Oramos
con Santa Rafaela María
en la absoluta seguridad de que me esperas,
sé que estás ahí para continuar conmigo
un diálogo, que nunca
se interrumpe, de amistad.
Experimento la fuerza de tu amor para conmigo,
y temo no saber corresponderte.
¡Soy tan débil, Señor!
Tu misericordia es un torrente desbordado
que alcanza mi corazón hasta inundarlo.
Derriba en mí los obstáculos, grandes o
pequeños,
que a veces, como un dique, puedo
alzar ante Ti.
Cuando enumero tus misericordias
se me ilumina el alma.
Me asombra tu cariño –¿agua o fuego?-
Sólo él es capaz de hacerme limpio,
transparente a tus ojos, feliz...
Vengo a tu Presencia,
para gozar del torrente de tu amor.
Como la luz vacilante y pequeña de la cera,
quiero arder sencillamente en el amor humilde,
el único que, de verdad,
te complace, Señor.
En la sinceridad de mi oración,
escucho tu palabra
disfrazada en las palabras que sugeriste a Rafaela María:
“Amar y más amar, el amor
todo lo vence...
Pedir sin cesar este amor”
Día tras día quiero permanecer en mi súplica confiada
para poder abrirme a tu torrente, Señor.
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