¿Podemos conocer los últimos sentimientos de Jesús en la cruz?
Secundino Castro
(El artículo está tomado de http://www.ocdcastilla.org/)
Jesucristo, Nuestro Señor, segunda persona de la Trinidad, hecho carne (Jn 1,14), semejante a los hombres (Flp 2,7), probado en todo, igual que nosotros, excepto en el pecado (Hb 4,15), murió bajo el poder de Poncio Pilato en la ciudad de Jerusalén, "y muerte de cruz" (Flp 2,8). "El más cruel y terrible suplicio" (Cicerón). Como hombre, el Señor apuró hasta el final la copa de la muerte. Pero, ¿cómo fue esa muerte?
Dos evangelistas, Mateo y Marcos ponen en boca de Jesús las palabras iniciales del salmo 22: "¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?" Mateo las trascribe en hebreo y Marcos en arameo. Hoy clarificados lingüistas dicen que la versión griega que dan Marcos y Mateo de esas palabras del salmo 22 no debe traducirse: "¿por qué me has abandonado?", sino "¿para qué me has abandonado?".
Ahora bien, ¿pronunció Jesús realmente estas palabras?; porque Lucas afirma que sus últimas palabras fueron: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", que son del salmo 31,6, menos la palabra Padre. Por su parte, Juan sostiene que lo último que dijo Jesús fue "todo está consumado" (19,30).
Los tres sinópticos dicen que Jesús dio un gran grito momentos antes de expirar, cosa que no aparece en Juan, quien afirma que inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Ese inclinar la cabeza parece que es la expresión de quien se dispone para dormir dulcemente. Así lo entienden gran número de intérpretes.
Siempre se ha pensado que lo original estaría en la expresión que nos han conservado Mc y Mt; los otros evangelistas se referirían a la comprensión profunda y teológica del suceso. La posible angustia de Jesús, en lo más hondo de su ser, en quien siempre buscaba complacer al Padre, se tornaría en el caso de Lucas y Juan en paz y bello sosiego.
A partir de aquí no pocos teólogos han recargado las tintas para enseñar que Jesús bajó hasta lo más profundo de la angustia humana y que experimentó el amargor del morir, alcanzando lo más hondo de las noches oscuras según Juan de la Cruz o los abismos más profundos de lo humano según Moltmann y otros. Pero analicemos el hecho más detenidamente.
"Dios mío, Dios mío"... son las primeras palabras del salmo 22. En aquella época, lo normal era citar los libros de la Biblia por sus primeras palabras. Según esto, quizás los evangelistas lo único que pretendían decir es que Jesús murió con el espíritu de este salmo. Otros suponen que lo que se querría decir es simplemente que Jesús murió recitando el salmo. Pero, a mi juicio, esto último es poco probable, dado el atroz dolor de la cruz. Lo más, sería suponer que de vez en cuando Jesús pronunciara algunas palabras de dicho salmo.
Pero el problema se plantea cuando, oyendo a Jesús, algunos de los allí presentes piensan que llama a Elías. De la expresión Elí, Elí (Mt), o Eloí , Eloí (Mc) no es posible que se extraiga esa conclusión, sobre todo si quienes sufren tal extrañeza son judíos, como parece deducirse de los evangelistas, a los que han hecho referencia poco antes al hablar de los escarnios que hacían al Crucificado. "La confusión de Eloí por Elías es casi imposible acústica y filológicamente. Habrá que pensar en una distorsión voluntaria" (J. Gnilka).
Otra cosa es si Jesús pronunció alguna frase de ese salmo en hebreo. En efecto, en el versículo 11 se lee: Elí atha: "mi Dios, tú". Esta expresión pronunciada por un agonizante con la garganta seca y con unos 39 grados de fiebre pudo sonar en los oídos de los allí presentes como Eliyah tha, en arameo, que ciertamente significa: "Elías, ven".
El versículo en cuestión dice así: "A ti me confiaron al salir del seno, desde el vientre materno (Elí atha) tú eres mi Dios". Todo el versículo está transido de ternura y de infancia. Se alude dos veces al seno y se hace relación a la madre. Jesús habría pronunciado las palabras finales de ese versículo. Pero en su mente y corazón estaría todo el versículo. Así, pues, podemos decir que Jesús murió con el Abbá en los labios.
Pero al resaltar los dos evangelistas el comienzo del salmo 22, quizás quieran afirmar que en plena angustia física y ¿desamparo espiritual?: "para qué me has desamparado", al que alude Juan de la Cruz, Jesús sintió el perfume de la ternura de Dios, y no pudiendo contenerse, gritó como un niño confiado, llamándole Padre (Abbá).
Todo el versículo habla de confianza infantil: "desde el vientre materno tú eres mi Dios". De un seno (el de María) a otro seno (el del Padre). En este sentido tiene también razón Lucas que sostiene que Jesús murió exclamando: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Sal 31,6), y Juan, que presenta su muerte como un dulce sueño.
De esta forma, Jesús habría vivido en su cruz todo el proceso del salmo 22, que comienza con una experiencia profundamente dolorosa para terminar en una actitud de calma confiada. Además esto resolvería la extrañeza de no pocos autores que no se explican por qué siempre que Jesús ora se dirige a Dios con el título de Padre (Abbá), menos en la cruz en el caso de Mt y Mc.
También podríamos encontrar la respuesta a las palabras del Centurión, que al ver morir así a Jesús, exclamó: "verdaderamente este hombre era hijo de Dios" (Mc 15,39). Y aquí sería bueno proseguir con el sentido de la ruptura del velo del templo. Pero esto sería ya demasiado. "Y por eso, aquí lo dejo". San Juan de la Cruz
Un Pastorcico
1. Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.
2. No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido;
mas llora por pensar que está olvidado.
3. Que sólo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.
4. Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia,
y el pecho por su amor muy lastimado!
5. Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado