sábado, 5 de junio de 2010

La Eucaristía y santa Rafaela María del Sagrado Corazón.

En Jesús, por Jesús y para Jesús.
En síntesis, puede decirse que la “vida de reparación” de la M. Sagrado Corazón es la totalidad de su vida ofrecida a Cristo, hecha adoración y sacrificio, no unas “prácticas reparadoras” insertas en una vida religiosa. Cada uno de los aspectos que tal vida presenta no pueden ser interpretados aisladamente, intentando constituir unidades que adquieran entidad en sí mismas, fuera del contexto que los acompañan. El conjunto de su vida ilumina y confiere su sentido verdadero a cada una de las etapas de la misma o a sus diversas facetas. No hubo ni inconsecuencia ni fractura alguna entre su línea de pensamiento y su forma de vivir o actuar, ni tampoco existieron divergencias entre unos y otros períodos de su vida; son partes de un todo que se complementan y explican mutuamente. Esta unión e interdependencia, explican el peligro de deformación inherente a una disección en busca de conclusiones parciales válidas.

La armonía pensamiento-existencia y la coherencia en el desarrollo de su vida en el tiempo, no significan, ni mucho menos, que la vida espiritual de la M. Sagrado Corazón haya sido un bloque monolítico; fue “vida” abierta a la gracia y, por tanto, sometida a su influjo experimentó un progresivo perfeccionamiento. En ella afloran los elementos doctrinales que la fundamentaron: Estatutos y Constituciones; en los apartados anteriores se ha puesto de manifiesto cómo vivió cuanto encierra “la Regla”, de cuya observancia fue exactísima y fiel hasta la muerte; pero una vida no es un código y la traducción existencial de una Regla presenta particularidades únicas.

Del conjunto de escritos personales de la Madre se infiere que el dinamismo de su vida espiritual se dirige a Cristo; la mayoría de las oraciones, peticiones, etc a El van dirigidas y a El, naturalmente, la Adoración Eucarística, fundamental en la espiritualidad de la Madre. El Amor, generalmente, lo concibe procediendo del “Corazón divino”-“el Amor del Corazón de Cristo envolvía mi alma y mi cuerpo”-el pecado, las ofensas como una negación, o ceguera, a aceptar este Amor. Por otra parte expresa claramente el papel de Cristo como Mediador ante el Padre, y sus méritos los que interceden por nosotros; en su negación, o ceguera, a aceptar este Amor. Por otra parte expresa claramente el papel de Cristo como Mediador ante el Padre y apoyada en El, dirige a Dios Padre sus peticiones. Su vida está fundada en esta relación con Cristo: se sabe por El amada, redimida; en El viviendo y la Vida de El; encontrando en El a todas las criaturas y encontrándose con Dios en El. En algunas ocasiones su oración se dirige directamente a Dios, Padre y Creador.(A veces, como se deduce por el contexto utiliza los términos Dios y Nuestro Señor, tanto para referirse a Dios Padre como a Cristo; por tanto cuando el contexto no aclara lo suficiente su terminología no permite mayor precitación).

La reparación, tal como la Madre la entiende, no es una tarea individual, sino una misma “vida compartida”, una misma llamada de Dios a realizar por una comunidad, “una casa de reparación”, que debe ser “un corazón solo y una ánima sóla”.

La vida de reparación se centra en torno a la Eucaristía, considerada fundamentalmente como Misterio de Presencia, por lo que destaca en primer término una fuerte polarización hacia la Comunión y la Adoración al Santísimo Sacramento expuesto, con las características señaladas en las Constituciones.

• Ante el Dios que viene a la criatura, “el Dios inmenso que poseemos en el Santísimo Sacramento y viene todos los días a nuestro corazón”, para llenarla con sus gracias “por Jesús nunca queda el dar a manos llenas”, para entregarse al hombre que libremente quiere aceptarle, la respuesta de la Madre es:

-un deseo ardiente de recibirle, “unas ganas de comulgar que me deshacía”,

-un agradecimiento sin límites “con la boca por tierra dándole gracias y que toda nuestra vida sea una continua acción de gracias”.

• La Adoración será un tiempo favorable de oración ante el Dios-con-nosotros, para

-honrar su presencia,
-agradecer,
-interceder,
-suplicar,

-ofrecer y ofrecerse con “el corazón ardiendo en amor humilde por El”, “estar con El”, para recibir de El capacidad de “no cortar el hilo de su misericordias” y permanecer en el dinamismo continuo del amor que lleva, en último término, a “estar en Dios y de Elo recibirlo todo”.

El “torrente de amor que sale de Cristo” debe alcanzar a cada hombre y a todos los hombres, “hijos todos de su Corazón”; a los hombres que, “ciegos, no reconocen los beneficios de Dios, del corazón de Cristo todo misericordia con los pobres pecadores”. De aquí la proyección apostólica de la reparación:

-poner a Cristo a la adoración de los pueblos

-trabajar, como pueda, para que lo conozcan y lo amen.

Esto es:

-culto público, concebido explícitamente como apostolado, por lo que pide un planteamiento tal que atraiga a los hombres a participar en él, además de ser una manifestación “ante los pueblos” de la fe en la Presencia de Cristo, en su Acción Redentora.

-obras apostólicas encaminadas a dar a conocer el “Amor de Dios” y a que sea correspondido.

Apostolado todo, nacido de una vida de unión con Cristo, para que pueda ser vivido “con el interés de su propio Corazón”.

A nivel personal íntimo, la vida eucarística culmina en la Madre en un sacrificio existencial: “la mayor obra que yo puedo hacer por mi Dios es entregarme…”. Lo que en un primer tiempo fue para la Madre “hacer por Cristo”, con la sinceridad de su ofrecimiento “sin poner obstáculos”, pasa a ser un “vivir en Cristo”, participando de “su vida de amor sacrificado”, renunciando a todo para ganar a Cristo por el camino del tercer grado de humildad, convirtiéndose en “una posesión de Dios”. Y alcanzar, como fruto de un proceso de apertura a la gracia, la humildad del corazón que todo lo espera de Dios, “de El recibirlo todo”, en la que la Madre hace radicar la actitud del alma reparadora: “en la que Dios descansa de las ofensas…”y que casi legó como testamento al Instituto: “humildes, humildes”. Todo su vivir cotidiano no fue más que el cumplimiento por vía de caridad, de este “tomad, Señor, y recibid”…”Solo en Jesús, por Jesús y para Jesús toda mi vida, toda mi alma y todo mi corazón y para siempre…El Fiat es el acto de amor más hermoso y más puro que se puede hacer al Señor, a Dios”.

(Anotaciones sobre la espiritualidad de Santa Rafaela María del Sagrado Corazón. Mercedes Aguado aci)

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