viernes, 8 de enero de 2016

saber la verdad

“Todas las verdades son fáciles de entender, una vez descubiertas. El caso es descubrirlas.”

Galileo Galilei

la Eucaristía





Viernes de tiempo de Navidad después de la Epifanía del Señor
Santa Catalina de Siena (1347-1380), terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
El Diálogo
“Partió los panes… repartió también los dos peces entre todos. Y todos quedaron saciados”
[Jesús dijo a santa Catalina:] “Es toda la Esencia divina la que, bajo la blancura del pan, recibís en este dulcísimo sacramento. Así como el sol es indivisible, así Dios se encuentra todo entero y el hombre también todo entero en la blancura de la hostia. Aunque se dividiera la hostia en mil y mil migajas, si esto fuera posible, en cada una de ellas yo estoy, Dios todo entero, hombre todo entero, como te he dicho…

      Supongamos que muchas personas vinieran a buscar luz con sus cirios. Una trae un cirio de una onza, la otra de dos onzas, una tercera de tres onzas, ésta de una libra, aquella aún mayor. Todas se acercan a la luz y cada una enciende su cirio. En cada cirio encendido, cualquiera que sea su volumen, se ve desde el mismo instante que la enciende la luz entera, su color, su calor, su resplandor… De igual manera ocurre con los que se acercan a este sacramento. Cada uno lleva su cirio, es decir, el santo deseo con el cual recibe y toma este sacramento. El cirio se apaga, y se enciende al recibir este sacramento. Digo que se apaga porque vosotros, por vosotros mismos, no sois nada. Os he dado, es verdad, la materia con la cual podéis recibir y conservar en vosotros esta luz. Esta materia es el amor, porque yo os he creado por amor; por eso vosotros no podéis vivir sin amor.”

 

Santa Rafaela María. Apuntes espirituales de los Ejercicios de 1890

"Vi con luz superior lo que mi Dios ha hecho por mí criándome y sobre todo dándome corazón capaz de amarle, pero veía que había otro móvil superior que impulsaba a éste del amor, más elevado, más grande y más capaz y que sin él éste no tendría vida: y entendía que era el alma. Veía al corazón como árbol que da frutos, pero este árbol recibía la savia toda del alma; el alma era la raíz de este árbol, más o menos robusta cuando la raíz estuviese más profunda, y como con más holgura en su divina tierra, que era el Corazón de Cristo Jesús. Que sin estar esta raíz profundamente arraigada, recibiendo todo su jugo en esta fecundísima tierra, este árbol ni podría crecer ni tampoco dar buenos frutos; y al contrario, si el alma crecía en conocimiento de Dios por la pureza de su vida en la práctica de las virtudes, daría no sólo hojas, sino flores y frutos; sería el árbol plantado en las corrientes de las aguas que dice el santo Evangelio. Y que estas raíces penetrarían o se unirían a Cristo Jesús por su dulcísimo Nombre, que siendo óleo derramado suaviza el alma para que pueda injerirse en El, como yo lo sentía en aquellos momentos que parecía sentir en mi alma lo que acabo de escribir. Y entendía también por la contemplación recibía la luz en el entendimiento, que era la raíz e este hermoso árbol, y por el conocimiento que adquiría comunicaba a la voluntad el amor, que era la savia que se comunicaba al corazón y le impulsaba a obrar. Pero sin el alma, el corazón, nada; por esto alguna vez lo había visto con alas, que significaban esto que llevo dicho. Si no es soberbia, estuvo mi alma como extática y se me fue la hora en un vuelo. Mejor lo entendí, pero pierdo las ideas".