miércoles, 5 de diciembre de 2018

San León Magno

“No puede haber mucho lugar para la tristeza, cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad, y nos infunde la alegría de la eternidad prometida”.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Foto ilustrativa(Pixabay)

"YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA"
J e s ú s

letanías de la humildad. Merry del Val, cardenal



“Dios mío, no soy más que ceniza y polvo”

Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón parecido al tuyo.
(Después de cada frase decir: Líbrame, Señor)
Del deseo de ser alabado,
del deseo de ser honrado,
del deseo de ser aplaudido,
del deseo de ser preferido a otros,
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aceptado,
del temor a ser humillado,
del temor a ser despreciado,
del temor a ser reprendido,
del temor a ser calumniado,
del temor a ser olvidado,
del temor a ser ridiculizado,
del temor a ser injuriado,
del temor a ser rechazado,
(Antes de cada frase decir: Concédeme, Señor, el deseo de…)
que otros sean más amados que yo,
que otros sean más estimados que yo,
que otros crezcan susciten mejor opinión de la gente y yo disminuya,
que otros sean alabados y de mí no se haga caso,
que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil,
que otros sean preferidos a mí en todo,
que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda.
De ser desconocido y pobre, Señor, me alegraré,
De estar desprovisto de perfecciones naturales de cuerpo y de espíritu.
… que no se piense en mí,
que se me ocupe en los empleos más bajos,
que ni se dignen usarme,
que no se me pida mi opinión,
que se me deje el último lugar,
que no me hagan cumplidos,
que me reprueben a tiempo y a destiempo,
bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia,
porque suyo es el Reino de los Cielos.
Oración:
Dios mío, no soy más que polvo y ceniza. Reprime los movimientos de orgullo que se elevan en mi alma. Enséñame a despreciarme a mí mismo, Vos que resistís a los soberbios y que dais vuestra gracia a los humildes. Por Jesús, manso y humilde de Corazón. Amén.
¿Quién escribió estas letanías?
El pasado 3 de octubre, el cardenal Pietro Parolin presidió una misa en San Pedro de Roma en memoria de un lejano predecesor en el puesto de secretario de estado del Vaticano con motivo del 150 aniversario de su muerte, el cardenal Rafael Merry del Val.
Secretario de Estado de san Pío X de 1903 a 1914, nació en una familia tan prestigiosa como modesta la del Pontífice. Educado en Inglaterra y en Bélgica, políglota, miembro de la alta aristocracia europea, frecuentaba la élite diplomática del continente.
Su carrera en Roma fue fulgurante. Entró en la Academia de los nobles eclesiásticos, institución que forma a los futuros directivos de la diplomacia vaticana. Obtuvo dos doctorados (filosofía y teología) en la Universidad Pontificia Gregoriana, y una licenciatura en derecho canónico.

Un monje diplomático, cardenal a los 38 años
Fue enviado por el papa León XIII a misiones diplomáticas muy delicadas: el jubileo de la reina Victoria, el diálogo con la Iglesia anglicana o la situación de los católicos de Canadá.
Sacerdote de una gran piedad, conjugó agilidad racional en la Curia y disciplina de vida ascética y monacal. Sus obras de caridad con la juventud desfavorecida de Roma son reconocidas por todos.
Fue secretario del colegio cardenalicio en 1903 durante el cónclave que eligió al casi desconocido Giuseppe Sarto, que tomó el nombre de Pío X y al joven Merry del Val por secretario de Estado.
Rafael fue el primer español que ocupó este prestigioso puesto. Sólo tres años después de ser nombrado obispo se convirtió en cardenal, a los 38 años de edad.
No hacer política y siempre escoger el camino correcto
La historia de las relaciones entre un Papa y su secretario de Estado (verdadero “primer ministro” está tan llena de acontecimientos que el entendimiento armonioso y eficaz que reinó entre ambos hombres destaca como una venturosa excepción.
Sin embargo, la historia no fue amable con la Iglesia bajo el pontificado del papa Pío X, pero la lealtad del cardenal Del Val nunca falló. Leye de 1905 en Francia que privaba a la Iglesia de sus bienes, persecuciones religiosas en Portugal y en América Latina, crisis modernista,… a pesar de las dificultades, la política de la Santa Sede fue la de “no hacer política y siempre escoger el camino derecho”.

Cuando Pío X murió en 1914, fue reemplazado por su sucesor Benedicto XV, quien le nombró secretario de la Congregación del Santo Oficio (equivalente actual al de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe), cargo que ocupó durante 16 años.
Retirado de los asuntos políticos de la Iglesia, el cardenal compuso una bellísima letanía de la humildad que recitaba cada día tras la celebración de la misa.

martes, 4 de septiembre de 2018

LO SPIRITO DEL SIGNORE È SU DI ME,
      LO SPIRITO CON L'UNZIONE MI HA CONSACRATO,
      LO SPIRITO MI HA MANDATO AD ANNUNZIARE AI POVERI
      UN LIETO MESSAGGIO DI SALVEZZA.

Lo Spirito di Sapienza è su di me,
per essere luce e guida sul mio cammino,
mi dona un linguaggio nuovo
per annunziare agli uomini,
la tua Parola di salvezza.
RIT.
Lo Spirito di fortezza è su di me,
per testimoniare al mondo la Sua Parola,
mi dona il Suo coraggio
per annunciare al mondo
l'avvento glorioso del tuo regno.
RIT.
Lo Spirito del timore è su di me,
per rendermi testimone del Suo perdono
purifica il mio cuore
per annunciare agli uomini
le opere grandi del Signore.
RIT.
Lo Spirito della pace è su di me
e mi ha colmato il cuore della Sua gioia,
mi dona un canto nuovo
per annunziare al mondo
il giorno di grazia del Signore.
RIT.
Lo Spirito dell'Amore è su di me,
perchè possa dare al mondo la mia vita
mi dona la Sua forza
per consolare i poveri,
per farmi strumento di salvezza.
RIT.

evangelio

 evangelio según san Marcos 6,30
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: "Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco." 

domingo, 22 de julio de 2018


Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba.

lunes, 21 de mayo de 2018

la santidad...

"Si buscamos la santidad que agrada a los ojos de Dios  en el capítulo
25 del evangelio de Mateo, versículos 31 al 46,  hallamos precisamente
un protocolo sobre el cual seremos juzgados.

Por lo tanto, ser santos no significa poner en blanco los ojos en un 
supuesto  éxtasis.

Ya decía el papa Juan Pablo II que, si verdaderamente hemos partido de la 
contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el
rostro de aquellos con que Él mismo ha querido identificarse.

El texto de Mateo 25, 35-36, no es una simple invitación a  la caridad: es 
una página de cristología que ilumina el misterio de Cristo.

Reconocerlo en los pobres y sufrientes, revela los sentimientos y opciones 
de Cristo, con los cuales todo cristiano en su camino a la santidad, 
intenta configurarse.

Ante la contundencia de estos pedidos de Jesús,  es mi deber como Vicario
suyo, rogar a los cristianos, que acepten y reciban con sincera apertura,
sin elucubraciones y excusas que le quiten fuerza, estas bienvaenturanzas
que nos constituyen sus discípulos.

El Señor nos dejó bien claro que la santidad no puede entenderse ni vivirse
al margen de estas exigencias suyas, porque la misericordia está en el 
corazón palpitante del Evangelio".

sábado, 3 de marzo de 2018

de la CARTA APOSTÓLICA Misericordia et misera DEL SANTO PADRE FRANCISCO

20. Estamos llamados a hacer que crezca una cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos. Las obras de misericordia son «artesanales»: ninguna de ellas es igual a otra; nuestras manos las pueden modelar de mil modos, y aunque sea único el Dios que las inspira y única la «materia» de la que están hechas, es decir la misericordia misma, cada una adquiere una forma diversa.Las obras de misericordia tocan todos los aspectos de la vida de una persona. Podemos llevar a cabo una verdadera revolución cultural a partir de la simplicidad de esos gestos que saben tocar el cuerpo y el espíritu, es decir la vida de las personas. Es una tarea que la comunidad cristiana puede hacer suya, consciente de que la Palabra del Señor la llama a salir siempre de la indiferencia y del individualismo, en el que se corre el riesgo de caer para llevar una existencia cómoda y sin problemas. «A los pobres los tenéis siempre con vosotros» (Jn 12,8), dice Jesús a sus discípulos. No hay excusas que puedan justificar una falta de compromiso cuando sabemos que él se ha identificado con cada uno de ellos.La cultura de la misericordia se va plasmando con la oración asidua, con la dócil apertura a la acción del Espíritu Santo, la familiaridad con la vida de los santos y la cercanía concreta a los pobres. Es una invitación apremiante a tener claro dónde tenemos que comprometernos necesariamente. La tentación de quedarse en la «teoría sobre la misericordia» se supera en la medida que esta se convierte en vida cotidiana de participación y colaboración. Por otra parte, no deberíamos olvidar las palabras con las que el apóstol Pablo, narrando su encuentro con Pedro, Santiago y Juan, después de su conversión, se refiere a un aspecto esencial de su misión y de toda la vida cristiana: «Nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, lo cual he procurado cumplir» (Ga 2,10). No podemos olvidarnos de los pobres: es una invitación más actual hoy que nunca, que se impone en razón de su evidencia evangélica.

sábado, 24 de febrero de 2018

Juliana de Norwich - Benedicto XVI

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Sala Pablo VI
Miércoles 1 de diciembre de 2010

Juliana de Norwich
Queridos hermanos y hermanas
Todavía recuerdo con gran alegría el viaje apostólico que realicé al Reino Unido el pasado mes de septiembre. Inglaterra es una tierra que ha visto nacer a numerosas figuras ilustres, que con su testimonio y sus enseñanzas embellecen la historia de la Iglesia. Una de estas, venerada tanto por la Iglesia católica como por la Comunión anglicana, es la mística Juliana de Norwich, de la que quiero hablaros esta mañana.
Las noticias de las que disponemos sobre su vida —no muchas— están tomadas principalmente del libro en el cual esta mujer amable y piadosa recogió el contenido de sus visiones, titulado Revelaciones del Amor divino. Se sabe que vivió de 1342 a 1430 aproximadamente, años tormentosos tanto para la Iglesia, desgarrada por el cisma que siguió al regreso del Papa de Aviñón a Roma, como para la vida de la gente que sufría las consecuencias de una larga guerra entre el reino de Inglaterra y el de Francia. Pero Dios, incluso en tiempos de tribulaciones, no cesa de suscitar figuras como Juliana de Norwich, para llamar a los hombres a la paz, al amor y a la alegría.
Como ella misma nos cuenta, en mayo de 1373, probablemente el 13 de ese mes, de improviso se vio afectada por una enfermedad gravísima que en tres días parecía que la llevaría a la muerte. Después de que el sacerdote —que acudió a su cabecera— le mostrara el crucifijo, Juliana no sólo recuperó prontamente la salud, sino que recibió las dieciséis revelaciones que sucesivamente puso por escrito y comentó en su libro, las Revelaciones del Amor divino. Y fue precisamente el Señor quien, quince años después de estos acontecimientos extraordinarios, le reveló el sentido de esas visiones. «¿Querrías saber qué quiso decir tu Señor y conocer el sentido de esta revelación? Sábelo bien: amor es lo que él quería. ¿Quién te lo revela? El amor. ¿Por qué te lo revela? Por amor... Así aprenderás que nuestro Señor significa amor» (Juliana de Norwich, Il libro delle rivelazioni, cap. 86, Milán 1997, p. 320).
Inspirada por el amor divino, Juliana hizo una opción radical. Como una antigua anacoreta, eligió vivir en una celda, situada en las proximidades de la iglesia dedicada a san Julián, dentro de la ciudad de Norwich, en sus tiempos un importante centro urbano, cerca de Londres. Quizás asumió el nombre de Juliana precisamente por el nombre del santo al que estaba dedicada la iglesia cerca de la cual vivió durante muchos años, hasta su muerte. Podría sorprendernos e incluso dejarnos perplejos esta decisión de vivir «recluida», como se decía en sus tiempos. Pero no era la única que hizo esa opción: en aquellos siglos un número considerable de mujeres eligió este tipo de vida, adoptando reglas elaboradas expresamente para ellas, como la compuesta por san Elredo de Rieval. Las anacoretas o «reclusas», dentro de su celda, se dedicaban a la oración, a la meditación y al estudio. De ese modo, maduraban una sensibilidad humana y religiosa finísima, por la que la gente las veneraba. Hombres y mujeres de todas las edades y de toda condición, cuando necesitaban consejos y consuelo, las buscaban devotamente. Por tanto, no se trataba de una elección individualista; precisamente con esta cercanía al Señor maduraba en ella también la capacidad de ser consejera para muchos, de ayudar a quienes vivían entre dificultades en esta vida.
Sabemos que también Juliana recibía frecuentes visitas, como lo confirma la autobiografía de otra fervorosa cristiana de su tiempo, Margery Kempe, que acudió a Norwich en 1413 para recibir sugerencias sobre su vida espiritual. Por este motivo, cuando Juliana vivía, la llamaban «Madre Juliana», como está escrito en el monumento fúnebre que contiene sus restos mortales. Se había convertido en una madre para muchos.
Las mujeres y los hombres que se retiran para vivir en compañía de Dios, precisamente gracias a esta opción suya, adquieren un gran sentido de compasión por las penas y las debilidades de los demás. Amigas y amigos de Dios, disponen de una sabiduría que el mundo, del cual se alejan, no posee y, con amabilidad, la comparten con quienes llaman a su puerta. Pienso, por tanto, con admiración y reconocimiento, en los monasterios de clausura femeninos y masculinos que, hoy más que nunca, son oasis de paz y de esperanza, tesoro precioso para toda la Iglesia, especialmente a la hora de recordar el primado de Dios y la importancia de una oración constante e intensa para el camino de fe.
Precisamente en la soledad habitada por Dios, Juliana de Norwich compuso las Revelaciones del Amor divino, de las que nos han llegado dos versiones, una más breve, probablemente la más antigua, y una más larga. Este libro contiene un mensaje de optimismo fundado en la certeza de que Dios nos ama y su Providencia nos protege. En él leemos estas estupendas palabras: «Vi con seguridad absoluta... que Dios aun antes de crearnos nos ha amado con un amor que nunca ha disminuido y que nunca se desvanecerá. Y con este amor él ha hecho todas sus obras, y con este amor él ha hecho que todas las cosas resulten útiles para nosotros, y con este amor nuestra vida dura para siempre... En este amor tenemos nuestro principio, y todo esto lo veremos en Dios sin fin» (Il libro delle rivelazioni, cap. 86, p. 320).
El tema del amor divino se repite a menudo en las visiones de Juliana de Norwich que, con cierta audacia, no duda en compararlo también con el amor materno. Este es uno de los mensajes más característicos de su teología mística. La ternura, la solicitud y la dulzura de la bondad de Dios para con nosotros son tan grandes que, a nosotros, peregrinos en esta tierra, nos evocan el amor de una madre por sus hijos. En realidad, también los profetas bíblicos utilizaron a veces este lenguaje que recuerda la ternura, la intensidad y la totalidad del amor de Dios, que se manifiesta en la creación y en toda la historia de la salvación y tiene su culmen en la Encarnación del Hijo. Pero Dios supera siempre todo amor humano, como dice el profeta Isaías: «¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque esas llegasen a olvidar, yo no te olvido» (Is 49, 15). Juliana de Norwich comprendió el mensaje central para la vida espiritual: Dios es amor y sólo cuando nos abrimos, completamente y con confianza total, a este amor y dejamos que sea la única guía de nuestra vida, todo queda transfigurado, encontramos la verdadera paz y la verdadera alegría y somos capaces de difundirlas a nuestro alrededor.
Quiero subrayar otro punto. El Catecismo de la Iglesia católica refiere las palabras de Juliana de Norwich cuando expone el punto de vista de la fe católica sobre un tema que no cesa de constituir una provocación para todos los creyentes (cf. nn. 304-314). Si Dios es sumamente bueno y sabio, ¿por qué existen el mal y el sufrimiento de los inocentes? También los santos, precisamente los santos, se han planteado esta pregunta. Iluminados por la fe, nos dan una respuesta que abre nuestro corazón a la confianza y a la esperanza: en los misteriosos designios de la Providencia, incluso del mal Dios sabe sacar un bien más grande, como escribió Juliana de Norwich: «Aprendí de la gracia de Dios que debía permanecer firmemente en la fe y, por tanto, debía creer perfectamente y con seguridad que todo iba a redundar en bien…» (Il libro delle rivelazioni, cap. 32, p. 173).
Sí, queridos hermanos y hermanas, las promesas de Dios siempre son más grandes que nuestras expectativas. Si entregamos a Dios, a su inmenso amor, los deseos más puros y más profundos de nuestro corazón, nunca quedaremos defraudados. «Y todo será bien», «todo será para bien»: este es el mensaje final que Juliana de Norwich nos transmite y que también yo os propongo hoy. Gracias.

martes, 13 de febrero de 2018

“La alegría no está en las cosas, sino en nosotros.”
Richard Wagner, compositor alemán

miércoles, 31 de enero de 2018