martes, 29 de septiembre de 2009

de la revista: Vida Religiosa

Un demonio anda suelto , 2009-09-29
(Luis Alberto Gonzalez-Díez, cmf) Estaba yo elaborando un glosario de los "demonios" de los consagrados. Aquéllos que no acaban de dejarnos disfrutar del don recibido. Ésos que todos conocimos o conocemos... Alguna semana os lo ofreceré. Decía que estaba con nuestros demonios cuando me llamó Mateo... En mi glosario me faltaban definiciones correctas de algunas inhibiciones, silencios y pecados... El bueno de Mateo, con su petición de auxilio, me ayudó a entender de qué debía escribir...

El "demonio" de la eficacia

El pecado y la gracia marchan juntos en el camino de la vida. Nada es completamente blanco y nada completamente negro. Y en la vida de Mateo hay pecado, sin duda... pero hay gracia, y mucha, que está siendo devorada por la soledad.

Curiosa esta vida de consagración que tiene palabras y gestas maravillosas sobre el valor de lo común. Sorprendentes nuestros planes de cómo hacer llegar el mensaje de salvación a media humanidad. Desbordante este mundo de intuiciones que nace con nosotros y en nosotros para ser compañía de quien está solo...


Dolorosa, sin embargo, esta vida cuando se fragua entre cuatro para que cien aplaudan. Decepcionante la ambigüedad de valorar, admirar y jalear a un deportista porque es joven... y a la vez despreciar, criticar... a otro joven, él o ella, porque tiene el "pecado" de ser un consagrado de pocos años. Son algunos "demonios" de la vida consagrada, pero el más cruel vive bajo la capa mágica de la eficacia.

Arte y sensatez
Me lo describió Mateo: "Me han pedido que aguante, esto responde al plan de... Lo dice bien claro el proyecto". Sólo hay un problema... pequeño. Mateo no aguanta.
En el papel queda perfecto un encargo, un equipo y un trabajo. En la vida no siempre hay arte para un envío, una comunidad y una misión. Y la vida consagrada tiene que recuperar la sensatez y el arte, porque la gestión, el cumplimiento y el papel no salvan.
Mateo, en el duro relato de su vida, me hizo caer en la cuenta de la buena literatura congregacional que posee. Se sabe bien el hacia dónde, pero no encuentra andaderas. En general, la vida consagrada tiene una cuidada elaboración de sus principios y opciones... no tenemos tan trabajado el "venid y lo veréis". De hecho, a veces se va... y no se ve.

La conversión de los buenos
También me recordó qué significa la riqueza y pluralidad de las personas. Me preguntó cómo lograr la complementariedad. Creo que le hablé de un discurso sabido: "La unidad en lo fundamental... Jesucristo". Pero Mateo quería hablar, y me preguntó por la felicidad y por qué no la encontraba con esos "hermanos". A bocajarro me dijo: "¿Tan malo soy?, ¿crees que no estoy orando todos los días pidiendo luz?". Y estas preguntas de Mateo me hicieron caer en la cuenta de la distancia que hay entre grupo funcional y comunidad; entre competición y complemento; entre don y cruz. Releo algunos apuntes de comunidad, también algunos manuales... pienso en mi vida. ¿Dónde está la cuestión? ¿Por qué algunos como Mateo experimentan la cruz de la impotencia? Definitivamente, los grandes tratados necesitan la concreción de la encarnación. Ese consagrado, de carne y hueso, que busca y no siempre encuentra. Pensé en la necesaria "visión" más allá del cálculo, que haga posible la comunidad para quienes han hecho un ejercicio de donación sincero... Mateo echa de menos un liderazgo que empuje su mediocridad. Quiere modelos vivos que le impulsen al intento. Mateo está harto de "sacar adelante las cosas" sin contar con la vida... Y oyendo su lamento entre lágrimas, sonaba evangélico. Porque cree en la vida consagrada, cree en su vida como don de Dios y sabe que no es del todo generoso. Este joven, con su consagración haciéndose, nos examina sobre la verdad que transmitimos.
Los demonios de la vida consagrada no están fuera. A veces llaman la atención determinadas defensas numantinas ante ataques absurdos. Los demonios están dentro, y es difícil detectarlos y enfrentarlos... Es la conversión de los buenos, también de Mateo, o como en verdad se llame.

MIRADA CON LUPA
En algunos rincones de nuestro mapa vagan consagrados como Mateo, a punto de hacer la mochila porque no encuentran sitio. Han buscado respuestas en proyectos y papeles, en la web y en el móvil... Algunos como él han buscado personas que no encuentran, han tendido la mano... y esperan algo más que reuniones. Es un signo de este tiempo: falta acompañamiento porque hay que estar muy lleno de Dios para ofrecerlo. El demonio de la gestión pide organigrama, plazos, responsables, reuniones. No se pregunta cómo está la persona, por si acaso. ¡Ojo!, ese demonio es peligroso y está suelto.

Novena. ORACION PARA IMPLORAR FAVORES POR INTERCESIÓN DEL SIERVO DE DIOS EL PAPA JUAN PABLO II


Oh Trinidad Santa,
Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor.
El, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Oración. Padre Pedro Arrupe, sj

Señor, quiero vivir en tu casa por tiempo sin fin.
Enséñame dónde está tu casa.
Señor, estando en tu casa,
contigo,
ponme con tu Padre.
La casa del Señor es “casa de oración”,
por eso, entrado en la oración
siento mi corazón herido
por la hermosura de tu Corazón,
que es la “casa del Señor”.
Te doy gracias, Señor,
por este favor desbordante:
“Los humanos se nutren
De la enjundia de tu casa”.
Por eso, hasta la hora que sea,
sin un momento de descanso,
enséñame tu hermosura.
“Día y noche están tus ojos abiertos
sobre este templo,
sobre el sitio donde quisiste
que residiera tu oráculo”.
Así,
abrasado en el fuego de tu Corazón,
pueda yo penetrar en la hermosura del Señor,
y también enseñar a los demás las riquezas de ese Corazón.
La pasión por tu casa me consumirá.
Por eso,
sin salir nunca de tu casa
"habitaré en la casa del Señor
por años sin término”.

Corazón de Jesús,
Casa de Dios y Puerta del Cielo,
te piedad de nosotros.

viernes, 25 de septiembre de 2009

“Ha resucitado,no está aquí…va delante de vosotros a Galilea”.
(Mc 16, 6-7).
Cristo ha resucitado, Cristo vive.
Cristo es el Señor
de los vivos y de los muertos.
Es el Señor de la historia.
Cristo es el Señor
de una historia que se mueve.
No sólo sostiene
el principio y el final
en sus manos,
está en la historia
con nosotros,
caminando delante
hacia donde vamos.
Tomas Merton

martes, 22 de septiembre de 2009


NICAN MOPOHUA
(Texto original de las apariciones de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego)
Relato de las apariciones de la Virgen de Guadalupe.
En orden y concierto se refiere aquí de qué maravillosa manera se apareció poco ha la siempre Virgen María, Madre de Dios, Nuestra Reina, en el Tepeyac, que se nombra Guadalupe.

Primero se dejó ver de un pobre indio llamado Juan Diego; y después se apareció su preciosa imagen delante del nuevo obispo don fray Juan de Zumárraga. También (se cuentan) todos los milagros que ha hecho.

PRIMERA APARICIÓN

Diez años después de tomada la ciudad de México se suspendió la guerra y hubo paz entre los pueblos, así como empezó a brotar la fe, el conocimiento del verdadero Dios, por quien se vive. A la sazón, en el año de mil quinientos treinta y uno, a pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un pobre indio, de nombre Juan Diego según se dice, natural de Cuautitlán. Tocante a las cosas espirituales aún todo pertenecía a Tlatilolco.

Era sábado, muy de madrugada, y venía en pos del culto divino y de sus mandados. al llegar junto al cerrillo llamado Tepeyácac amanecía y oyó cantar arriba del cerrillo: semejaba canto de varios pájaros preciosos; callaban a ratos las voces de los cantores; y parecía que el monte les respondía. Su canto, muy suave y deleitosos, sobrepujaba al del COYOLTOTOTL y del TZINIZCAN y de otros pájaros lindos que cantan.
Se paró Juan Diego a ver y dijo para sí: "¿Por ventura soy digno de lo que oigo? ¿Quizás sueño? ¿Me levanto de dormir? ¿Dónde estoy? ¿Acaso en el paraíso terrenal, que dejaron dicho los viejos, nuestros mayores? ¿Acaso ya en el cielo?"
Estaba viendo hacia el oriente, arriba del cerrillo de donde procedía el precioso canto celestial y así que cesó repentinamente y se hizo el silencio, oyó que le llamaban de arriba del cerrillo y le decían: "Juanito, Juan Dieguito".
Luego se atrevió a ir adonde le llamaban; no se sobresaltó un punto; al contrario, muy contento, fue subiendo al cerrillo, a ver de dónde le llamaban. Cuando llegó a la cumbre, vio a una señora, que estaba allí de pie y que le dijo que se acercara.
Llegado a su presencia, se maravilló mucho de su sobrehumana grandeza: su vestidura era radiante como el sol; el risco en que se posaba su planta flechado por los resplandores, semejaba una ajorca de piedras preciosas, y relumbraba la tierra como el arco iris.
Los mezquites, nopales y otras diferentes hierbecillas que allí se suelen dar, parecían de esmeralda; su follaje, finas turquesas; y sus ramas y espinas brillaban como el oro.
Se inclinó delante de ella y oyó su palabra muy blanda y cortés, cual de quien atrae y estima mucho. Ella le dijo: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?" Él respondió: "Señora y Niña mía, tengo que llegar a tu casa de México Tlatilolco, a seguir cosas divinas, que nos dan y enseñan nuestros sacerdotes, delegados de nuestro Señor".

Santa Rafaela María del Sagrado Corazón.




sábado, 19 de septiembre de 2009

Isabel de la Trinidad





Identificar mi alma con todos los sentimientos de vuestra alma, sumergirme en Vos, ser invadida por Vos, ser sustituida por Vos para que mi vida sea solamente una irradiación de vuestra Vida.




Venid a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.



(Bta. Isabel de la Trinidad )


conociendo a santa Rafaela(3)



miércoles, 16 de septiembre de 2009

LA VOZ DEL PAPA

Orar con mayor intensidad por los sacerdotes: "Como afirma el Concilio Vaticano II, el cristiano está llamado a ser "ante el mundo un testigo de la resurrección y de la vida del Señor y un signo del Dios vivo". Debe serlo en primer lugar el sacerdote que Cristo ha elegido totalmente para sí. Durante este Año Sacerdotal, orad con mayor intensidad por las vocaciones, por los sacerdotes y por los seminaristas, para que sean fieles a su llamada. Signo del Dios vivo debe serlo, también, cada persona consagrada y cada bautizado" (Homilía en Viterbo, Domingo 6).

sábado, 12 de septiembre de 2009

conociendo a santa Rafaela(2)



LA NOCHE DE LOS POBRES ESTÁ EN VELA. Pedro Casaldáliga y José María Vigil.

Terminamos, para no terminar y seguir andando juntos, con un soneto neobíblico que, en medio de la noche de los pobres, puede ayudarnos a recordar por dónde viene el día y Quién tiene la última palabra. Uno de los versos de este soneto dice que «la noche de los pobres está en vela». Todos los pobres «con espíritu» y todos los que queremos ser solidarios con los pobres, debemos entrar de lleno en esa ardiente vigilia pascual.

Sólo una cinta en flor guarda el entorno
de la garita, libres los ejidos.
Tarda la lluvia, pero en el bochorno
ya estalla nuestra sed de redimidos.
Para que Dios se vea Dios ahora,
hay que ir haciendo el Reino, a contramano
de cualquier otro reino; y es la hora
de que este mundo lobo sea humano.
¿Qué fue del latifundio, centinela?
¿Qué hay de la esperanza, compañeros?

La noche de los pobres está en vela
y el Dueño de la tierra ha decretado
abrir todos los surcos y graneros
porque el eón del lucro ya ha pasado.

viernes, 11 de septiembre de 2009

LA NOCHE DE LOS POBRES ESTÁ EN VELA. Pedro Casaldáliga y José María Vigil.

mundialicémonos; por la comunión más universal siempre, en primer lugar, y por la comunicación, cada vez más universal y más rápida. Como hay una guerra a muerte del Norte contra el Sur, debe haber una alianza de vida entre el Sur y el Norte. Además d e que no todo lo que hay en el Norte es ese Norte de Muerte.



Hagamos de la sociedad civil y sus varias estructuras y movilizaciones el gran espacio de la solidaridad. La ciudadanía es hoy una reivindicación universal. La mayoría de nuestros respectivos conciudadanos quiere, a su manera, participar. Facilitémosl es la participación solidaria.


Debemos seguir siendo «quinta columna» dentro del ámbito capitalismo neoliberal, y forzar desde dentro la evidencia de su perversidad, de sus contradicciones, de su no-futuro para la humanidad.


Todavía, hoy y siempre, debemos cultivar la forma de solidaridad permanente, necesaria, de lo pequeño, que se reproduce, que puede acabar haciendo germinar lo grande. Con muchas pequeñas «ollas comunes» se puede llegar a hacer una gran mesa socializad a.


Prepararemos el futuro, el relevo que agarre la antorcha. La insatisfecha rebeldía y la inagotable generosidad de la juventud nos esperan. Hoy el mundo es más solidario que ayer. Mañana lo será más que hoy. El mañana se llama solidaridad.


A veces habremos de saber enriquecer nuestro lenguaje, para hablar sin maniqueísmos de opresión-liberación; o el tono, cuando el análisis pudiese parecer excesivamente racional o pesimista; o el talante, cultivando la confianza en nosotros mismos y en los demás y echándole chile de buen humor al mal humor de la muerte impuesta; o la perspectiva, siempre, porque la Humanidad no es suicida y el Reino es mayor que la Iglesia, y nuestro Dios es el Dios de la vida, y lo nuestro -como lo Suyo- es, decididamente, el Reino.


Vamos aprendiendo. La toma del poder será, cada vez más, por las armas de la conciencia comunitaria, participante, alterativa. Y semejantemente, las mayores derrotas serán las derrotas éticas, de la conciencia, de la solidaridad, del amor. La más reciente rebelión del Continente, la de los zapatistas de Chiapas, todavía balbuciente como un grito, ya nos está enseñando otro modo de rebelarse, con unas perspectivas mayores y penetrando en los diferentes sectores de la sociedad; sin canonizar las armas; canonizando sólo las Causas.


Al detalle: ahí están las jornadas de solidaridad; las fechas memorables; las publicaciones; las visitas que vienen y van; las otras entidades -cristianas o no, pero comprometidas con alguna de las grandes Causas-; las ayudas concretas también -campañas, autoimpuesto, remesas de medicamentos o de alimentos o de ropa-; las vigilias; las acciones artísticas; la militancia diaria del tú a tú, que concientiza y compromete en la familia, en el trabajo, en la comunidad.

YO SOY EL PAN DE VIDA


EL QUE VIENE A MI NO TENDRÁ HAMBRE

LA NOCHE DE LOS POBRES ESTÁ EN VELA. Pedro Casaldáliga y José María Vigil.

Siempre, pero hoy más que nunca, debemos fundamentar teológica y teologalmente nuestra solidaridad. Sólo con esa fundamentación podrá ser plenamente solidaridad cristiana y vencer serenamente los avatares de la historia o del propio corazón.



Dios en sí, en su misterio original, es la plena solidaridad de tres personas en un una misma vida total. Como dicen las comunidades eclesiales de base de Brasil que «la santísima Trinidad es la mejor comunidad», podemos decir que «la santísima Trinidad es la mayor solidaridad».


El misterio de la Encarnación es la expresión máxima, histórica, sometida a nuestras vicisitudes, de la solidariad de Dios con la humanidad. Jesús es la solidaridad de Dios hecha carne y sangre, vida y muerte, pasión y resurrección. En El y por El sabemos cómo Dios es amor solidario.


No tenemos muchos mandamientos. Tenemos uno sólo: «ámense unos a otros como yo les he amado». El mandamiento nuevo del amor nuevo se traduce en la práctica diaria y en la vivencia social y en la organización política y económica de la sociedad, a travé s de la solidaridad efectiva: desinteresada y eficaz. Con todos, pero más específicamente y ante todo y siempre, con esos hermanos y hermanas «más pequeños», como nos pidió el mismo Jesús. En el antiguo testamento Dios preguntaba: ¿dónde está tu hermano? En el nuevo testamento Dios pregunta, más incisivo: ¿dónde está tu hermano pequeño?; más aún, Dios se hace hermano de los hermanos más pequeños.


Nuestra fe pasa siempre, necesariamente, por la cruz. Nuestra solidaridad, también. Frente a esas decepciones a que antes aludíamos, delante de cualquier género de fracaso, la solidaridad cristiana apela confiadamente a la esperanza de la resurrección. Ninguna vida verdadera muere para siempre. La solidaridad que se da totalmente es siempre un gesto, una celebración, un «sacramento pascual».


El Reino es la sociedad de la solidaridad. Semilla escondida, red barredera, tesoro desconocido para muchos, pero proyecto de Dios: su Causa. La Causa de la Solidaridad total. En el tiempo y más allá. La solidaridad va siendo ya, en esperanza escatológ ica y en caridad política, el «más allá de la historia».


Caminante, sí hay camino


Debemos ser realistas. Conocer la realidad, hacerse cargo de la misma, cargar con ella; eso nos pide el teólogo mártir Ellacuría. Llamar siempre a la realidad cambiante por su propio nombre. Abandonar la nostalgia del pasado que no volverá. Nosotros no vamos «en busca del tiempo perdido». Otra es nuestra memoria y la conciencia responsable de la lucha o de la sangre que heredamos.


Pisemos el suelo real del neoliberalismo, y busquémosle sus brechas. Hemos de encontrar creativamente los resortes de lucha que puede haber, que hay, en la nueva realidad neoliberal (con ciertas zonas de libertad); sólo formalmente democrática (pero con alguna democracia al fin); de mercado supuestamente libre (donde de hecho, como transitan las mercancías, se transmiten también las ideas y las causas); de mundialización niveladora (pero también de mundialización de intercambios fraternos y de humana comunión).


Sin hacer ascos a temas que hace unos años nos podrían parecer pequeño burgueses, debemos entrar en ese combate. Un modo también eficaz de combatir al neoliberalismo es combatirlo -sin contaminarse- en su propio terreno.


Ese realismo nos exige una nueva fidelidad a la solidaridad, que podría caracterizarse como la práctica de la solidaridad:


  • de noche oscura, aparentemente sin salida, en el ejercicio tenso de la fe;

  • gratuita, sin eficacismos, sin compensaciones; la fidelidad de los que se apuntan a la marcha de los vencidos y no al carro de los vencedores;

  • siempre profética, porque sigue creyendo en el Dios que oye el clamor de su Pueblo y desciende hasta liberarlo, y consuela a sus pobres y proclama como victoria la bienaventuranza de los marginados;

  • que hace de la opción por los pobres «la» opción evangélica, «firme e irrevocable», según palabras de Juan Pablo II en Santo Domingo;

  • que no pierde de vista la posibilidad de las sorpresas, lo inesperado de las coyunturas;

  • que responde como un eco a la fidelidad extrema de nuestros muchos mártires, ellos y ellas. Una Iglesia sólo es fiel cuando acompaña radicalmente al Testigo Fiel, Jesús, y a sus otros muchos testigos fieles que lo han seguido;

  • que sabe aprender del tesón de aquellos y aquellas que han mantenido su fidelidad durante siglos a causas derrotadas históricamente: la Causa Indígena, la Causa Negra, la Causa de la Mujer, la Causa Obrera, la Causa de los Pueblos menores…
Este realismo nos exige también buscar y encontrar nuevas formas de solidaridad, más actuales, eficaces hoy, germinadoras de futuro:

de la Homilía del Papa Juan Pablo II en la Misa de Beatificación de la Madre Teresa de Calcuta VATICANO, 19 Oct. 03 (ACI).-

“Cuanto hicisteis a uno de esos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 49). Este pasaje del Evangelio, crucial para comprender el servicio de la Madre Teresa a los pobres, era la base de su convicción llena de fe de que al tocar los cuerpos rotos de los pobres estaba tocando el cuerpo de Cristo. Era al propio Jesús, oculto bajo la dolorosa apariencia de los más pobres entre los pobres, a quien se dirigía su servicio. La Madre Teresa pone de relieve el significado más profundo del servicio: un acto de amor hecho al que tiene hambre, sed, al extranjero, al que está desnudo, al enfermo, al prisionero (Cf. Mt 25, 34-36) se hace al propio Jesús.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Nuevo aniversario del Padre Cacho. (Alvaro Ojeda)

San Francisco en el cantegril

Recordamos un nuevo aniversario del Padre Cacho, el cura de los cantegriles, una palabra típica del Uruguay para designar los asentamientos precarios que se van amontonando en la periferia de Montevideo. Esta nota aparecida recientemente en un diario de la capital hace referencia al proceso de beatificación del Padre Cacho. Miles de firmas se han presentado al obispado pero todavía el proceso no ha sido empezado.



Cuando vi al cura Cacho por primera vez, me lo tuvieron que señalar. Iba sentado en un carrito de hurgadores (moderna denominación para la pobreza más impúdica) junto con otro hombre, que era exactamente igual a él. Los dos vestían la misma ropa, gastada y descolorida; los dos tenían esa flacura de los que pasan hambre; no de los que eventualmente tienen hambre; los dos sumaban una pequeña figura bajo un cielo excesivo.



Avanzaban penosamente por la calle Porongos en una tarde helada. Un vaivén de pescante fuera de tiempo y de miradas rutinarias de una Montevideo que se ha acostumbrado a ese ir y venir, cansino, torpe, embrutecido, de tantos compatriotas con peor suerte que la nuestra. Un par de sombras en movimiento hacia el cantegril de Aparicio Saravia.



Ese montón de frío, matungo, y carrito, fue el destino elegido por Ruben Isidro Alonso, el Padre Cacho. Como San Francisco de Asís, eligió vivir entre ellos, porque entre ellos, casi milagrosamente, veía a Cristo. Un Cristo crucificado, humillado y en derrota, pero también un Cristo vivo, posible y liberador. Ahora mismo, mientras escribo este artículo, me reencuentro con uno de los pocos textos que Cacho dejó.



Tiene la contundencia de la convicción: “Siento la imperiosa necesidad de ir a vivir en un barrio de pobres, y hacerlo como lo hacen ellos. No como táctica de infiltración o demagogia, ni siquiera como gesto profético de nada, sino para encontrarlo de nuevo a Cristo, porque sé que vive allí, que habla su idioma, que se sienta a su mesa, que participa de sus angustias y esperanzas. Tampoco como un “Padre” despachador de Sacramentos, sino como alguien que va a hacer junto a ellos, una vivencia de fe, un camino compartido. Tal vez pueda decirles en su idioma de dolor y frustración, que allí en medio de ellos, está Él, el que puede cambiar la muerte en Vida, y la negación en Esperanza. ”



Es asombroso el enfoque que hacía de su misión. Casi parece que fueran los requecheros, los bichicomes, los pobres absolutos, los que pueden hacer más fuerte, la fe en la salvación predicada. Como si entre ellos, en esa oscura caverna suburbana, Cristo tuviera una presencia más real y efectiva. Tan real y efectiva, que el cura dispensador de Sacramentos, recogía de aquella multitud sufriente, un signo vivo de Esperanza, así con mayúsculas, de que el mundo tendría un momento definitivo de justicia, una mirada de compasión para tanto abuso acumulado. Primero se mudó al barrio y vivió en un rancho de lata.



Luego aprendió los códigos de convivencia del cantegril, que son lo que la imagen del espejo a la realidad, una simetría engañosa, turbia.

Después organizó a los vecinos y empezó a tratar que ellos mismos se sintieran seres humanos, y no bichos tirados al margen de la ciudad porque tenían mal olor. Y por supuesto, sufrió persecución, fue maltratado, ofendido, humillado. Pero siguió adelante. Los vecinos de la Parroquia de los Sagrados Corazones, escribieron un retrato conmovedor de Cacho: “Tuvimos hambre, y compartió su comida con nosotros; tuvimos sed y compartió su agua; estuvimos enfermos y nos visitó; nos pusieron presos, y se arriesgó por nosotros. Creímos que no éramos nadie, que no podíamos nada, y tuvo confianza en nosotros.”



Cuando yo era niño, mi madre me regaló una medallita de plata de la Inmaculada Concepción, la Milagrosa, como la habían bautizado los soldados franceses mientras peleaban la sangrienta batalla del Marne en 1915, con la primera pensión que cobró de su padre, un abuelo al que yo nunca conocí. Cuando el Cura Cacho cayó enfermo, mi esposa se la envió al Hogar Sacerdotal, en donde intentaba reponerse. La medallita permaneció con él hasta su muerte, y ahora está otra vez en mis manos. ¿Qué hace que un objeto tan común se transforme en signo transparente en un mundo plagado de shoppings y tecnología de punta, y marketing ?



No es la plata, brillante y engañosa, casi irreal. No es la materia, seguramente, la esencia de ese resplandor que hace que la vista se detenga en ella, una y otra vez. No es lo externo, lo vano, lo que hace a un hombre respetable y digno. Un hombre es tal, en la medida en que reconoce que nunca será verdaderamente feliz, mientras que otros hombres, iguales a él, vivan en las condiciones en que todos sabemos que viven. Cacho hizo lo que San Francisco, fue el último de los últimos.



La causa para su beatificación ya se inició, pero el Cura Cacho es santo, y está vivo en el insomne traqueteo de los carritos sonoros como una matraca, entre los que anduvo y anda todavía, sonriente, pequeño e inmortal.



(extractado de “El Observador” 11.07.2000)

LA NOCHE DE LOS POBRES ESTÁ EN VELA. Pedro Casaldáliga y José María Vigil.

Los motivos de esta crisis mayor de la opción por los pobres y, consecuentemente, de la solidaridad con ellos, son muchos, estruendosos, totales.



•El crac del Este Europeo y la caída del socialismo real. El fracaso de algunas revoluciones populares. El supuesto triunfo del nuevo imperio del liberalismo y la hegemonía omnímoda del mercado.


•Porque no se «ve» un proyecto histórico de los pobres, alternativo, que sea viable en este momento globalizado de la política y la economía. Hoy la opción por los pobres ha de hacerse más a contramano, sin el respaldo sensible de un organigrama que lo respalde, sin la fuerza manejable de una esperanza mecanicista que le dé credibilidad de facticidad histórica próxima. La opción por los pobres y por sus Causas, en esta hora nocturna, ha de hacerse como en el aire de la fe, como al viento de la utopía .


Hablando en cristiano eso no es novedad, sino la verdad de siempre. Nuestra «esperanza contra toda esperanza» es una esperanza contra toda apariencia, la fe contra toda evidencia, el amor contra toda imposibilidad. O sea: la opción por los pobres y la solidaridad con ellos ha de ser hoy más teologal que nunca.


•La posmodernidad, que en cierta medida es el cansancio de la modernidad o su autodecepción, proclama la renuncia a los «grandes relatos» y al sonambulismo de las «Grandes Causas», porque los cree inviables o inútiles, y porque opta sistemáticamente po r el pragmatismo palpable y por el consumismo diario.


•La hora psicológica -convergencia de todos estos factores- es de un cierto agotamiento o depresión, de un cansancio de fin de día, de alergia a lo que tanto nos ha hecho sufrir y por lo que tantos y tantas, compañeros de camino, lo han dado todo, hast a la vida. De decepción también, porque muchos, compañeros igualmente, nos han fallado. Pasado el soplo fuerte de las banderas en alto, son tantos y tantas los que se han acomodado al ritmo del oportunismo o de la seguridad.


Hoy día hablar de análisis social, de coyuntura sociopolítica, de crítica racional, de evaluación ética, de juicio teológico, encima de la prepotencia y de la evidencia del sistema, resulta uno de aquellos «lenguajes duros» que le atribuían a Jesús de Nazaret los que no estaban muy decididos a seguirle radicalmente (cfr Jn 6, 60).


No hay que comulgar con ruedas de molino


Con frecuencia nos dejamos abatir porque magnificamos lo negativo y comulgamos gregariamente con las ruedas de molino que todo el mundo se traga en esta hora de la caída «del socialismo» y de la euforia neoliberal. También nosotros podemos acabar r econociendo, más o menos atolondradamente, que «la historia ya no va más allá».


La fe es esa luz que brilla en un lugar tenebroso, como decía el apóstol Pedro (cfr 2 Pe 1, 19). Y hay que usarla para iluminar críticamente las tinieblas de la historia, la mentira del poder y la fascinación de los ídolos.


•Se impone un mejor análisis de «lo que pasó», sea en el socialismo real (o «nominal») del Este, sea en nuestras revoluciones latinoamericanas, sea en el «triunfo» del neoliberalismo. Mucha gente, aun de la que hace poco tiempo era crítica del proyecto capitalista y de la dominación imperialista, ahora -introyectando la visión del opresor- acepta las versiones que el capital y el imperio dan de «lo que pasó»: lo que pasó -piensan- es que el proyecto de los pobres -sea cual sea su nombre o su modalidad- se colapsó por sí mismo, internamente; porque era y es y será siempre un proyecto inviable; en la historia sólo sale a flote el proyecto de los ricos.


La guerra fría y, en nuestro caso, la guerra de baja (alta) intensidad, llevada a cabo por la potencia más agresiva de la tierra; las condenas internacionales, incluso por la Corte de la Haya; la violación de los derechos de los Pueblos que suponen las invasiones de Dominicana, Grenada, Panamá; la creciente deuda externa que nos imposibilita toda salida al sol de la normalidad_, todo eso, o no existió, al parecer, o ya no existe. Todo fue simplemente el autocolapso interno del proyecto «imposible» de los pobres.


•Se impone también un rechazo crítico del supuesto «triunfo» del capitalismo neoliberal. Porque nosotros, por los menos, no vemos por ninguna parte ese triunfo, si nos referimos a la inmensa mayoría de la humanidad. Con la añadidura de que el mismo capitalismo neoliberal triunfante no se siente tan seguro de sí, frente a sus contradicciones internas. Pero es que aunque se hubiese dado ese triunfo del egoísmo estructural, sería un fracaso ético de la familia humana; pues se estaría evidenciando, una vez más, la imposibilidad de una política y de una economía honestamente fraternas; se habría impuesto otra vez, como única posible, la «ética de los lobos».


•Hay que saber rechazar las falsas certezas que se nos están introyectando casi inconscientemente por la hegemonía del poder en alza. Nuestra «década perdida», por ejemplo, de hecho ha sido para ellos la década mejor ganada. Wall Street tiene los datos convincentes: ésa fue la década de mayores ingresos sostenidos en la banca mundial.


•No podemos creer en el dios de la guerra, aquel dios que siempre gana, aquel que aplasta al otro, que está siempre del lado de los vencedores. En la misma Biblia Dios ha ido «corrigiendo a Dios». El Señor de los ejércitos, el bendecidor de los grandes rebaños y cosechas plenas, fue haciéndose cada vez más el «go’el» de los injusticiados y la madre de las entrañas de misericordia, hasta hacerse el Dios pobre, niño, marginado, perseguido, crucificado y derrotado en Jesús de Nazaret.


•Tampoco podemos perder nunca la memoria histórica, fundamento de la identidad de un pueblo y autoconciencia de su viabilidad futura. Los triunfos y las caídas de los sucesivos imperios forman la rueda de la historia de la humanidad. Hoy estamos vivien do simplemente una nueva hora de un nuevo imperio, una más nomás. Aquí, en casa, la historia de los 500 años, sobre los pueblos indígenas y sobre el pueblo negro, en particular, nos puede iluminar oportunamente. Hoy esos pueblos están empezando a forjar u nos 500 años «otros», muy diferentes, de su lado.


•No es verdad que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Ni el pasado remoto, ni el pasado inmediato. En primer lugar, porque el mejor tiempo para cada uno de nosotros, es el tiempo que Dios nos concede forjar con nuestra vida. Los cristianos y cristianas, sobre todo, debemos vivir siempre el hoy de Dios en nuestro hoy humano. Alguien incluso ha clasificado la Biblia entera como «un tiempo llamado hoy».


•La prepotencia del mal aparece más fácilmente que la escondida fuerza de las semillas del bien. Hay mucha más vitalidad alternativa de lo que parece, en la Sociedad y en la Iglesia, en nuestro Tercer Mundo y en el Primer Mundo también. Son muchas las voces y las fuerzas que se están conjugando, en contestación, en profecía, en solidaridad. El que nos sintamos bajo la noche no significa que no haya muchas estrellas y un nuevo sol a la puerta del alba. Hoy, ciertamente, la conciencia, la autocrítica, la voluntad de cambio es más generalizada en el mundo porque es más realista y está más intercomunicada. Además de la CNN, o Televisa o la Globo hay otras muchos canales, gracias a Dios.


Nuestro Dios es solidaridad

miércoles, 9 de septiembre de 2009

LA NOCHE DE LOS POBRES ESTÁ EN VELA. Pedro Casaldáliga y José María Vigil.

(periodistadigital.com)


19 de julio 2009


Ya sabemos que la Solidaridad está en crisis. Hablar de crisis de solidaridad podrá parecer un tópico, pero se trata de una fuerte verdad que, por uno u otro lado, nos afecta a todos: a los que deberían dar solidaridad y a los que necesitan recibirla. O, mejor dicho, a todos los que necesitamos recibirla y darla; porque la solidaridad es un misterio de reciprocidad fraterna ineludible.


Datos de esa crisis no faltan.


Nos referimos sobre todo a la solidaridad con América Latina. De los miles de comités de solidaridad que llegó a haber, en todo el mundo, con Nicaragua, por ejemplo, la mayor parte de ellos ha desaparecido. Y es curioso observar que, en España concretamente, han desaparecido los llamados comités «políticos» y permanecen los «cristianos». En bien de la verdad es justo reconocer que algunos de los primeros se han fundido con otros organismos más universales de solidaridad.


Sin embargo, permanece en pie la observación de Enrique Dussel: quizás en ciertas horas de decepción histórica, cuando la esperanza «científica» ha sido derrotada por los hechos, permanece, en la noche de la fe, más allá de las certezas científicas, la esperanza contra toda esperanza de los cristianos. Lo cual no significa que esa crisis no afecte profundamente también a los cristianos y cristianas, sobre todo cuando ellos también le dan su debido valor a la historia y a la ciencia.


Empezar por esa constatación de la crisis de la solidaridad no es negativismo. Se trata de una crisis de crecimiento en última instancia. Siempre que se recuerde y se asuma responsablemente lo que de hecho es la solidaridad a la luz de la fe.


La solidaridad es una forma plena de la caridad de siempre pero con vivencia crítica, histórica, política, geopolítica, de espiritualidad integrada. La solidaridad es la caridad potenciada por la opción por los pobres. La misma crisis que la opción por los pobres está pasando en el corazón de muchos y en muchos sectores de la Iglesia, la pasa lógicamente la solidaridad.


La opción por los pobres ha entrado en su noche oscura


Muchos se están preguntando «qué queda de la opción por los pobres». Entendida como la opción por las Causas de los pobres, y no solamente por sus sufrimientos o su marginación.


Los motivos de esta crisis mayor de la opción por los pobres y, consecuentemente, de la solidaridad con ellos, son muchos, estruendosos, totales.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Salmo 114. Acción de gracias



Amo al Señor, porque escucha

mi voz suplicante,

porque inclina su oído hacia mí

el día que lo invoco.


Me envolvían redes de muerte,

me alcanzaron los lazos del abismo,

caí en tristeza y angustia.

Invoqué el nombre del Señor:

"Señor, salva mi vida".


El Señor es benigno y justo,

nuestro Dios es compasivo;

el Señor guarda a los sencillos:

estando yo sin fuerzas me salvó.


Alma mía, recobra tu calma,

que el Señor fue bueno contigo:

arrancó mi alma de la muerte,

mis ojos de las lágrimas,

mis pies de las caída.


Caminaré en presencia del Señor

en el país de la vida.