"Si buscamos la santidad que agrada a los ojos de Dios en el capítulo
25 del evangelio de Mateo, versículos 31 al 46, hallamos precisamente
un protocolo sobre el cual seremos juzgados.
Por lo tanto, ser santos no significa poner en blanco los ojos en un
supuesto éxtasis.
Ya decía el papa Juan Pablo II que, si verdaderamente hemos partido de la
contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el
rostro de aquellos con que Él mismo ha querido identificarse.
El texto de Mateo 25, 35-36, no es una simple invitación a la caridad: es
una página de cristología que ilumina el misterio de Cristo.
Reconocerlo en los pobres y sufrientes, revela los sentimientos y opciones
de Cristo, con los cuales todo cristiano en su camino a la santidad,
intenta configurarse.
Ante la contundencia de estos pedidos de Jesús, es mi deber como Vicario
suyo, rogar a los cristianos, que acepten y reciban con sincera apertura,
sin elucubraciones y excusas que le quiten fuerza, estas bienvaenturanzas
que nos constituyen sus discípulos.
El Señor nos dejó bien claro que la santidad no puede entenderse ni vivirse
al margen de estas exigencias suyas, porque la misericordia está en el
corazón palpitante del Evangelio".