martes, 28 de julio de 2009

Congreso de Vida Religiosa y Teología Latinoamericana

Congreso de Vida Religiosa y Teología Latinoamericana

Tercer día

Bogotá, lunes 22 de junio de 2009

Comenzamos esta tercera jornada del Congreso con la Eucaristía presidida por Monseñor Pedro Barretto, obispo de Huancayo (Perú), animada por los hermanos salesianos, y con una homilía-eco de la Palabra, que nos llenó de profundidad y compromiso.

El P. Víctor Martínez nos recuerda, en nombre de los teólogos y teólogas de la CRC y de la CLAR, que pretendemos pasar de la mentalidad dialéctica a la dialógica integral que está en movimiento, alegría, flexibilidad, interculturalidad, confianza, ritmo… (tal como nos provocó el Ballet de Sonia Osorio). Para ir buscando las “líneas inspiradoras” de la vida religiosa del futuro, escuchamos expresiones como “correlación”, “creatividad fiel y fidelidad creativa”, “que América latina sea Latina”, “creer que otro mundo es posible y otra vida religiosa es posible”, “volver a las fuentes es memoria peligrosa”, “integración entre espiritualidad y corporeidad”, “pilares de la VR: espiritualidad, comunidad, misión y persona”, “si no tengo tiempo para descubrirme, no tengo tiempo para descubrir al otro”, etc.

Y le toca el turno teológico al P. Juan Bautista Libanio. De pie, sin papeles, sin lecturas de lo que está escrito en las memorias y sin muchos tecnicismos (aunque con algunos “latinajos”) nos empezó a conversar de su experiencia y sus inquietudes, entre anécdotas hilarantes y profundidad desafiante. Dice que existe una línea de convergencia entre la teología y la vida religiosa: la fe. No la fe que “busca la inteligencia”, sino la que encuentra a “Dios con nosotros”. La teología no nace del “pensar” sino del “vivir”, contemplar lo vivido (no “googleando”, sino “profundizando e internalizando”). Así hicieron Benito, Domingo, Francisco, Ignacio… y todos/as nuestros/os fundadores/as. En la acción transformadora de la realidad está Dios, y en lo pequeño y personalizado del encuentro con el hermano tenemos la experiencia fundante de Dios.

Nos hace falta caer en la cuenta de que una cosa es la presencia (lo que existe) y otra la conciencia (cuando se presta atención a lo que existe). Por eso, podemos hablar de tres “rupturas” que han ayudado a pasar de la presencia a la conciencia de los “pobres” en la Iglesia y la Vida Religiosa de Latinoamérica y el Caribe. La primera se da en el Vaticano II, que pasa de la institución (lo que se ve) al carisma (intuición invisible) en la experiencia de Dios, la vida comunitaria y la misión. En segundo lugar, Medellín, que hace la opción por los pobres (sin el calificativo que “descafeína” el sustantivo), a quienes ya no se les ve con prismáticos sino como sujetos con quienes se hace la nueva hermenéutica de la Palabra de Dios y de la Vida Consagrada. La tercera ruptura es la Posmodernidad, por la que pasamos del ser y el tener al “aparecer”, y donde la ambigüedad y la exterioridad se hacen más evidentes y los pobres más invisibles…

La vida religiosa está llamada a pensar a partir del pobre, con una “cercanía vecina”; y articulando su experiencia en redes sociales que nos ayuden a tejer todas las iniciativas que se desarrollan en defensa de los derechos vitales del ser humano.

La segunda conferencia magistral de esta mañana fue presentada por la hermana Bárbara Buckler, recordando que la Vida Religiosa es carisma del Espíritu Santo y que ha de vivir la vocación y santidad del seguimiento de Jesús, para estar con él, ser enviados por él y anunciar el Reino que él anunció. Desde aquí,- nos dijo- la vivencia comunitaria da sentido a la autoridad jerárquica con la ley del amor, es decir, “hacer amor de la ley y hacer de la ley el amor”. Por eso, y como criterio de discernimiento, podemos asegurar que si algo nos hace crecer en el amor, la fe y la esperanza… es de Dios, y que la Vida Religiosa es “vivir la fe en hermandad de discípulos/as misioneros/as”, ampliando el concepto lógico-conceptual con el afectivo-experiencial. Somos “congregación”, porque nos unimos y nos reunimos en comunión, más que en institución (que a veces nos disgrega con “ideo-logías”). Con el texto de Pablo a los Corintios, se nos recuerda que “siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”, y que nuestra vida religiosa ha de aprender a vivir con sobriedad, solidaridad y servicio a los pobres, con el criterio kairológico (más que el cronológico) y teniendo en cuenta la protologÍa y la escatología en nuestra manera de “vivir lo penúltimo desde la perspectiva de lo último”, con total disponibilidad para preferir a los que más necesitan amor. Releyendo, pues, el texto de Mt 25, desde esta perspectiva, podemos entender de manera novedosa y liberadora los tres votos evangélicos.

Ya son las cuatro y media de la tarde y, estamos en la última etapa de este Congreso de Vida Religiosa y Teología. Mons. Pedro Barretto, sj (Obispo de Huancayo – Perú) comienza su Conferencia magistral diciendo que ama la Vida Religiosa como miembro de la Compañía de Jesús y agradece la cantidad de congregaciones que están colaborando en su diócesis y en toda Latinoamérica y el Caribe, especialmente en los lugares más difíciles. Entre algunas citas del Documento de Aparecida y Vita Consecrata, el mensaje del Papa a los obispos del Perú (Ad Limina) y su propia reflexión, se nos invita a anunciar, denunciar, discernir y acompañar a los pobres de hoy, como profetas de ojos y oídos atentos a toda nuestra realidad, especialmente a los pobres y a la naturaleza (“el mayor desastre ecológico es la pobreza”). Necesitamos nuevas y restablecidas relaciones con nosotros mismos, la naturaleza, los demás y Dios, porque la vocación siempre es con-vocación.

Nos hace algunas preguntas; por ejemplo: “¿qué aporta la Vida Religiosa frente a los graves problemas socio-ambientales, por culpa del uso irracional de los recursos?”. Nos cuenta la realidad de la población peruana de La Oroya (de su diócesis), que es una la de las diez ciudades más contaminadas del mundo. Atreverse a dar respuesta a este drama implica asumir el riesgo (incluso de sus vidas) como religiosos/as, obispo y tanta gente que busca caminos diferentes a los intereses del estado o de los dueños de la fábrica. De hecho, el estilo sencillo de la vida religiosa no está “para ser comprendido sino para ser vivido al estilo de Nazaret”. Los textos de Jr 14, 17-18, Ez 3,7-9 y VC 84 nos animan a una vida religiosa místico-profética.

“Lo peor que nos puede pasar es la indiferencia; el don de amar y sentir nos hace humanos”, nos dijo Norma Helena Gadea (nicaragüense), a través de doce “cantos a la vida”, llenos de sentimiento, mensaje, profundidad de fe y humanidad. La voz y la guitarra pusieron música a los impulsos del Espíritu a través de las 26 conferencias, los diálogos y propuestas para el futuro, haciendo memoria de los cincuenta años de la vida de la CLAR.

El P. Ignacio Madera clausura este Congreso, hace el brindis final y nos dependimos con sabor a “Camino recorrido y por recorrer”, con el libro de “Memoria de los 50 años de la CLAR” y el diploma de participación.

La mayoría de los/as congresistas vuelven a sus casas y los/as representantes de cada una de las Conferencias de Religiosos/as de los 21 países, continuamos en la XVII Asamblea General de la CLAR.


jueves, 16 de julio de 2009

María en las bodas de Caná


1. En el episodio de las bodas de Caná, san Juan presenta la primera intervención de María en la vida pública de Jesús y pone de relieve su cooperación en la misión de su Hijo.

Ya desde el inicio del relato, el evangelista anota que "estaba allí la madre de Jesús" (Jn 2, 1) y, como para sugerir que esa presencia estaba en el origen de la invitación dirigida por los esposos al mismo Jesús y a sus discípulos (cf. Redemptoris Mater, 21), añade: "Fue invitado a la boda también Jesús con sus discípulos" (Jn 2, 2). Con esas palabras, san Juan parece indicar que en Caná, como en el acontecimiento fundamental de la Encarnación, María es quien introduce al Salvador.

El significado y el papel que asume la presencia de la Virgen se manifiesta cuando llega a faltar el vino. Ella, como experta y solícita ama de casa, inmediatamente se da cuenta e interviene para que no decaiga la alegría de todos y, en primer lugar, para ayudar a los esposos en su dificultad.

Dirigiéndose a Jesús con las palabras: "No tienen vino" (Jn 2, 3), María le expresa su preocupación por esa situación, esperando una intervención que la resuelva. Más precisamente, según algunos exégetas, la Madre espera un signo extraordinario, dado que Jesús no disponía de vino.

2. La opción de María, que habría podido tal vez conseguir en otra parte el vino necesario, manifiesta la valentía de su fe porque, hasta ese momento, Jesús no había realizado ningún milagro, ni en Nazaret ni en la vida pública.

En Caná, la Virgen muestra una vez más su total disponibilidad a Dios. Ella que, en la Anunciación, creyendo en Jesús antes de verlo, había contribuido al prodigio de la concepción virginal, aquí, confiando en el poder de Jesús aún sin revelar, provoca su "primer signo", la prodigiosa transformación del agua en vino.

De ese modo, María precede en la fe a los discípulos que, cómo refiere San Juan, creerán después del milagro: Jesús " manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos" (Jn 2, 11). Más aún, al obtener el signo prodigioso, María brinda un apoyo a su fe.

3. La respuesta de Jesús a las palabras de María: "Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora" (Jn 2, 4), expresa un rechazo aparente, como para probar la fe de su madre.

Según una interpretación, Jesús, desde el inicio de su misión, parece poner en tela de juicio su relación natural de hijo, ante la intervención de su madre. En efecto, en la lengua hablada del ambiente, esa frase da a entender una distancia entre las personas, excluyendo la comunión de vida. Esta lejanía no elimina el respeto y la estima; el término "mujer", con el que Jesús se dirige a su madre, se usa en una acepción que reaparecerá en los diálogos con la cananea (cf. Mt 15, 28), la samaritana (cf. Jn 4, 21), la adúltera (cf. Jn 8, 10) y María Magdalena (cf. Jn 20, 13), en contextos que manifiestan una relación positiva de Jesús con sus interlocutoras.

Con la expresión: "Mujer, ¿qué nos va a mi y a ti?", Jesús desea poner la cooperación de María en el plano de la salvación que, comprometiendo su fe y su esperanza, exige la superación de su papel natural de madre.

4. Mucho más fuerte es la motivación formulada por Jesús: "Todavía no ha llegado mi hora" (Jn. 2, 4).

Algunos estudiosos del texto sagrado, siguiendo la interpretación de San Agustín, identifican esa "hora" con el acontecimiento de la Pasión. Para otros, en cambio, se refiere al primer milagro en que se revelaría el poder mesiánico del profeta de Nazaret. Hay otros, por último, que consideran que la frase es interrogativa y prolonga la pregunta anterior: "¿Qué nos va a mí y a ti? ¿no ha llegado ya mi hora?" (Jn 2, 4). Jesús da a entender a María que él ya no depende de ella, sino que debe tomar la iniciativa para realizar la obra del Padre. María, entonces, dócilmente deja de insistir ante él y, en cambio, se dirige a los sirvientes para invitarlos a cumplir sus órdenes.

En cualquier caso, su confianza en el Hijo es premiada. Jesús, al que ella ha dejado totalmente la iniciativa, hace el milagro, reconociendo la valentía y la docilidad de su madre: "Jesús les dice: "Llenad las tinajas de agua". Y las llenaron hasta el borde" (Jn 2, 7). Así, también la obediencia de los sirvientes contribuye a proporcionar vino en abundancia.

La exhortación de María: "Haced lo que él os diga", conserva un valor siempre actual para los cristianos de todos los tiempos, y está destinada a renovar su efecto maravilloso en la vida de cada uno. Invita a una confianza sin vacilaciones, sobre todo cuando no se entienden el sentido y la utilidad de lo que Cristo pide.

De la misma manera que en el relato de la cananea (cf. Mt 15, 24-26) el rechazo aparente de Jesús exalta la fe de la mujer, también las palabras del Hijo "Todavía no ha llegado mi hora", junto con la realización del primer milagro, manifiestan la grandeza de la fe de la Madre y la fuerza de su oración.

El episodio de las bodas de Caná nos estimula a ser valientes en la fe y a experimentar en nuestra vida la verdad de las palabras del Evangelio: "Pedid y se os dará" (Mt 7, 7; Lc 11, 9).

Catequesis del Papa Juan Pablo II.

( Durante la audiencia general del miércoles 26 de febrero de 1997)

miércoles, 8 de julio de 2009

martes, 7 de julio de 2009

De LA SENDA DE LA CONTEMPLACIÓN. Tomas Merton.
"Una vida de santidad e incluso, en cierto sentido, una vida de contemplación debe ser el desarrollo normal de nuestra vocación bautismal. Nadie piense que es un fin exagerado. El Papa Pío XII dice explícitamente en su encíclica Mediator Dei que: "El ideal de la vida cristiana es que cada uno se una a Dios de la forma más profunda y más íntima". El contexto explica que ésta es toda la razón de la vida litúrgica tan múltiple de la Iglesia católica. Al principio de la Menti Nostrae Su Santidad puntualiza también que la caridad perfecta, que abarca todas las virtudes y que constituye la santidad o la perfección cristiana, habría de ser objeto de los esfuerzos constantes de los hombres. El Santo Padre dice: "En cualquier circunstancia que se encuentre el hombre debería dirigir sus intenciones y sus acciones a este fin". Es una frase bien clara. Y que no hace excepciones. Incluye a todos, desde las monjas de clausura, hasta la atareada ama de casa, al sacerdote, al abogado, al doctor, al mecánico, al agricultor. No se exceptúa a nadie. Ningún momento de la vida del hombre está excluido de esta ley. En todo tiempo, cualquiera que sea el sitio donde nos encontremos, o lo que hagamos, nuestras intenciones deberían, al menos virtualmente, ser dirigidas hacia la perfecta unión de amor con Dios, y todas nuestras acciones habrían de llevarnos, de una forma u otra hacia aquel fin. Sin que signifique esto que ya no podamos vivir vidas normales. Pero nuestro trabajo, nuestras obligaciones y nuestros intereses deben transfigurarse por la intención sobrenatural, divinizarse por la caridad de tal forma que nuestra acción más común y rutinaria pueda convertirse en un sacrificio de alabanza a Dios.
Sólo hay un camino por el que pueda conseguirse esto: por una vida de oración".