar mi corazón, sus sentimientos, a semejanza del suyo y llevar, con la imitación de su mansedumbre y humildad las penas, humillaciones, contradicciones y luchas que se me presenten sin volverles nunca la espalda. Nunca llegarán, por muchas que se me presenten, a semejarse ni lejanamente a las de Cristo mi Señor y mi Dios". Apuntes Espirituales de Santa Rafaela.  De Cartas a Dios y a los hombres. Página 1093

sábado, 4 de abril de 2020

Si llegase a sobrevivir esta etapa, surgiré como un ser más sabio y profundo. Más si sucumbo, moriré como un ser más sabio y profundo.
Etty Hillesum


sábado, 28 de marzo de 2020

¿Qué puede ser más íntimo que la relación de un ser humano con Dios?
Etty Hillesum


viernes, 27 de marzo de 2020

MOMENTO EXTRAORDINARIO DE ORACIÓN EN TIEMPOS DE EPIDEMIA PRESIDIDO POR EL SANTO PADRE FRANCISCO


Atrio de la Baslica dé San Peetro
Viernes, 27 de marzo de 2020


«Al atardecer» (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos.
Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús. Mientras los discípulos, lógicamente, estaban alarmados y desesperados, Él permanecía en popa, en la parte de la barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre —es la única vez en el Evangelio que Jesús aparece durmiendo—. Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (v. 40).
Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste la falta de fe de los discípulos que se contrapone a la confianza de Jesús? Ellos no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38). No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?”. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados.
La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.
Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo. Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a mí de todo corazón» (Jl 2,12). Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere.
El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza.
Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).


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sábado, 11 de enero de 2020

"PUEDO DARLE LA MISMA GLORIA OCULTA Y DESCONOCIDA, CUMPLIENDO EXACTÍSIMAMENTE SU VOLUNTAD". de Cartas a Dios y a los Hombres. Inmaculada Yáñez, aci
pag 1069

lunes, 6 de enero de 2020

poner a Cristo a la adoración de los pueblos

"Recogida, y no sólo me entregué incondicionalmente a la gloria del Sagrado Corazón de Jesús, sino que propuse y le prometí darle cuanta mayor gloria pudiera, aunque me costase la honra y la vida con su santísima gracia. Salí muy animosa y alegre de poder hacer algo por mi Capitán Jesús, sobre todo ponerlo a la adoración de los pueblos, que he comprendido cuán grande es esto tan poco estimado". AA.EE. santa Rafaela María. página 1045 de "Palabras a Dios y a los Hombres". H. Inmaculada Yáñez, aci