martes, 8 de junio de 2010

"Tres etapas en la vida espiritual. Un proceso de búsqueda". Henri J. Nowen

La sabiduría de la historia.
Aunque prácticamente todos los crisitanos que quieren alcanzar a su Dios con fe perseverante van a buscar en algún momento de su vida a alguien que pueda ser su  guía espiritual, el hecho no se limita a la relación de dos personas solamente.
La sabiduría espiritual de muchos cristianos, quienes en el curso de la historia han dedicado sus vidas a la oración, está preservada y viva en diferentes tradiciones, estilos de espiritualidades que perviven en el cristianismo contemporáneo.
 De hecho, nuestros primeros guías y lo que más influye a menudo son las costumbres de oración, los estilos culturales y los modos de hablar sobre Dios que pertenecen al medio en que vivimos.

Cada medio espiritual tiene su propio énfasis. En unos sitios se pone el acento en el silencio, en otros en el estudio de las Escrituras. En unos, la meditación individual es considerada como central, en cambio, en otros, lo es el culto comunitario. En unos, la pobreza es el concepto unificador; en otros es la obediencia. Para algunos, las experiencias místicas son sugeridas como el camino de la perfección; para otros, como la senda de la vida diaria. Mucho del énfasis depende del tiempo en el que la nueva espiritualidad encuentra sus orígenes, en el carácter personal del hombre o de la mujer que fue o es su principal inspirador y en las necesidades particulares a las que responde.

El hecho de que estas espiritualidades estén mayormente relacionadas con personalidades históricas influyentes como guías, auténticos faros en la noche espiritual de la época en que vivieron, nos ayuda a usarlas como guías reales en la búsqueda de nuestro camino personal. Benito, Francisco, Domingo, Ignacio de Loyola, Teresa de Ävila, Jacob Boeheme, Francisco de Sales, Geroge Fox, John Welsley, Henry Martyn, John Henry Newman, Sören Kierkegaard, Charles de Foucauld, Dag Hammarskjöld, Martin Luther King, Jr., Thomas Merton y muchos, muchos otros nos ofrecen, con el testimonio de sus propias vidas y de las vidas de sus discípulos y estudiosos, un marco de referencia y un punto de orientación en nuestros intentos de encontrar la oración de nuestro corazón.

Recuerdo haberme encotnrado un día a un hombre muy tímido, apartado de todos. Aunque era muy inteligente, se diría que el mundo le venía muy ancho. Le asustaba emprender cualquier sugerencia brillante, que se saliera de lo normal. Para él, el pequeño camino, la vida en profundidad de las pequeñas realidades de cada día era la forma de rezar. Cuando habló sobre Teresa de Lisieux, su guía espiritual, sus ojos se iluminaron y parecieron llenarse de gozo. Pero en cambio, un compañero suyo, más apasionado, necesitaba el ejemplo de san Antonio el Ermitaño o de Bernardo de Claraval y otros grandes atletas del crisianismo para ayudarle en su búsqueda de una auténtica vida espiritual.

Sin la inspiración de estos guías es muy difícil permanecer fiel al deseo de encontrar nuestro propio camino. A menudo se convierte en una búsqueda difícil y solitaria y nosotros necesitamos constantemente nuevas visiones, apoyo y consuelo para perseverar. Los santos relamente grandes de la historia no nos piden que los imitemos.
Pero nos invitan a entrar en sus vidas y a  orefcer un espacio de acogida que nos ayudará en nuestra propia búsqueda. Algunos no nos atraen, nos dejan intranquilos. Otros llegan a irritarnos. Pero entre los muchos grandes maestros de vida espiritual, hombres y mujeres, podemos encontrar unos pocos, quizás uno o dos, que hablan el lenguaje de nuestro corazón y nos animan.
Estos son nuestros guías. No para que los imitemos, sino para ayudarnos a vivir nuestras vidas de una forma auténtica, lo mismo que ellos vivieron las suyas.
Cuando hemos encotnrado estos guías, tenemos motivos para sentirnos agradecidos y más razones para ecuchar atentamente lo que tienen que decirnos.
pág. 139.- ed.PPC

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